No hay destino sin reconstruir diálogos y consensos

Si el kirchnerismo está dispuesto a sacrificar sus socios con tal de imponer sus ideas, el resultado será la desconfianza de sus interlocutores y su aislamiento. Habría que recordarles que, como supo decir Alberto Fernández cuando militaba por la unidad del peronismo, con el kirchnerismo solo no alcanza para gobernar el país.

Imagen ilustrativa / Archivo.
Imagen ilustrativa / Archivo.

Las discusiones internas del Frente de Todos siguen generando conflictos institucionales de difícil resolución. Un ejemplo es la anulación en el Senado del traslado de tres jueces, que contó con el aval del Poder Ejecutivo, a pesar de una previa resolución judicial contraria. Ahora, la cuestión está en manos de la Corte Suprema, que admitió un pedido de los implicados para resolver el tema de fondo.

La Cámara de Diputados, donde el consenso es un principio imprescindible para asegurar su funcionamiento, sería otro ejemplo. Los diputados son más que el triple de los senadores; la relación proporcional entre el oficialismo y la oposición es más ajustada en esa Cámara que en la otra; y la oposición se subdivide en una mayor cantidad de bloques. Si no acuerdan entre todos una agenda y un modo de actuación, se paraliza. Con la cuarentena, las sesiones se volvieron virtuales por un acuerdo temporario y temático. Cuando el primer plazo se venció, asistimos a la escandalosa sesión en la que los diputados que estaban en el Congreso fueron considerados ausentes y sólo se contabilizó como presentes a quienes se conectaron de manera remota. Una semana después, se alcanzó un nuevo consenso: las sesiones volverían a ser virtuales; pero, ante el pedido de un solo bloque, un tratamiento en particular se realizará en forma presencial. Sin embargo, apenas tres semanas más tarde, una diputada del Frente de Todos que responde a Máximo Kirchner presentó un proyecto para modificar el reglamento e incorporar las sesiones a distancia de manera definitiva. Esta movida pone en jaque el acuerdo. El oficialismo puede tener número suficiente para que la comisión respectiva emita un dictamen favorable. Pero cuando baje al recinto, ¿cómo reaccionará ante el reclamo de la oposición de debate presencial?

Por supuesto, todas estas discusiones se tornarían abstractas si la actividad legislativa hubiese sido reconocida como esencial por los decretos presidenciales que regularon las distintas etapas de la cuarentena que vivimos desde marzo. Más allá de si hay entre las bancas una distancia o si se las aísla, es curioso que el funcionamiento de un Poder del Estado entrara en crisis por la pandemia y no pueda hallar una solución.

Con todo, el problema expone con crudeza la imposibilidad del kirchnerismo para cumplir los compromisos que se gestan en mesas de diálogo, sea con sus socios o con sus adversarios. Porque si el acuerdo de Diputados se cae por este proyecto, el primer damnificado será Sergio Massa, que integra el oficialismo y preside la Cámara. Su palabra y su capacidad negociadora perderán todo su valor.

Si el kirchnerismo está dispuesto a sacrificar sus socios con tal de imponer sus ideas, el resultado será la desconfianza de sus interlocutores y su aislamiento. Habría que recordarles que, como supo decir Alberto Fernández cuando militaba por la unidad del peronismo, con el kirchnerismo solo no alcanza para gobernar el país.

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