El rincón de la Ciudad donde el tango sigue sonando

Tras el terremoto de 1861, esa parte en ruinas de la Capital albergó a inmigrantes, que hicieron del 2x4 su música. Aún hoy se baila en la zona.

Hace años la asociación Amigos del Tango destacó la actividad tanguera y colocó con vecinos y municipio una escultura de Aníbal Troilo en la esquina de Beltrán y Montecaseros. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Hace años la asociación Amigos del Tango destacó la actividad tanguera y colocó con vecinos y municipio una escultura de Aníbal Troilo en la esquina de Beltrán y Montecaseros. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

“Vieja esquina de tangos, te rindo con este recuerdo el mejor homenaje de todo un barrio que siente”, expresa Francisco Reig en su libro “Por mi vieja Cuarta Sección”. El famoso vecino, abogado y docente universitario, recuerda en su obra muchas historias y sitios de la vieja ciudad. Allí, donde nació Mendoza, también se respira tango y hasta nuestros días, la Cuarta es el rincón mendocino reservado para la música que surgió en el Río de la Plata y se hizo famosa en todo el mundo.

Hace casi 30 años, la Asociación Amigos del Tango destacó la actividad tanguera en la Cuarta Sección y colocó junto a los vecinos y municipio una escultura del bandoneonista Aníbal “Pichuco” Troilo en la esquina de Beltrán y Montecaseros. Fue un tiempo antes de la inauguración del Área Fundacional de la plaza Pedro del Castillo.

Y hace 20 años, con la reinauguración del paseo Alameda y a pedido de los vecinos, se hizo una pérgola para disfrutar del tango. Entre medio, en varios bares de la zona se cultivan el baile y la música de Buenos Aires, y varios continúan haciéndolo, especialmente los locales que están instalados en la Alameda.

El terremoto como bisagra

Betina Tamiozzo, directora del Museo del Área Fundacional explica que la zona de tango en la Cuarta Sección surgió a principios del siglo XX. El terrible terremoto de 1861, que obligó a trasladar la Ciudad más hacia el sudoeste, generó un importante cambio en la Mendoza de aquellos tiempos. “El terremoto fue un momento bisagra y la vieja ciudad pasó a conocerse como el ´Barrio de las ruinas’ hacia fines del siglo XIX. Con la llegada de la inmigración, muchos de ellos se afincaron allí y todo ese lugar se transformó en la zona de arrabal. En ese momento se puso en boga el tango, que sirvió para unir a personas con tradiciones y culturas diferentes que habitaban en la Cuarta Sección”, asegura Tamiozzo.

En su libro, Francisco Reig destaca la “Esquina del tango” donde hoy está una conocida casa dedicada a la venta de artículos de construcción y ferretería. Allí, desde lejos se observa la imagen de “Pichuco”, sentado en la vereda junto a su bandoneón.

Es que allí antiguamente funcionó el café-bar “La Juventud”, del ex pugilista y entrenador Miguel Rivera. “Y en su gastado piso, el recuerdo de tantos y tantos que pasaron por el lugar y más de una vez apuraron un codiyo’, un ‘tute chancho’ y muchos trucos, al compás compadrón y elegante de un tango que en la radio del café se sintonizaba a través de Radio Splendid de Buenos Aires con música y letra de Tanturi, Alberto Castillo, Juan D’Arienzo y muchos porteños más y también la voz de aquellos mendocinos que se abrían paso en el canto en los concursos que hacía la desaparecida Radio Aconcagua”, cuenta Reig.

En sus páginas también recuerda la academia de bailes Los Porteñitos, ubicada sobre avenida San Martín, frente a la Alameda y los bares históricos, como “Los Angelitos”, de Montecaseros y Ayacucho, que tomó el mismo nombre del de Buenos Aires. O el viejo café de San Martín y Chacabuco, o el de Salta y Maipú, de Don Felipe Salvo, entre otros.

Por otra parte, hasta hace unos años funcionó en el cruce de calles Ituzaingó y Santa Fe la rotisería, restaurante y bar “Los dos amigos”, de la familia Rinaldi. “Anteriormente había sido el bar ‘Villarreal’, inmortalizado en un tango que se llama ‘Mi vieja Cuarta Sección’. Al parecer allí hubo algunas trifulcas y se dice que algún parroquiano perdió la vida en una de ellas”, contó a Los Andes la reconocida compositora y cantante de tango Victoria Di Raimondo, afincada en Buenos Aires, en una columna publicada el año 2016. En ese lugar también se enseñaba a bailar tango y ahora el local se trasladó a la Alameda.

Justamente en el paseo más antiguo de la provincia, entre Beltrán y Alberdi, se ubica la pérgola denominada por el municipio como “El balcón del tango”.

Betina Tamiozzo cuenta que ese lugar “fue rescatado” por la memoria de los antiguos vecinos que vivieron allí. Es que mientras estaban remodelando el paseo en el año 2000, un grupo de vecinos se entrevistó con funcionarios del municipio para comentarles que en ese lugar había estado Carlos Gardel cuando vino a la provincia en 1933.

“Con cierta añoranza se vive en la Cuarta Sección esta impronta tanguera y por eso se mantiene vigente este hito en la Alameda, gracias al aporte de los vecinos que reconstruyen una Mendoza que uno no conoce”, afirma la directora del Museo del Área Fundacional.

Y agrega que esta pérgola se mantiene como un lugar para bailar, ver y sentir al ritmo del 2x4. Y así, todos los domingos entre las 21 y 23 se reúnen bailarines y cultores del tango, una cita que en sus mejores épocas y lejos de la pandemia ha llegado a congregar hasta 300 personas.

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