Ensaladas varias

La palabra “ensalada” también es usada para mencionar una mezcla de cosas sin conexión: “Por favor, ordene su exposición porque está haciendo una ensalada”.

Muchas veces necesitamos referirnos a elementos de nuestra existencia cotidiana a fin de hacer más inteligible el mensaje.  / Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes
Muchas veces necesitamos referirnos a elementos de nuestra existencia cotidiana a fin de hacer más inteligible el mensaje. / Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

Al hablar, muchas veces necesitamos referirnos a elementos de nuestra existencia cotidiana a fin de hacer más inteligible el mensaje. Entonces, elegimos, por ejemplo, las frutas. Veámoslo: si tomamos el nombre de la manzana, nos encontramos con la locución “sano como una manzana”, que sirve para ponderar la buena salud de alguien: “Viene con su bebé en brazos, sano como una manzana”. Y, por el contrario, si se quiere indicar que una persona puede, con su mala influencia, corromper al resto, se habla de cómo una “manzana podrida” echa a perder, con su contaminación, a las que están cerca: “Hubo que cambiarlo de curso, pues era la manzana podrida entre sus compañeros”. En la descripción anatómica de alguien, sobre todo de un varón, se menciona “la manzana o nuez de Adán” para aludir a la prominencia laríngea ubicada en la parte delantera del cuello, más notable, según dije, en los hombres que en las mujeres.

Y la palabra “ensalada” también es usada para mencionar una mezcla de cosas sin conexión: “Por favor, ordene su exposición porque está haciendo una ensalada”. Según el diccionario académico, en el ámbito de la métrica, se da el nombre de “ensalada” a una composición lírica en que se emplean a voluntad medidas diferentes”; también en la esfera literaria, una “ensalada” es una composición poética en la cual se incluyen, esparcidos, versos de otras poesías conocidas.

¿Cuándo se usa “hacer la pera”? Esta locución indica que alguien no concurrió a una cita: “”Lo esperé un buen rato, pero me hizo la pera”. Tiene connotación negativa, al igual que “pedir peras al olmo”: esta expresión señala que se espera de una persona, en vano, algo que no puede provenir de su educación, ni de su carácter o conducta: “No haga el esfuerzo de mencionarle lo que necesita porque es pedirle peras al olmo”.

En otro sentido, también connotativamente hablando, aunque menos conocida en Mendoza, es la locución “poner a alguien las peras a cuarto”, que significa que se le dice claramente lo que se piensa. Se habla duramente con otra persona y se le hace saber que deberá pagar caro por lo que ha hecho. El vocablo “cuarto” alude a una moneda de plata, el cuarto de real, acuñada en 1896; esta moneda tenía un valor altísimo, por lo que sería imposible que las peras se cotizaran a ese precio.

En nuestro país y en Uruguay, existe una locución que menciona la fruta disecada: “ser el último orejón del tarro/frasco”. Los orejones son los trozos de frutas secas, preferentemente damascos, duraznos o manzanas, que se almacenan en recipientes, por lo general, frascos o tarros. Al deshidratarse, estos trozos de fruta van tomando un aspecto semejante al de las orejas humanas, hecho que explica su nombre. Además, los recipientes en que se guardan suelen tener embocadura muy angosta y ello dificulta la tarea de sacar del fondo los orejones, que van quedando postergados. Metafóricamente, se hace referencia a las personas que son discriminadas, ignoradas o dejadas de lado.

¿Cómo encontramos la “naranja” en el vocabulario? En primer lugar, “media naranja”: coloquialmente hablando, se trata, según la Academia, de una persona que se adapta tan perfectamente al gusto y carácter de otra, que esta la mira como la mitad de sí misma. Con igual sentido, se llama “media naranja” al marido respecto de la mujer y viceversa: “Cada cual llegó con su media naranja”.

En arquitectura, recibe el nombre de “media naranja” la cúpula o bóveda semiesférica, que cubre un espacio generalmente cuadrado. En otro orden de cosas, se conoce como “piel de naranja” la apariencia de superficie granulosa que toma la piel en procesos edematosos; es sinónimo de “celulitis”: “Con esa crema se disminuye visiblemente la piel de naranja”. También, usada sola y en plural, la palabra “naranjas” puede tener valor de interjección, ya para decir enfáticamente “no”, ya para denotar asombro, extrañeza o desahogo.

La “banana” es otra fruta que puede aludir en forma coloquial y despectiva a una persona tonta o boba; pero si se le añade el adjetivo “buena”, la locución señalará a un bribón, a una persona astuta, a alguien que se presenta como muy ocurrente y pícaro: " ¡Buena banana tu socio!”.

Otra fruta para expresiones coloquiales, con valor connotativo, es el “melón”. Una locución posible es “catar el melón” que se usa, por analogía con la costumbre popular de probar un trozo de esta fruta y ver si se encuentra en sazón, para referirse a que se hace un sondeo o tanteo a alguien o algo: “No me animo a emprender el cambio sin catar el melón”. También, coloquialmente, se llama “melón” a un “hombre torpe y necio”: “No va a poder hacerlo porque es un melón”. Por extensión, se habla de “melona” para aludir a una mujer con idénticas características negativas a las señaladas para el hombre.

También las verduras son frutos de la tierra y con ellas se forman ensaladas; así, es posible utilizar sus nombres para formar locuciones. ¡Cómo usamos el sustantivo “papa” en nuestras comunicaciones cotidianas! Si un asunto se muestra conveniente o fácil de hacer, decimos que “es una papa”; pero cuando un problema es grave e incómodo y se presenta insoluble, deseamos deshacernos de él y trasladárselo a otra persona, pues decimos que es una “papa caliente”. Además, encontramos en el Diccionario de americanismos, “papafrita”, en una sola palabra, como sustantivo o como adjetivo, para referirnos a una persona muy ingenua, tonta y poco perspicaz.

¿Y qué valor connotativo posee la “zanahoria”? Coloquialmente, se le atribuye a alguien tonto y simplón, de escasa inteligencia. Si se adjetiva, puede decirse “zanahorio” y es una forma americana, que alude a quien sigue y respeta las costumbres del pasado; también, al que se escandaliza fácilmente ante lo que no se ajusta a la moral convencional.

También el “zapallo”, según esta misma fuente, posee valores connotativos pues puede nombrar, en Chile, Uruguay y Argentina, la cabeza de una persona. Coloquialmente, puede aludir a un éxito inesperado, logrado en forma casual. Por otro lado, nos sorprende que se vuelva adjetivo y, como tal, admita la forma “zapalla”: con este valor de cualidad, significa “tonto, falto de entendimiento o de razón”.

Asociado a zapallo encontramos el sustantivo “calabaza” que aparece en algunas locuciones de tipo coloquial. Así, “dar calabazas a alguien” puede significar “reprobarlo en un examen” y, también, “desairarlo o rechazarlo cuando requiere de amores”. Hay una segunda locución, “Nadar alguien sin calabazas”, que indica que se sabe manejar por sí solo en la vida.

*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.

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