Historias de vida: la crudeza de sobrevivir sin gas, agua ni cloacas en Mendoza

Historias que se repiten año tras año y que, en el invierno, con temperaturas rigurosas, muchos mendocinos se ven obligados a comprar gas envasado en medio de una crisis sin precedentes.

Liliana Quiroga reside en El Algarrobal de Abajo, de Las Heras. Comparte su hogar con sus hijos y nietos. Para las tareas diarias, como bañarse y cocinar, depende del agua almacenada en bidones y del suministro de gas en garrafa. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Liliana Quiroga reside en El Algarrobal de Abajo, de Las Heras. Comparte su hogar con sus hijos y nietos. Para las tareas diarias, como bañarse y cocinar, depende del agua almacenada en bidones y del suministro de gas en garrafa. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Liliana Quiroga tiene 44 años y vive en El Algarrobal de Abajo junto a su pareja y un puñado de hijos y nietos. Si bien su vivienda es de material, tiene apenas dos ambientes que pudieron levantar a fuerza de muchísimo sacrificio.

Liliana es, en definitiva, una fiel exponente mendocina del informe sobre condiciones de vida de los hogares que publicó el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) al cierre del segundo semestre de 2023 y cuyos detalles dio a conocer Los Andes en las últimas horas.

Dicho relevamiento indica que la mitad más uno de la población argentina no puede acceder a tres servicios públicos básicos: agua de red, gas natural y cloacas. Mientras que la gente con cobertura de salud apenas supera el 50%.

Efectivamente esta mujer, ama de casa, carece de gas natural y se las arregla como puede, “a los ponchazos”, según señala, para que los siete integrantes de la familia, que serán ocho en pocos días –porque su hija espera un segundo bebé—puedan comer comida caliente, bañarse y calefaccionarse.

Tampoco tiene cloacas, como sucede en esa zona carenciada de Las Heras. Atrás de la casa tienen un pozo, según cuenta. Además, el agua, aunque es corriente, la provee una cooperativa y con algunas deficiencias, por eso suele salir a cuentagotas invierno y verano. Así las cosas, ella siempre tiene sus baldes repletos de reserva porque nunca sabe cuándo se podrá encontrar con la desagradable sorpresa de comprobar que las canillas están secas.

“¿Obra social? No. Nunca hemos tenido”, aclara. Las salas médicas y hospitales públicos son los puntos de referencia frente a cualquier dolencia o enfermedad en su familia.

“Ya empieza el tiempo más complicado y también el más caro, porque la garrafa cuesta 17 mil pesos y es nuestra única manera de calentar la casa. Utilizamos al menos tres al mes porque somos muchos”, relata Liliana, en diálogo con Los Andes.

Hasta el año pasado, las estufas eléctricas eran una solución en el hogar, aunque este año, como si todo fuera poco, también el suministro eléctrico sufre desperfectos en el barrio. Por eso solo suelen utilizar el calefón eléctrico para el baño, aunque para el resto, especialmente mantener la casa templada, no queda otra que dejar el horno encendido y “muy a conciencia” por los riesgos del monóxido de carbono.

Eso sí, asegura, a la hora de dormir apagan todo y se abrigan con muchísimas cobijas. “En casa nunca faltan frazadas”, asegura. Calefaccionar a leña, con tantos niños, no es opción, según señala, por el peligro.

“Lili” es consciente de que el verano también es agobiante. Así y todo lo prefiere frente al período más crítico del invierno, que suele ser eterno.

“Con el agua tenemos muchos problemas también, aunque es potable la provee una cooperativa. No solo en verano, sino en todas las épocas del año hay problemas. Solemos estar hasta tres semanas sin agua, juntando en tachos, botellas”, dice.

En la estación 9 de Julio del Metrotranvía, situada en el límite entre Maipú y Godoy Cruz, se encuentra un surtidor que provee agua. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
En la estación 9 de Julio del Metrotranvía, situada en el límite entre Maipú y Godoy Cruz, se encuentra un surtidor que provee agua. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

La falta del vital líquido y las deficiencias en el servicio datan de varios años, dicen los vecinos.

Marga Abarca tiene 61 años y se mudó hace poco a El Borbollón, zona norte, también en Las Heras, donde tampoco hay gas natural. “Cuido muchísimo la garrafa, que cuesta entre 15 y 17 mil pesos. Vivo lejos de los negocios, es complicado ir a comprar”, dice. Por eso siempre trata de tener gas envasado de repuesto.

“Hicimos un hogar a leña pero no sé si podremos terminarlo este año”, señala la mujer, que vive sola con su esposo y consume al menos 4 garrafas al mes.

Muy lejos de Las Heras y del Gran Mendoza, en Agua Escondida, pequeña localidad de Malargüe, una zona helada y cruda en invierno, tampoco tienen gas natural.

“Agua corriente sí tenemos, pero no gas natural. El que tiene y puede utiliza la garrafita”, cuenta, naturalmente, Ruth Bravo.

“El gas envasado lo compramos en los negocios del pueblo y, sino, de manera mensual o quincenal viene un cambión a vender las garrafas casa por casa. Nosotros estamos acostumbrados a la estufa a leña. Casi todos en Malargüe nos manejamos de esa manera”, señala.

Celso Forquera, delegado a cargo de dos pequeñas y desérticas localidades de Malargüe: Salinilla y El Cortaderal, donde viven escasas familias, conseguir leña resulta una odisea. “No tenemos por el tipo de suelo, por eso suele acercarse un proveedor de La Humada, que es una localidad del departamento Chical Co, provincia de La Pampa, a unos 70 kilómetros de nuestro pueblo. Claro que el flete lo encarece”, aclara.

Solange Sallustro sacando agua de un bidón para cocinar. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Solange Sallustro sacando agua de un bidón para cocinar. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Él mismo padece la situación, ya que muchas veces su pequeño hijo Ian suele colaborar, a su manera, con el acarreo de ramas para encender el fuego. En esta zona es muy común que toda la familia se encargue de reunir leña.

“No todos pueden acceder a los valores de la garrafa o la leña comprada”, señala. Para Forquera, la zona Sur de Malargüe es la que más padece las temperaturas rigurosas, a lo que se suman las distancias, ya que Salinilla y El Cortaderal están situadas a alrededor de 160 kilómetros de la ciudad cabecera de Malargüe.

Un estudio que deja un panorama difícil

El estudio del Indec surge de variables relevadas en forma continua por la Encuesta Permanente de Hogares que realiza el organismo nacional. La medición toma como base 31 aglomerados urbanos en las distintas regiones del país. En la provincia, la encuesta está basada en los departamentos que conforman el Gran Mendoza.

La población analizada alcanza a 10.000.000 de hogares en los cuales habitan 29.500.000 personas en los que un 11,9% son indigentes, 29,8% son pobres y el 58,3% son consideradas oficialmente “no pobres”.

Dentro de los datos que recolecta el Indec uno de los puntos que permite estudiar las condiciones de vida de la población, divida en pobres, indigentes y no pobres, es el acceso a los servicios públicos.

En cuanto a la posibilidad de contar con agua corriente, el 88,3% de las personas, en promedio, tiene acceso a este vital elemento.

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