Hay un nuevo inyectable para obesidad y diabetes en el mercado local: quiénes pueden usarlo y cuánto cuesta
La tirzepatida, de aplicación semanal, promete una fuerte baja de peso y mejoras metabólicas, pero exige control médico estricto y tiene un costo aún elevado.
Mounjaro, a base de tirzepatida, se presenta en el país como un inyectable semanal de doble acción hormonal para tratar obesidad y diabetes tipo 2.
En un contexto en el que laobesidad se consolida como una pandemia silenciosa, laArgentina suma un nuevo jugador al “equipo” de fármacos para bajar de peso. Se trata de la tirzepatida, comercializada como Mounjaro, un inyectable de aplicación semanal que promete un descenso de peso más potente que sus predecesores y una mejora global de la salud metabólica.
A diferencia de otros medicamentos ya disponibles en el país, este nuevo fármaco tiene doble acción hormonal: imita al mismo tiempo dos sustancias que el organismo produce de forma natural, el GLP-1 y el GIP, y actúa tanto sobre el apetito como sobre el tejido adiposo. La expectativa de los especialistas es alta, pero también lo son las advertencias: se trata de un tratamiento médico para enfermedades crónicas, no de una solución rápida ni pensada para personas sin indicación clínica.
El laboratorio Adium presentó oficialmente el producto en el país, tras un acuerdo con Eli Lilly, compañía que desarrolló la molécula a nivel global. Así, la tirzepatida se suma a una lista creciente de inyectables que ya transforman el abordaje del sobrepeso, la obesidad y la diabetes tipo 2, y que incluso se perfilan como alternativa a algunas cirugías bariátricas en pacientes seleccionados.
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El nuevo fármaco combina la acción del GLP-1 y del GIP, reduce el apetito, actúa sobre el tejido adiposo y se aplica con lapicera prellenada en dosis escalonadas.
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Cómo funciona y quiénes pueden acceder al nuevo fármaco
La principal novedad de Mounjaro es su mecanismo dual. Por un lado, actúa sobre los receptores de GLP-1 (péptido similar al glucagón tipo 1), hormona que se libera en el intestino y ayuda a reducir la ingesta de alimentos: aumenta la sensación de saciedad, enlentece el vaciamiento gástrico y potencia la secreción de insulina, clave para regular la glucemia. Por otro lado, estimula los receptores de GIP (péptido insulinotrópico dependiente de glucosa), que funciona como modulador del metabolismo del tejido adiposo y de la eficiencia energética.
La combinación de ambos sistemas, explican los especialistas, genera un efecto sinérgico: se come menos, el cuerpo utiliza mejor la energía y se favorece la pérdida de peso, sobre todo a expensas de la grasa. En ensayos clínicos, la tirzepatida logró reducciones de hasta un 26% del peso corporal en 72 semanas, frente al 17% observado con semaglutida en dosis máximas. Son cifras que se acercan a los resultados de la cirugía bariátrica, pero sin pasar por el quirófano.
En la Argentina, el nuevo inyectable está indicado solo bajo prescripción médica en dos grandes escenarios:
Como complemento de dieta y ejercicio en pacientes con diabetes tipo 2 que no logran un buen control con otros tratamientos.
Para el manejo crónico del peso en personas con obesidad (IMC ≥30) o sobrepeso (IMC ≥27) que además presentan alguna condición asociada, como hipertensión, colesterol elevado, enfermedad cardiovascular, prediabetes o apnea del sueño.
La tirzepatida se administra por vía subcutánea una vez por semana, en un esquema escalonado de dosis que va de 2,5 mg a 15 mg, según la respuesta y tolerancia de cada paciente. En esta primera etapa, en el país solo estarán disponibles las presentaciones de 2,5 mg y 5 mg, mientras que las dosis más altas llegarían el año próximo. El formato es de lapicera prellenada multidosis (KwikPen) y, como otros inyectables similares, requiere cadena de frío entre 2°C y 8°C.
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En estudios clínicos, la tirzepatida logró descensos de peso de hasta el 26% en 72 semanas, con beneficios adicionales en presión arterial, hígado graso y perímetro de cintura.
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Resultados, efectos adversos y un tratamiento pensado “para toda la vida”
Como cualquier medicamento, la tirzepatida no está exenta de efectos adversos. Los más frecuentes son náuseas, vómitos y diarrea, sobre todo en las primeras etapas del tratamiento o al aumentar la dosis. Según los expertos, estos síntomas suelen disminuir con el tiempo y pueden manejarse ajustando el esquema de escalonamiento y acompañando con cambios de alimentación. El fármaco se puede usar en adultos desde los 18 años.
