Una elección bien a la mendocina

Además de un proceso electoral de razonable respeto mutuo, se trató de un comicio en extremo equilibrado, que equiparó fuerzas, evitó excesos y abrió oportunidades de todo tipo.

PASO 2023 en Mendoza: ganó Cornejo. Este domingo se votó para elegir candidatos a gobernador y vice, senadores y diputados provinciales, intendentes de 11 departamentos y concejales.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
PASO 2023 en Mendoza: ganó Cornejo. Este domingo se votó para elegir candidatos a gobernador y vice, senadores y diputados provinciales, intendentes de 11 departamentos y concejales. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

No existe ninguna prueba palpable de que la clase política mendocina sea particularmente destacable con respecto al resto de la dirigencia política argentina, pero sí es evidente -y así lo reconoce todo el país- que nuestras instituciones son -en su concepción y en su funcionamiento- bastante superiores al promedio nacional. Y eso de algún modo obliga a la clase política a mejorarse un poco para al menos intentar ponerse a la altura de nuestras instituciones. O a que los malos políticos, funcionarios o jueces aparezcan más al desnudo que en otras provincias.

Al menos, en esta PASO del domingo algo muy parecido a lo que estamos hipotetizando ocurrió en Mendoza: además de un proceso electoral de razonable respeto mutuo, se trató de un comicio en extremo equilibrado, que equiparó fuerzas, evitó excesos, abrió oportunidades de todo tipo y castigó todo tipo de vacilación en la defensa de los intereses provinciales.

Es claro que todo ocurrió dentro del lamentable clima político y económico que vive la nación de los argentinos. De allí la abstención importante (en comparación con la elección de 2019 votó el 11% menos de padrón total, ya que cayó del 77,68% al 65,89%, o sea 100.000 votos menos en un padrón que creció en ese período 82.000 votantes). Hubo 10.000 votos en blanco más, y se triplicaron los votos nulos (de 21.883 subieron a 64.600), aunque eso puede deberse en parte a la primera experiencia con la boleta única, que en todo lo demás resultó un acierto. Pero también es cierto que la indifencia, apatía o bronca que con justa razón mantienen los ciudadanos del país con respecto a sus representantes, no tiene como excepción a Mendoza.

Pero en lo demás es como que los electores hayan intentando (y logrado) armar una propuesta muy cercana a lo ideal (o al menos lejos de las burdas barbaridades de otras provincias): se reconoció a un gobierno y una alianza provincial cuyos dos representantes políticos principales (Alfredo Cornejo y Rodolfo Suárez) hace años que se mantienen como los dos dirigentes locales con mejor imagen pública, pero se lo hizo de manera acotada, como para evitar que el reconocimiento se transforme en hegemonía, caudillismo o personalismo en lo que, en principio, parece venir: un tercer gobierno de Cambia Mendoza y con un gobernador que será reelecto, como casi nunca ha ocurrido en la provincia. Aunque claro, eso es lo más seguro pero, como dice el dicho popular, a seguro se lo llevaron preso.

Otro dicho popular dice que escoba nueva siempre barre bien. Que no es nuestro caso, ya que la escoba radical en Mendoza se repetirá, en caso de ganar, por tercera vez. De allí que es inevitable hacerle ciertas mejoras (que incluye las críticas a todo lo que no se hizo o se hizo mal) para que siga barriendo bien y esa tarea no conviene dejársela a la escoba que barrerá sino a los depositarios de la soberanía popular.

La proeza de repetir una gobernación (que el correligionario de Alfredo Cornejo, Roberto Iglesias, la intentó dos veces, fracasando en ambas) no puede venir sin ningún costo adicional. Y está bien que sea así. Como, por lo visto, realmente ha sido: la amplísima coalición que prolija y pacientemente -tal cual bordado de Penélope-tejió Cornejo para acceder a la gobernación en 2015 se ha desestructurado significativamente. Una parte importante construyó una nueva opción por fuera de la coalición y otra parte, también con diferencias fuertes, desafió internamente a Cornejo obtuviendo un éxito que era impensado, que pocos se imaginaban y que ninguna encuesta atinó a acertar ni siquiera de cerca.

