El ostracismo de San Martín: sus últimos años

Al tiempo de su llegada a París tanto José como Mercedes fueron alcanzados por la epidemia de cólera sobreviviendo gracias a los cuidados del joven Mariano Balcarce, con quien luego se casaría Mercedes.

El ostracismo de San Martín: sus últimos años.
El ostracismo de San Martín: sus últimos años.

Luego de su agitada y fructífera vida pública al servicio de la Libertad e Independencia de América José Francisco de San Martín, ante el intento frustrado de terminar su vida en Mendoza como labrador junto a su familia, decidió iniciar un prolongado ostracismo en Europa. Desde su llegada al viejo continente en 1824 y hasta 1830 la pequeña Merceditas y su papá José deambularon por Inglaterra, Bélgica y los Países Bajos soportando duros años de penurias y cavilaciones, en tanto que las autoridades europeas seguían los pasos del otrora Libertador de América a través de espías y agentes secretos que iban dando cuenta de sus movimientos por aquellos países, incluso en algunas ocasiones José y Mercedes tuvieron que cambiar sus apellidos para despistar a sus seguidores, tal el reporte hallado por el historiador José Pacífico Otero en el libro catastral de Bruselas en que se consignaba la residencia de: “Marcelis, Josephus, 48 años, nacido en Buenos Aires, viudo, rentista, católico romano y Marcelis, Josepha, 13 años, Buenos Aires, soltera, católica (en el margen: Viudo de María Escalada).

Así luego de diversos viajes en que San Martín recorrió Londres, Bruselas, Amberes, Lille, Tolón, Marsella, París, Falmouth, Ostende, Valencay, en muchos casos por razones de salud, o por la educación de su hija y en ocasiones para conocer lugares, a veces en compañía de su hermano Justo Rufino, con idas y vueltas entre dichas ciudades y Bruselas su lugar de residencia donde vivía como un verdadero cuáquero retirado en una casita de campo lejos de la ciudad, finalmente José, Merceditas y Justo Rufino se instalaron en París; pues al decir del propio San Martín: “La Revolución que estalló en los Países Bajos me obligó a dejar mi residencia de Bruselas y conducir a mi hija a ésta, con el objeto de evitarle los peligros y temores que son consecuencia de una revolución, cuyos principios, acompañados de incendios y saqueos, hacían temer sus consecuencias, y al mismo tiempo dar la última mano a su educación”.

Al tiempo de su llegada a París tanto José como Mercedes fueron alcanzados por la epidemia de cólera, sobreviviendo en parte gracias a los cuidados del joven Mariano Severo Balcarce, con quien San Martín, desde unos meses antes, planeaba comprometer a su hija; matrimonio que se concretó meses después el 13/12/1832. Desde París, el General, continuará su correspondencia con América, alternando las tareas de jardinero, carpintero y armero en el pequeño taller de su casa de Grand Bourg, con breves viajes por el medio día de Francia y resto de Europa, asistiendo a reuniones, tertulias, óperas y tenidas sociales en que se relacionará con destacados artistas, diplomáticos y políticos de la mano de su querido amigo el marqués Alejandro Aguado.

En una de aquellas reuniones lo hallará Juan Bautista Alberdi quien describe el encuentro diciendo: “El 1° de Septiembre, a eso de las once de la mañana, estaba yo en casa de mi amigo el señor D. M. J. de Guerrico, con quien debíamos asistir al entierro de una hija del señor Ochoa (poeta español) en el cementerio de Montmartre. Yo me ocupaba, en tanto que esperábamos la hora de la partida, de la lectura de una traducción de Lamartine, cuando Guerrico se levantó, exclamando: “¡El general San Martín!” Me paré lleno de agradable sorpresa al ver la gran celebridad americana que tanto ansiaba conocer. Mis ojos, clavados en la puerta por donde debía entrar, esperaban con impaciencia el momento de su aparición. Entró por fin con su sombrero en la mano, con la modestia y el apocamiento de un hombre común. ¡Qué diferente lo hallé del tipo que yo me había formado oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! Al ver el modo como se considera él mismo, se diría que este hombre no había hecho nada de notable…”, relato por demás interesante y extenso en el que el gran constitucionalista dejará una semblanza completa, en posteriores encuentros, del Libertador de América.

En sus últimos años San Martín recibirá la visita de personalidades provenientes de las repúblicas por él redimidas: Domingo F. Sarmiento, Francisco J. de Paula Santander, Juan Manuel Iturregui, Felix Frías, Florencio Varela, además de ministros plenipotenciarios, cónsules, y diplomáticos de Europa, EEUU, Brasil, Perú, Chile, Colombia, etc., con quienes departirá de su epopeya libertadora, de la actualidad y noticias de América. Temas recurrentes también en su correspondencia con entrañables amigos como Tomás Guido, Goyo Gómez Orcajo y Bernardo O’ Higgins, entre muchos otros. Por ese tiempo también, un poco más holgado en sus asuntos financieros, enviará ayuda para vecinos y amigos de Mendoza, Buenos Aires, Chile y Perú: así ordenará repartir la producción de su chacra La Tebaida entre los vecinos de la zona; asistirá al gran patriota chileno o’ Higgins durante su exilio en el Perú, y en una carta de 1842 a su amigo Goyo le prescribirá: “… Se me olvidó decirte que consecuentemente a la emigración del doctor Álvarez, su situación no debe ser la mejor, en este concepto, de lo que cobres de mi pensión quedas autorizado para remitirle lo que él te pida en proporción de lo que cobres y con presencia de su situación y su necesidad tú puedes arreglar…”.

Afectado por cataratas, irá reduciendo sus comunicaciones, lamentándose de tener que “valerse de mano ajena para escribir su correspondencia”, haciéndose leer los papeles públicos, y compartiendo los últimos meses de vida junto al Dr. Adolph Gérard, abogado y periodista, que vivía en la planta baja junto a su esposa e hijos, en la vivienda que los Balcarce y San Martín habían alquilado en el puerto francés de Boulogne Sur Mer y donde ambas familias compartían el comedor; mientras que en el despacho del Dr. Gérard el viejo guerrero disfrutaba de largas charlas con su nuevo amigo, charlas gracias a las que Adolph Gerard pudo escribir una hermosa reseña biográfica a pocos días de aquel 17 de Agosto de 1850 en que dejaba de existir el Libertador de medio continente.

Como hombre de acción, pero también como un intelectual ilustrado, Gobernante ordenado y progresista, y ciudadano comprometido con su tiempo: San Martín fue, sin duda, el máximo Líder de su tiempo que logró cambiar el destino de América. Hoy más que nunca su legado de hombre público honesto y comprometido con la realidad de su tiempo y por sobre todo desde la coherencia entre su pensamiento, su palabra y su acción, nos interpela y nos impone una reflexión ante las grandes dificultades que atraviesa nuestro país y la región, que espera concretar el legado de los libertadores de unidad latinoamericana tan pretendida y aún esquiva, y por sobre todo desde la visión del desarrollo y progreso a través de la educación e ilustración universal que tanto él como los hombres y mujeres que arriesgaron todo por la libertad e independencia de América soñaron.

*El autor es docente y ensayista.

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