Parte de nuestra historia

A veces los relatos históricos se olvidan de la importancia de Mendoza en eso de domesticar el desierto.

Imagen ilustrativa / Archivo
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Mendoza tiene su historia y merece ser rescatada. Con el paso de los años se va diluyendo la memoria colectiva y lo que ocurrió en ayer, que ayudó a nuestra formación queda envuelto en una nube difusa.

Deberíamos darle más importancia a esos hechos que nos marcaron de un manera definitiva y que le dieron lugar a los nuevos tiempos que los sucedieron, y en esto la educación, en todos sus niveles, debería detenerse un poco para mirar para atrás.

Mendoza fue huarpe hasta que llegaron los conquistadores a fundarla, fue huarpe en gran parte de su extensión si bien al sur del diamante mandaban los pehuenches, que después adquirieron su fisonomía de mapuches. Me sorprende cuando en la Fiesta de la Vendimia se recae en el grupo huárpido y no se hace mención a los pehuenches, cuando la tercera parte de lo que es hoy la provincia les pertenecía.

Uno de los centros neurálgicos de aquella cultura era los huarpes de las lagunas de Huanacache, humedales que le daban buena perspectiva para su subsistencia, donde se pescaba, se casaba, se cultivaba en gran parte de su territorio. Con el tiempo fuimos secando las lagunas, porque la creciente población de los centros urbanos de la zona conquistada requería más agua y la tomó del río. El río tiene su importancia: de todas las ciudades que se fundaron a la llegada de los conquistadores, la única que no se fundó al lado de un río fue la nuestra. Mendoza se fundó al lado de las acequias que los huarpes de la zona habían construido tomando, a lo lejos, el agua del hoy río Mendoza. Este cauce, el mayor de la zona, propició el abastecimiento de agua a zonas que por entonces quedaban muy alejadas. Y esto implica una contradicción, porque decimos a boca llena que nuestros abuelos vencieron al desierto; es cierto, pero lo hicieron con el agua que llegaba a aquellas lagunas y con el tiempo la secaron. Por lo tanto vencieron al desierto pero crearon otro desierto, que ahora es el secano de la Lavalle y que, por aquellos tiempos, era una explosión de verde y naturaleza. Contradictorio ¿No?

Los de Mendoza fueron de los únicos pueblos originarios que no pelearon contra los conquistadores, sino que los recibieron. Tal vez, maravillados por el progreso que traían los que vestían su pecho con metal.

Después creció mínimamente. Cuando San Martín la eligió para iniciar su epopeya libertadora, la ciudad era un pueblo, en realidad. Un pueblo con pocas casas, pocas calles y con una producción mínima que apenas alcanzaba para su abastecimiento. Esto agranda el emprendimiento del héroe de la Patria porque tuvo que hacer todo partiendo de la nada, era muy poco lo que aquí había para satisfacer sus ganas de un ejército.

A pesar de todo logró su propósito y pudo cruzar los Andes para comenzar a libertar gran parte de América del Sur. Todo eso se gestó en Mendoza y me parece que no tiene su reconocimiento por parte del país y de muchos mendocinos que solo saben mirar el presente.

Mendoza todavía tiene que ser contada, porque son muchas las circunstancias que la llevaron a transformarse en lo que es. Justo es que reconozcamos el esfuerzo de los abuelos porque, en su proyección de futuro, estábamos nosotros. Y nosotros ni siquiera nos acordamos de ellos.

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