Eso generó una estructura electoral más cercana a los cuatro cuartos que a los tres tercios que casi todos esperaban, aunque con la ventaja para el oficialismo que dos de los cuatro cuartos compitieron internamente y Luis Petri el candidato que perdió ganando (ganando en términos algo más que metafóricos) queda fuera de la elección a gobernador, pero está por verse si todos sus votos se quedarán dentro de la coalición. Esa es la apuesta que en particular el nuevo armado conducido por De Marchi encarará tratando de explotar a su favor el parcialmente probable “anticornejismo” de los sufragios de Petri. Aunque lo más seguro es que el propio Petri intente que sus votos queden dentro de la coalición porque no hay para él mucho más (y mejor) destino que adentro, en particular si mira el papel que viene jugando Daniel Orozco, que con su salto de un grupo político a otro, hasta ahora lo único que logró es haber perdido las PASO a gobernador y a intendente en su municipio, depositando todas sus esperanzas futuras en que su candidato a intendente individualmente fue el que más votos obtuvo. Consuelo que no parece ser suficiente. Como que aquellos votantes que no veían la mejor opción para Cambia Mendoza en Cornejo, hubieran optado con mayor contundencia por quien decidió desafiarlo desde adentro que por los que pegaron un salto hacia afuera.

Pero todos esos avatares electorales cuyo anecdotario podrían prolongarse indefinidamente si nos referimos a municipio por municipio y categoría por categoría son lo menos importante, si los comparamos con el hecho de fondo: una elección equilibradísima donde nadie tendrá demasiado poder y todos tendrán parte del mismo, cuya manutención dependerá de si saben administrarlo o no, que esa ya no es tarea del pueblo soberano sino del representante del mismo. El ciudadano distribuyó magníficamente bien las cartas, ahora los jugadores deberán hacer sus apuestas. Eso es lo mejor de Mendoza y este domingo lo pudimos ver en toda su magnificencia. Tanto para que el mito de la provincia más institucionalmente prolija de todas, se fortalezca aún más, sin que ello sea siempre cierto del todo.

Esta elección confirmó a Cornejo como líder indiscutido de Cambia Mendoza, pero con la enorme salvedad que el segundo hombre en importancia política dentro de la coalición, desde este domingo ya no es alguien que Cornejo pueda nombrar con su dedo, sino alguien que se ganó ese sitial por su propio mérito (aunque con algunas ayuditas, pero eso será otra nota).

También se confirmó una nueva “tercera fuerza” que se ubica no en tercero sino en segundo lugar y con una magnitud cuantitativa (lo de cualitativa está por verse) que desde los mejores tiempos del Partido Demócrata no teníamos los mendocinos. Lo cual es desde ya más que bienvenido. Y que sin lugar a dudas pondrá todas sus fuerzas en apostar a un triunfo dificilísimo pero no imposible.

Finalmente, ambas opciones, la interna de Petri y la externa de De Marchi obligarán a Cornejo a poner lo mejor de sí mismo, no sólo ni principalmente para ganar la gobernación, sino para, en caso de llegar, hacer una buena gobernación que le permita superarse a sí mismo. Que lo logrará si en primer lugar advierte que con este impresionante equilibrio de votos algo le quisieron decir los mendocinos.

Párrafo aparte para la debacle de los peronistas (que también merece una nota aparte) que no lograron, pese a una historia local muy rica, que los mendocinos confíen en que ellos defenderán los intereses de Mendoza más allá de cualquier otro interés. Y en esta elección la prioridad del voto mendocino fue Mendoza. La mejor Mendoza, la cual nos dio esta vez su mejor voto.

* El autor es sociólogo y periodista clarosa@losandes.com.ar

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