El doble objetivo de Cornejo: dar pelea a Cristina y Larreta desde el Senado

Alfredo Cornejo fue uno de los grandes ganadores de Juntos por el Cambio el 14 de noviembre. Arañó en Mendoza el 50% de los votos y en 9 días pasará a integrar el Senado nacional que preside Cristina Kirchner. Desde ese nuevo espacio, pretende dar volumen a su proyecto nacional. Pero para hacerlo, antes necesita asegurarse un cargo que le otorgue el protagonismo que perderá cuando deje de ser el jefe de la UCR nacional.

Ese lugar es la presidencia del interbloque que reunirá a 19 senadores radicales y 12 del Pro y sus aliados, como el cordobés Luis Juez. Para ocuparlo, debe desplazar al formoseño Luis Naidenoff, que está allí no por los pergaminos electorales obtenidos en su provincia precisamente sino porque responde a Gerardo Morales, el gobernador de Jujuy.

El jujeño, socio político desde siempre de Ernesto Sanz, pretende convertirse en el próximo presidente de la UCR nacional, el cargo que desde hace cuatro años ostenta el ex gobernador mendocino y que ya no puede renovar: sólo se permite una reelección.

La negociación, se sabe, es la esencia de la política. Y es clave aquel principio de ganar-ganar del que tanto se habla en los cursos de liderazgo empresario.

Cornejo tiene algo que desea Morales y Morales tiene algo que desea Cornejo. De allí al acuerdo parecía haber sólo un paso. Pero Naidenoff se ha rebelado, resiste y busca apoyos para quedarse donde está hace años.

Además, en un partido sin líder y con muchos referentes de peso relativo, son muchos los actores que participan en el juego buscando espacios de poder que a los ojos de los extraños pueden parecer ínfimos. Uno de ellos, y muy relevante, es el eterno operador “Coti” Nosiglia, que saltó a la fama en los ´80 con la Coordinadora, las jóvenes promesas que orbitaban alrededor de Raúl Alfonsín, y nunca más dejó de frecuentar los rincones oscuros de la política.

Suárez redefine el rumbo hasta 2023 y apuesta a un plan B

En el entorno del ex gobernador aseguran que “están los consensos” para que se quede con la codiciada jefatura del interbloque. O sea: tiene el apoyo de los pesos pesado del partido. La expectativa es grande porque hasta ahora no le fue tan bien como hubiese querido en su desembarco nacional.

Ese cargo en el Senado tiene un triple beneficio. Le asegura protagonismo en los debates parlamentarios para confrontar con la vicepresidenta. Le reserva una silla en la mesa chica que toma las decisiones estratégicas de Juntos por el Cambio. Y le garantiza presencia mediática nacional, imprescindible para mejorar el bajo nivel de conocimiento que tiene en el país según todas las encuestas.

La llegada de Cornejo a la cámara alta promete la reedición del superclásico mendocino: allí se encontrará con Anabel Fernández Sagasti, la rival a la que venció hace dos semanas.

Ambos tuvieron en la previa de las elecciones un mano a mano televisado inolvidable y nada hace presumir que aquella rabia haya pasado. Los debates expondrán la carga emocional que tiene toda discusión entre dos que se conocen mucho y se detestan.

Tal vez para empezar a azuzar la llama de la discordia, el radical avala una movida que cobra cuerpo en la alianza opositora: ir por la presidencia de la Comisión de Acuerdos, que ocupa precisamente la senadora cristinista y es clave porque es donde se analizan los pliegos de los nominados para ser jueces. Pero esta pelea será recién a fines de febrero.

El plan del aún diputado nacional y senador electo no sólo pasa por transformarse en la contracara de Cristina en el recinto. También apunta al juego interno de la alianza opositora. De ahí la importancia de sentarse a la mesa que tomará las decisiones.

Nace una hegemonía radical con el peronismo en sus horas más oscuras

Cornejo insiste a los suyos que el año próximo no será para asomar la cabeza como candidato. El descalabro económico con su consecuente impacto social no serán un terreno propicio para pavonearse por los medios con aspiraciones presidenciales.

Ese pronóstico parece apuntar directamente contra Horacio Rodríguez Larreta, que quiso transformar el triunfo de sus candidatos en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires en el lanzamiento de su candidatura 2023.

Cornejo lo sufrió en carne propia. Aquel día de la elección, cedió todo el protagonismo en Mendoza al gobernador, Rodolfo Suárez, para viajar a lo que creía iba a ser el festejo de la victoria nacional de Juntos por el Cambio. Pero terminó entre el público viendo la celebración del porteño.

“Entiendo la especulación personal, pero estamos peleando para ser la fuerza de alternancia en el país y debíamos dar una imagen nacional. Quiso festejar solo y terminó no festejando nada: en la provincia ganó por un solo punto y en la Ciudad por menos de lo que debería”, se despacha el mendocino en la intimidad.

Las diferencias con Rodríguez Larreta no son sólo por aquel desplante. Son más profundas. Cornejo es cada día más un “halcón” convencido de que no se puede acordar con el kirchnerismo. Comparte esa visión con Patricia Bullrich, también decidida desde el Pro a enfrentar al alcalde porteño, que hoy aparece como el mejor posicionado para 2023 y también el más abierto a una negociación con el Gobierno.

“Volvió muy caliente”, contó tras ese viaje infructuoso uno de los dirigentes que lo acompañan desde hace años. Tanto era el enojo que algunos imaginaron que iba a abandonar su aspiración nacional para intentar retornar a la gobernación en 2023. Pero por ahora el plan A sigue siendo el mismo. El martes próximo se sabrá si tiene la plataforma para construirlo.