“¿De dónde salió esta gente?” (acerca del voto a Milei)

La dirigencia oficialista quedó sorprendida por la masiva presencia de fiscales en territorios donde no hay dirigencia libertaria y la del Pro no es muy significativa, “¿de donde salió esta gente?” se preguntaban, repitiendo lo que decían en algunos diarios de Buenos Aires, después del 17 de octubre de 1945.

Javier Milei recibió en su búnker a Mauricio Macri y a Patricia Bullrich.
Javier Milei recibió en su búnker a Mauricio Macri y a Patricia Bullrich.

La elección presidencial en la que Javier Milei se impuso con la mayoría más contundente en 40 años, tanto en votos como en distritos ganados, tiene características que, a juicio del que esto escribe, la hacen comparable a 1946 cuando el entonces coronel Perón se impuso a la política tradicional. A los que habían gobernado hasta 1943 para también a los opositores a esos gobiernos.

Con la elección del 19 de noviembre pasado, se produce un cambio de esa magnitud, con la diferencia, que esta vez el señor Milei llega desde el llano, siendo hasta hace unos tres años, solo un “excéntrico” panelista de televisión y no desde el poder como fue el caso de Perón.

El electorado que le dio el triunfo es distinto al que posibilitó la victoria de Alfonsín en 1983 o la de Macri en 2015, resultado de masivos apoyos de las clases medias y altas. Esta vez, en especial en el segmento de los menores de 30 años, los votos de Milei vinieron de todos los sectores sociales. El peronismo perdió una buena parte del sufragio de los más carenciados o el de los trabajadores informales. Y en todas las regiones, el triunfo en casi todo el norte, sin estructuras partidarias es inédito y señal de la preponderancia de la cultura digital en la población sobre los medios tradicionales que en esas provincias controlan los oficialismos.

La dirigencia oficialista quedó sorprendida por la masiva presencia de fiscales en territorios donde no hay dirigencia libertaria y la del Pro no es muy significativa, “¿de donde salió esta gente?” se preguntaban, repitiendo lo que decían en algunos diarios de Buenos Aires, después del 17 de octubre de 1945.

La crisis de liderazgo quedó en evidencia. Los llamados de una parte de la dirigencia radical a votar a Massa, no fueron tomados en cuenta por los votantes de Juntos por el Cambio. Basta recordar los resultados de la primera vuelta, para comprender que quienes votaron a Patricia Bullrich, en el ballotage, lo hicieron por Milei.

Junto con Milei, el otro triunfador es Mauricio Macri quien hace un año advertía sobre la conveniencia de incorporarlo a la coalición opositora, generando el rechazo de gran parte de los integrantes de Juntos para el Cambio. Macri no ha sido reconocido como político por los que creen que solamente en los comités partidarios, se forjan dirigentes y líderes olvidando que la política, en definitiva, es un tema del poder, de cómo adquirirlo, cómo conservarlo y como y para qué usarlo.

Macri conoce el poder desde muy joven, fue formado en su casa como hombre del poder y a diferencia de Massa, no es un empleado del poder. Ahora les dio una lección a los Morales, los Lousteau, mostrando que está más en contacto con la realidad. Tal vez porque no habla solamente con políticos.

Han concluido dos ciclos, simultáneamente, en la Argentina. El sistema político surgido de las crisis del 2001 concluyó. Quienes lograron el poder unidos solo por el espanto que causaba el oficialismo, lo han perdido y como en 1946, los que fueron oficialismo y oposición fueron derrotados. Ahora hubo otro se vayan todos, pero canalizado esta vez por un outsider, fenómeno tan bien visto en la región, con Pedro Castillo en Perú, Boric en Chile o Novoa en Ecuador y en Europa con los efímeros éxitos de Beppe Grillo, en Italia o los españoles Ciudadanos y Podemos.

Más allá del éxito o la decepción que provoque el nuevo gobierno argentino, el sistema político será reconfigurado. No se trata solamente de la perdurabilidad de las coaliciones que disputaron el acceso al poder en estos años sino de la crisis en los partidos que las integraron.

El otro ciclo finalizado es del oficialismo conformado a partir del triunfo de Kirchner en 2003, un emergente de la crisis política del 2001. Es inimaginable sin esa crisis que un gobernador de Santa Cruz pudiera llegar a la presidencia de la Nación y menos intentar imponer una dinastía.

Posiblemente los escándalos del saqueo implementado por esta familia y sus allegados nos han distraído de los enormes disparates ejecutados en sus gobiernos. Disparates agravados porque la Argentina tuvo la mayor oportunidad, ofrecida por el contexto internacional, para dar un gran salto en la modernización de sus estructuras productivas, la mejora de su competitividad y diversificación de su economía.

Los precios más altos para nuestras exportaciones desde 1914, no fueron aprovechados por las políticas anti exportadoras, por eso la falta de dólares que afecta a la producción por falta de insumos y que hacen peligrar, incluso, la atención de la salud. Un incremento del gasto público que no se tradujo en mejoras cualitativas en infraestructura, seguridad, educación o salud. Por eso frases promocionando el “estado presente” y el miedo a la “pérdida de derechos” sonaron como una broma de mal gusto y no asustaron a nadie ni tampoco impidieron la derrota el festival del derroche del gasto público en el intento de evitarla. Es que nada impide el final cuando se percibe que una época concluye.

* El autor es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Argentino de Historia Militar.

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