Reina de la Vendimia de Guaymallén: cuando a cambio de no cosificar, terminan haciendo invisibles a las mujeres

La estrategia del municipio para “cumplir” con el fallo de la Suprema Corte y presentar reinas de la Vendimia terminó haciendo que nadie pueda ver los rostros ni los nombres de las candidatas.

La reina blue de Guaymallén, Julieta Lonigro, con el rostro tapado.
La reina blue de Guaymallén, Julieta Lonigro, con el rostro tapado.

Todos tuvimos alguna vez a esa clase de amigos que, cuando perdía en algún juego y tenía que cumplir una prenda, o cuando había hecho algún desastre y debía repararlo, contestaba enojado, y sin aceptar la derrota o el error: “Lo voy a hacer, pero como yo quiera”.

Algo así hemos atestiguado en estos días con la elección de la reina de la Vendimia de Guaymallén 2023, cuyo nombre (esperamos, aunque esto no figure en el cronograma oficial) se dará a conocer esta noche, en la fiesta.

Por si alguno no se enteró, el problema comenzó cuando en 2021, el municipio que conduce el radical Marcelino Iglesias, puso en práctica la ordenanza que el concejal Ignacio Conte había presentado con el aval ejecutivo. Esta consistía en eliminar para siempre la elección de la reina departamental (aunque esta estuviera considerada en una ley provincial), bajo el argumento que esa práctica cosificaba a las mujeres, exaltaba sólo su belleza física y era degradante. El propio intendente diría luego que, además, la tradicional elección, que forma parte de la fiesta más paradigmática de Mendoza, era retrógrada y no iba al compás de los tiempos.

La ordenanza salió sin debate previo y generó un sinfín de acciones y protestas. Curiosamente, casi todas, encabezadas, motorizadas y sostenidas por mujeres de Guaymallén, que sentían ahora que, contrariamente a los argumentos esgrimidos por la ley departamental, les habían quitado un lugar ganado históricamente. Y que, para colmo, se sentían ofendidas por el hecho de pensar que por ser reinas, por ser hermosas, por llevar una corona, el municipio diera por sentado que todos iban a asumir que eran cosificadas y no podían ser a la vez, como cualquier persona, también inteligentes, comprometidas, trabajadoras, capaces de las mismas acciones sociales que el más pintado.

Para llegar rápido al punto, después de luchas diversas, reinas “blue” (Julieta Lonigro) y luchas judiciales, la Suprema Corte de Mendoza dio la razón a la protesta y obligó al municipio a restituir la figura que quería borrar de un plumazo.

Sin embargo, como ese amigo caprichoso que no acepta el desacierto, Guaymallén parece haber dicho: “Lo hago como yo quiero”. Y así fue que, aun teniendo ante sus ojos una fenomenal repercusión al llamado de aspirantes a ser reina (se postularon más de 160) decidió basar la elección en un sistema por lo menos curioso y por lo más, ridículo. Y es que de las 109 aspirantes que cumplieron con evaluaciones para llegar a poder competir, la Municipalidad se quedó sólo con 19, sin siquiera cumplir con el número de distritos que tiene Guaymallén para buscar representatividad de cada uno de ellos. Pero, lo que es más insólito, es que decidió no mostrar ni los rostros ni los nombres de las candidatas, sino extraer un exiguo parrafito explicativo de las propuestas sociales que cada una hacía y ponerlas en una web para que la gente, sin escucharlas de la boca de las proponentes, sin poder ahondar en la propuesta, sin sopesar con tiempo la acción, sin verles el rostro ni percibir su credibilidad, tuvo que elegirlas en sólo 24 horas.

Esto derivó en que al menos una de las aspirantes a la corona saliera en Twitter a develar que era de ella una de las propuestas.

Es momento de volver al argumento por el cual, se supone, se decidió suspender la elección de reinas: porque a las mujeres, decían, se las convertían en meros objetos. Ahora bien, a cambio, al parecer, el municipio prefirió la despersonalización, la invisibilización de las protagonistas de las propuestas, la mengua de su capacidad expresiva.

Esto significa que, a la hora de la verdad, a Guaymallén no se sabe si le interesa más el borrado de las mujeres que buscan representarlo a través de una figura tradicional o cumplir con su capricho y hacer las cosas mal, pero a su manera.

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