Batalla de egos en un país al borde

Dicen muchas encuestas que si las elecciones fueran hoy Milei sería presidente. De ahí las alarmas que se esparcen por los bunkers políticos y resuenan en el círculo rojo.

Elecciones 2023: Javier Milei, en el Foro Llao Llao, de empresarios.
Elecciones 2023: Javier Milei, en el Foro Llao Llao, de empresarios.

Sería emocionante, si no fuera para el espanto. A tanta “vocación de servicio” me refiero. En un país al borde de otra crisis que amenaza con alcanzar proporciones históricas, florecen los candidatos a presidente.

La deriva política parece ésta: la crisis del 2001 hizo estallar a los partidos tradicionales y, ahora, el fracaso está arrastrando a las coaliciones que surgieron como alternativa de aquel descrédito. De los partidos a las coaliciones y, de ahí, a esta suerte de personalismos light.

Autoexcluidos de la competencia en las urnas Mauricio Macri y Cristina Kirchner, sumado a la inédita renuncia de un presidente, Alberto Fernández, a ir por su reelección, la fragmentación extrema es el síntoma y toma cuerpo la probabilidad de otro “presidente delegado”. Como Héctor J. Cámpora, como Alberto Fernández.

A esta hora la lista de quienes han confirmado (o se presume) su vocación presidencial la integran Daniel Scioli, Sergio Massa, Agustín Rossi, Eduardo De Pedro, Juan Grabois, Sergio Berni y Juan Manzur (por el kirchnerismo y aliados); Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Gerardo Morales, Facundo Manes, Elisa Carrió y Miguel A. Pichetto (por el macrismo y aliados); Juan Schiaretti, Juan Urtubey y Alberto Rodríguez Saá (del peronismo no K); Javier Milei (libertarios) y al menos uno de la variopinta oferta de izquierda (asoman Myriam Bregman, Gabriel Solano y/o Celeste Fierro). Son veinte nombres que, al menos desde el discurso, semblantean la posibilidad de presidir la Argentina.

Sería la pata política que urde el desvarío de la economía y profundiza el declive social. Todos contribuyen a ese cóctel que tan bien describe la economista Marina Dal Poggetto cuando, en un artículo que publicó diario Clarín, reflexiona sobre la posibilidad de volver a caer en una hiperinflación: “La fórmula para construir una híper: primero indexá los contratos con plazos cada vez más cortos (precios, tarifas, dólar, tasa de interés y salarios), después incumplí el acuerdo con el FMI (perdé las reservas para sostener la actividad y aumentá las necesidades de pesos del fisco) y finalmente, adentrate en un esquema de competencia política que proponga un nuevo cambio rápido de régimen y ponga dudas sobre el horizonte de la deuda de pesos, el único esquema de financiamiento posible en el marco del acuerdo con el FMI para financiar el agujero fiscal y la enorme concentración de vencimientos de la deuda en pesos. Bingo”. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

Los que no se presentan como enérgicos salvadores, se autoperciben prendas de unidad o síntesis de nuevas coaliciones reconfiguradas a partir de las tensiones internas (los desacuerdos) de las actuales. Un aporte a la confusión general, una gota más en el recipiente del hartazgo de una sociedad frustrada por la ineficiencia de su clase dirigente y por sus propias contradicciones.

Por eso existe un cierto consenso entre consultores que analizan la realidad del país. De sus recorridas por el territorio surgen sólo dos certezas: 1) que la frustración y la falta de esperanza dominan el ánimo de los argentinos y 2) que si las elecciones fueran hoy, el libertario Javier Milei sería presidente. Es más, hace algunas semanas uno de ellos relevó que la intención de voto a Milei en Mendoza es casi la misma que tienen Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Gerardo Morales y Facundo Manes sumados.

De ahí las alarmas que se esparcen por los bunkers políticos y resuenan en el círculo rojo. De hecho, sólo el presidente Alberto Fernández tuvo menos intención de voto que el libertario entre los empresarios que se reunieron en Bariloche para escuchar a los precandidatos presidenciales en el Foro realizado en el hotel Llao Llao.

La reciente PASO en las siete comunas mendocinas que desdoblaron sus elecciones de la provincial para votar intendentes y concejales encendió nuevas luces rojas. Casi 40% de los empadronados no fue a votar y otro casi 10% votó en blanco o anuló su voto. Es decir, prácticamente la mitad de la gente dejó en claro su enojo y desinterés en la primera elección del año en Mendoza. Todavía faltan 5, o 6, si hay balotaje presidencial.

En un país necesitado de urgentes acuerdos que eviten una nueva crisis que, como en el fin de la Convertibilidad, arrastre vidas y haciendas, la noticia es la diáspora y la confrontación permanente al centro de las propias fuerzas políticas que deberían proponer las soluciones. Una batalla de egos en la cúspide del poder cuyo resultado está por verse, pero que puede dejarnos atónitos.

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