Vacunados en el año electoral

Los gobiernos de Fernández y Suárez deberán ser evaluados por la gestión que hagan de la pandemia. Podría decirse que gestionar hoy es gestionar la pandemia.

Los gobiernos de Fernández y Suárez deberán ser evaluados por la gestión que hagan de la pandemia.
Los gobiernos de Fernández y Suárez deberán ser evaluados por la gestión que hagan de la pandemia.

Si no fuera tan grotesco hasta sería cómico. Escuchar a políticos de distinto pelaje golpearse el pecho y reclamar desde la oposición lo que niegan como oficialismo ofende cualquier inteligencia. Lo hace Juntos por el Cambio con el gobierno nacional y el PJ con la gestión provincial. Poco importan los hechos, lo que vale es el relato.

Acusar al otro de utilizar políticamente la pandemia es la última moda. Y el que lo hace siempre se ubica en el lugar de la racionalidad. El irracional, el que no escucha, el que falsea datos, el que especula es el otro.

Malas noticias: la pandemia de coronavirus ha permeado la vida de todos. ¿Cómo no iba a meterse en la política, justo en un año electoral? La pandemia estará irremediablemente en la discusión de campaña. Es más, está bien que asi sea.

Los gobiernos de Alberto Fernández y Rodolfo Suárez no pueden ser evaluados con las mismas herramientas metodológicas que sus predecesores. Apenas si se puede exigír que hagan control de daños, sobre todo en terrenos críticos como la economía. Ahora, los gobiernos de Fernández y Suárez deberán ser evaluados por la gestión que hagan de la pandemia. Podría decirse que gestionar hoy es gestionar la pandemia.

Parece de sentido común reclamarle a la dirigencia política unidad para tomar decisiones que beneficien al conjunto de los argentinos. Pero, ¿alguien cree posible que eso ocurra? El coreano Buyng-Chul Han, filósofo estrella del momento, asegura que la pandemia no ha hecho más que agudizar problemas y tendencias que ya existían en las sociedades de todo el mundo. Las carencias del sistema sanitario, la pobreza, la debilidad de las instituciones democráticas, por caso. ¿Habrá profundizado también la grieta que divide a los argentinos?

Episodios de los últimos días pueden ayudarnos a encontrar respuestas. El expresidente Mauricio Macri confesó que se aplicó la monodosis de Johnson & Johnson en una farmacia de Miami. Fue un piedra libre para que desde el kirchnerismo, incluso por boca de funcionarios del gobierno bonaerense, salieran a destrozarlo. Es cierto que Macri tiene más de 60 años y algunos problemas de salud, también que al vacunarse en el exterior no le quitó la vacuna a nadie en nuestro país. El problema es que, cuando se conoció la existencia de vacunados de privilegio relacionados con el gobierno nacional, disparó un tuit asegurando que no se inmunizaría hasta que no lo estuvieran todos los trabajadores esenciales y el último de los argentinos de riesgo. No cumplió su promesa.

El procurador del Tesoro de la Nación, Carlos Zannini, abrió otra andanada, pero en sentido contrario. En una entrevista para el canal C5N no sólo no se arrepintió de haberse aplicado la Sputnik V en el vacunatorio VIP del Ministerio de Salud sino que justificó su propia vacunación y la del periodista Horacio Verbitsky. “Sos una personalidad que necesita ser protegida por la sociedad”, contó que le dijo. Es más, provocó: “Me arrepiento de no haberme sacado la foto”. Demasiado parecido al cinismo.

El problema es la falta de vacunas. Por eso se transformó en noticia el exfutbolista Matías Almeyda quien aseguró que tenía la posibilidad de conseguir 30 mil en Estados Unidos, donde dirige a un equipo de la Major League Soccer, para donarlas y que se aplicaran a la población de Azul, la localidad de Buenos Aires donde su padre murió por coronavirus. Hizo el ofrecimiento a través de un político que conoce y este le dijo que no se podía porque se trata de un tema que maneja el Estado.

Cerrar la puerta a los principales laboratorios privados (Pfizer, Moderna, Johnson & Johnson) para privilegiar a un empresario amigo asociado con AstraZeneca fue una decisión de gestión de la pandemia. Negociar con Estados nacionales (Rusia, China y, ahora, Cuba) también.

Centralizar la compra de vacunas en el Gobierno nacional excluyendo a los provinciales y al sector privado fue otra decisión de gestión de la pandemia. Otros países, con las mismas dificultades de acceso a las vacunas que la Argentina, flexibilizaron esa estrategia. Algunos de Asia, que viven del turismo, permiten que los hoteles compren vacunas para sus clientes. Otros, incluso algunos latinoamericanos, acceden a que las empresas privadas las compren a cambio de que donen un porcentaje al Estado.

Las vacunas son la clave de este gran experimento global que atravesamos. De eso depende alcanzar la inmunidad de rebaño que permitiría flexibilizar restricciones y sacar el respirador a la economía. El ritmo de vacunación es fundamental para evitar contagios y que surjan nuevas cepas del virus. La falta de vacunas hace que se vacune poco y se sature el sistema sanitario. Una cosa lleva a la otra.

Los datos desde el pasado fin de semana son elocuentes. Para tener el ritmo de inmunización de Uruguay, por ejemplo, la Argentina debería vacunar a unas 500 mil personas por día. En promedio, apenas se llega a 100 mil.

Las consecuencias de la gestión de la pandemia se traducirán en pérdida de vidas humanas, en enfermedades emergentes, en destrucción de empresas y empleos, en menos calidad en la formación de los alumnos de todos los niveles educativos.

Demasiado serio para que la pandemia no sea parte de la discusión en un año electoral. Eso si, esperemos que nos eviten el triste espectáculo de la especulación y la chicana política. Si no es mucho pedir.

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