La grieta en las urnas de Brasil

Lula y Bolsonaro tienen chances de ganar, pero la duda es sobre lo que hará Bolsonaro si pierde por un escaso margen.

Lula da Silva y Jair Bolsonaro, en plena campaña
Lula da Silva y Jair Bolsonaro, en plena campaña

Si Jair Bolsonaro no logra dar vuelta la elección y superar a Lula da Silva en el ballotage, aunque pierda por un puñado ínfimo de votos dejará en duda la legitimidad de su actual mandato presidencial.

Ocurre que, en la elección que le dio la presidencia, el líder del PT no pudo competir porque el juez de Curitiba lo había sacado de la carrera electoral enviándolo a la cárcel.

Como las encuestas daban a Lula como seguro ganador y como Bolsonaro le dio a Sergio Moro una porción de poder nombrándolo ministro de Justicia y Seguridad, lo que murmura el sentido común es que hubo un acuerdo secreto entre el líder ultraderechista y el juez para que éste le allanara el camino a la presidencia, sacando de la contienda al máximo referente de la izquierda brasileña.

Esta es la primera pulseada electoral en la que se enfrentan Lula y Bolsonaro. Aunque resulte paradójico, el actual presidente necesita derrotar al ex mandatario para legitimar el mandato que está concluyendo al demostrar que él puede vencerlo.

De no lograrlo, quedará flotando en la historia la sensación de que jamás habría podido ocupar el Palacio del Planalto si el juez Moro no hubiera encarcelado a Lula.

Bolsonaro necesita ganar también porque, de perder el poder, quedará al alcance de posibles procesos judiciales por diversas causas, muchas vinculadas a actitudes asumidas durante la pandemia, como sabotear el distanciamiento social y el uso de barbijo, además de promover la cloroquina como antídoto contra el covid, a pesar de lo que sostenían la OMS y las autoridades sanitarias.

Si quien gana es Lula, su historia personal agregará un capítulo victorioso a una vida novelesca. El hombre que desde la pobreza extrema llegó a la cumbre del poder, logró un segundo mandato, luego dio al PT otros dos triunfos consecutivos con su elegida Dilma Rousseff y, tras el impeachment que la sacó de la presidencia, empezó un vía crucis judicial que lo llevó a la cárcel, tendrá su revancha regresando triunfal a la presidencia.

El capítulo que lo reivindicará ante la historia mostrará como punto de reversión de su caída en desgracia los fallos judiciales que declararon nulas las sentencias de Sergio Moro, acusando al juez de haber manipulado las causas y actuado en coordinación con los fiscales para encarcelar a Lula y convertir presidente a Bolsonaro.

La moneda está en el aire y el escrutinio dirá si el actual presidente consigue el triunfo sobre Lula que nunca logró, o si, por el contrario, el líder metalúrgico le agrega a su historia un capítulo que la vuelve aún más novelesca.

En la antesala de la votación ambas alternativas parecían posibles. Con indicadores económicos alentadores y con una política de seguridad basada en la mano dura que fue aplaudida sobre todo en los sectores más pobres y vulnerables frente al delito, sumados al fervor de los ultraconservadores y los fundamentalistas evangélicos, el presidente incrementó su competitividad logrando respirarle en la nuca a su popular rival en la recta final hacia la segunda vuelta.

No obstante, puede ser mayoritaria la porción de la sociedad que se espanta ante los rasgos esperpénticos del liderazgo de Bolsonaro. Un presidente que hace el ademán de disparar un fusil para graficar gestualmente su posición frente a todo lo que considera despreciable (amplio espectro que incluye los homosexuales, la izquierda, el feminismo etcétera) evidencia desequilibrios que también se expresan en innumerables comentarios que destilan fobias raciales, políticas, sexuales y sociales.

Pero también Lula tiene un lado oscuro que se evidencia en su política regional, donde practicó un amiguismo irresponsable y controversial con demagogos y déspotas de izquierda. Esas relaciones y gesticulaciones ideologizadas no se reflejaban en la política interna. Los gobiernos de Lula no tuvieron los rasgos sectarios ni los ideologismos de la izquierda autoritaria con la que se codeaba en la región, pero incrementaron el rechazo y la aversión a su liderazgo en amplios sectores de la clase media.

A eso se sumó la corrupción que Lula había prometido combatir y que se incrementó durante sus mandatos.

Las chances de imponerse que posee el ex sindicalista metalúrgico tienen que ver con los buenos resultados económicos y sociales de sus gobiernos y también con los desequilibrios, extremismo y abyecciones de su contrincante.

Ambos tienen chances de ganar. La duda más oscura es sobre lo que hará Bolsonaro si pierde por un margen muy estrecho. Ha dado muchas señales de que no aceptaría una derrota porque la consideraría fraudulenta. Y también ha mostrado la intención de empujar a los militares a dar un golpe. La moneda está en el aire.

* El autor es politólogo y periodista.

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