Uno de los grandes desafíos en obesidad es mantener el peso perdido. En ese punto, las investigaciones citadas por los especialistas señalan que, incluso al suspender el tratamiento, los pacientes pueden conservar alrededor del 60% del descenso alcanzado. Sin embargo, se trata de una enfermedad crónica y la recomendación de los médicos es clara: al igual que ocurre con la hipertensión o el colesterol alto, la medicación debería considerarse a largo plazo, muchas veces de por vida, siempre bajo supervisión profesional.
Los beneficios no se limitan a la balanza. Los estudios sobre tirzepatida mostraron mejoras en:
Perímetro de cintura
Hígado graso
Presión arterial
Insuficiencia cardíaca y otros parámetros cardiovasculares
Desde la cardiología, se insiste en que la obesidad ya no puede verse solo como un “factor estético” o un problema secundario: se trata de una enfermedad con impacto directo en el riesgo cardíaco, que requiere abordajes integrales y sostenidos.
En la presentación local del fármaco también se conoció el testimonio de la médica intensivista y especialista en obesidad Shiry Attie, quien participó de los ensayos clínicos con pacientes argentinos y decidió iniciar el tratamiento. Madre de tres hijos, llegó a pesar casi 100 kilos y asegura que con estas inyecciones bajó más de 30 kilos en 18 meses. Relató que toda su vida luchó contra el peso, que adelgazaba y volvía a engordar, y que recién con esta medicación pudo dejar de pensar en la comida de forma constante, con un impacto positivo tanto físico como emocional.
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Especialistas advierten que se trata de un tratamiento crónico, de alto costo, indicado solo bajo prescripción médica y acompañado por dieta, ejercicio y control profesional.
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Precios, cobertura y el debate sobre la “medicalización de la delgadez”
La llegada de Mounjaro se da en un mercado donde ya existían otros inyectables de semaglutida, tanto importados como de producción local. A mediados de octubre, Novo Nordisk lanzó Wegovy, versión para obesidad de la misma molécula que se conocía como Ozempic para diabetes tipo 2. Un mes después se sumó Obetide, del laboratorio Elea, “sobrecargado” respecto de su antecesor Dutide, ya que también permite escalar hasta 2,4 mg semanales para manejo de peso.
Si bien el principio activo y las dosis posibles son similares entre Wegovy y Obetide, la diferencia de precios es grande:
Obetide: cuatro jeringas (un mes de tratamiento) en dosis máxima cuestan alrededor de $234.935,50.
Wegovy: el mismo esquema mensual asciende a $717.827,21.
Mounjaro (tirzepatida) 5 mg: las cuatro dosis mensuales se ubican en torno a los $783.858,40.
Desde Adium señalaron que habrá programas de beneficios con hasta un 30% de reducción del precio y que la comparación directa con otros productos no es del todo equivalente, porque Mounjaro ofrece un doble mecanismo de acción. En cuanto a la cobertura, los prestadores manifestaron la intención de focalizarla en pacientes de mayor riesgo, incluso como alternativa a derivaciones a cirugía bariátrica, al tratarse de una opción menos invasiva y potencialmente más económica que una operación.
Sin embargo, el costo sigue siendo una barrera importante. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó el uso de este tipo de fármacos en adultos con IMC mayor a 30 y en ciertos casos de diabetes, pero advirtió que, por su precio y disponibilidad, no llegarán a más del 10% de las personas con obesidad en el mundo. También pidió que su implementación no incremente las desigualdades en salud y que siempre se acompañe con plan de alimentación, actividad física y seguimiento profesional.
Otro punto que genera preocupación es la autoprescripción o el uso en personas que no son obesas ni diabéticas, impulsadas por la promesa de una “inyección para estar flaco”. Un artículo reciente publicado en la revista Obesity analizó el fenómeno desde una perspectiva psicológica y social, y advirtió sobre el impacto de las celebridades, las redes sociales y la idea de que la delgadez es sinónimo de disciplina, éxito y “mejores valores”. Ese combo alimenta una suerte de “economía moral del cuerpo”, donde la medicalización de la delgadez puede avanzar más rápido que la generación de evidencia científica sólida.
En la Argentina, el contexto tampoco es menor: más de 6 de cada 10 adultos tienen sobrepeso y/o obesidad, y 4 de cada 10 niños y adolescentes de entre 5 y 17 años presentan exceso de peso. Según Mónica Katz, el gasto asociado a esta problemática y sus complicaciones ya compromete más del 2,5% del PBI.
En ese escenario, la tirzepatida se presenta como una herramienta poderosa, pero no mágica. Puede ayudar a bajar mucho de peso, mejorar parámetros metabólicos y reducir riesgos cardiovasculares, siempre que se use donde corresponde: en pacientes que la necesitan, con controles médicos y acompañada de cambios en el estilo de vida. El desafío, de aquí en adelante, será que esa promesa no profundice brechas de acceso ni convierta a la delgadez en un nuevo mandato químico, reservado solo para quienes pueden pagarlo.