Teresa y Francesco Barbera: un amor de 69 años y un legado gastronómico en Mendoza

Se casaron en 1954 y formaron una de las familias más tradicionales de la provincia. Se conocieron en La Marchigiana, donde ella cocinaba comida italiana con su madre.

Francesco pasa sus días en su casa, rodeado de su familia. El 12 de marzo cumplió 95 años. | Foto: gentileza
Francesco pasa sus días en su casa, rodeado de su familia. El 12 de marzo cumplió 95 años. | Foto: gentileza

Parece que pasó toda una vida y es cierto. Sin embargo, María Teresa Corradini de Barbera (88) relata su historia y la de Francesco (95), “suo marito” con tanta precisión que parece que fue ayer. Con él hace 69 años crearon un legado gastronómico y una marca registrada de la cocina italiana en Mendoza.

Teresa describe su vida con ímpetu, con tanta pasión que los recuerdos se mezclan con fechas, con imágenes. Habla y se transporta. Es ella quien evoca el día preciso en que conoció a su compañero de toda una vida. “Su salud está muy debilitada, y si bien se encuentra lúcido, a veces le cuesta expresarse. El 12 de marzo cumplió 95 años e hicimos algo muy íntimo en casa. Nuestra hija Santina preparó una torta y lo celebramos en familia”, cuenta la reconocida empresaria.

Francesco Barbera, persona de palabra, noble, leal, buen padre y buen marido, nació en Milazzo, Sicilia, en 1928. Hoy transcurre sus días en la tranquilidad de su hogar y en compañía de su inseparable Teresa.

Teresa nunca abandonó la cocina, su otro gran amor, y sigue de cerca a su equipo en su restaurante. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Teresa nunca abandonó la cocina, su otro gran amor, y sigue de cerca a su equipo en su restaurante. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

En busca de un sueño

María Teresa nació en Citanova Marche, sobre el mar Adriático. Llegó a Argentina junto a su madre Fernanda y sus hermanos Giuseppe, Angelo, María Teresa y Gabriella. Sus inicios en el país no fueron fáciles, sobre todo para su madre, que sufrió en plena travesía la muerte de su hijo Angelo, por entonces de 13 años.

Emprendedora y visionaria, Fernanda comenzó a hacer maravillas en la cocina. Teresa, igual de sagaz e inteligente, la seguía de cerca.

Abrieron un local muy precario. Trabajaban de sol a sol. De a poco, se fueron armando una clientela firme gracias al boca en boca de sus fieles vecinos. En 1950 fundaron “La Marchigiana”, un pequeño restaurante cuyo nombre hace honor al pueblo pesquero de Le Marche del que la familia es oriunda.

Las exquisiteces gastronómicas se convirtieron en el comentario del pueblo y fue, precisamente en una de esas intensas jornadas laborales mientras atendía a los clientes, que Teresa conoció a Francesco.

Corría 1952 cuando este italiano, que había llegado como tantos otros escapando de la guerra, entró al local. Era un joven apuesto que trabajaba en las tareas de revestimiento en mármol del Correo Central en Mendoza.

Fernanda le dijo a su hija: “Atendelo vos, que es italiano como nosotros”. “Yo le decía que no, que era criollo”, recuerda Teresa. Finalmente se le acercó, comenzaron a conversar y el resultado fue una boda, el 31 de marzo de 1954 en la iglesia San Nicolás, en Mendoza.

Teresa y Francesco se casaron el 31 de marzo de 1954 en la iglesia San Nicolás. | Foto: gentileza
Teresa y Francesco se casaron el 31 de marzo de 1954 en la iglesia San Nicolás. | Foto: gentileza

Una dupla infalible

Teresa y Francesco trabajaron codo a codo toda una vida y criaron a sus hijos con esfuerzo y dedicación: Santina, Angelo, Beatriz, Joaquín, Fernando, María Luisa y Bernardina.

Angelo y Joaquín fallecieron y, desde entonces, la vida de Francesco no fue igual. De a poco se fue alejando de la gastronomía, donde siempre llevó adelante la tarea administrativa. También para María Teresa la muerte de sus hijos fue devastadora, aunque su gran cantidad de nietos y bisnietos, además de la cocina a la que nunca abandonó, la ayudan a levantarse todos los días de su vida.

“Sin Francesco, nada hubiese sido posible. Yo vivía en la cocina, siempre ocupada, y él llevaba los números. Sabía perfectamente cuántos clientes habían entrado. Nos hemos complementado toda la vida de manera perfecta, nos repartíamos el trabajo y todo funcionaba”, repasa la mujer.

A poco de dar el “Sí, quiero” se mudaron a Italia, pero la experiencia no duró demasiado. Regresaron y continuaron trabajando sin prisa ni pausa hasta crear un verdadero imperio gastronómico en Mendoza. “Es que Italia no se había recuperado todavía. Llegamos y comprobamos que la gente todavía seguía comprando 25 gramos de café suelto”, recuerda ella.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Sus hijos hablan de Francesco y Teresa como verdaderos ejemplos a seguir. Las enseñanzas que dejaron a sus hijos siguen latentes y todos coinciden: respeto, lealtad, trabajo, nobleza. Pese a que nunca atendía la cocina, Francesco siempre colaboró con las tareas de la casa y ha sido un buen cocinero. Mantuvo a rajatabla la tradición de la comida del sur de Italia.

A fines del año pasado, una neumonía lo obligó a quedar internado y no hacía otra cosa que pedir que fuera Teresa quien lo acompañara. “Era mi mamá quien permanecía con él muchas horas. Pero, claro, a veces yo la reemplazaba. Mi papá seguía pidiendo por ella, incluso la llamaba a gritos: ‘¡Teresa! ¡Teresa!’ al punto que le pregunté al doctor si estaba seguro de que se trataba de una neumonía porque de los pulmones andaba perfecto”, bromea Beatriz.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Hoy Francesco transcurre sus días en la tranquilidad de su hogar junto a su inseparable familia. Teresa sigue activa y, siempre que puede, acude a tomar un café a “Francesco”, el restaurante de su hija Beatriz. Allí siempre se da una vuelta por la cocina.

Teresa reflexiona con tristeza sobre este presente de la Argentina. “Mi esposo por suerte no se entera demasiado de lo que está sucediendo fuera de la casa. Pero yo sí, yo observo una Argentina que me recuerda a la guerra: pobreza, inflación, desempleo. Nosotros llegamos a Argentina cuando era próspera y prometedora”, concluye la emprendedora.

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