Hay recetas que nos acompañan desde siempre, que nos recuerdan a la merienda en casa de la abuela, al aroma del horno encendido. Los scones entran directo en esa categoría porque son simples, tiernos, sabrosos y, sobre todo, con esa textura que se desgrana en la boca y hace que uno quiera repetir.
La buena noticia es que hacer scones en casa es mucho más fácil de lo que parece. Con ingredientes básicos, sin batidora y en menos de una hora, podés tener una bandeja lista para acompañar con dulce de leche, mermelada, manteca o lo que tengas a mano. Lo mejor de todo es que se pueden congelar crudos, así que tenés la merienda salvada para cualquier día.
La regla de oro es que no se amasan. El secreto para que queden bien esponjosos y se desarmen suavemente al partirlos está en tratar la masa con cariño. Queremos evitar desarrollar el gluten para lograr esa textura liviana que los define.