América Latina: cambios y continuidades

En Brasil se juega la continuidad de Bolsonaro, en Colombia el cambio que significa Petro y en Venezuela la sobrevivencia del régimen chavista.

Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. / Archivo
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. / Archivo

La elección presidencial brasileña muestra que Bolsonaro está reduciendo la ventaja que lleva Lula. Esta era de 20 puntos dos meses atrás, se redujo a 15 el mes pasado y hoy está por debajo de 10. Vuelve a ser el escenario probable el que haya segunda vuelta. La mejora en la situación económica y la ampliación de los subsidios sociales para los sectores de menores ingresos serían las causas principales de esta tendencia, que tiene lugar cuando una parte del establishment económico ha hecho pública su toma de posición a favor de Lula. El Presidente sigue hablando de la posibilidad de fraude en las elecciones y cuestiona el sistema de voto electrónico que lleva décadas de funcionamiento en el país. Bolsonaro, que eligió nuevamente como candidato a Vicepresidente a un general, en este caso Braga Netto, ha aumentado el rol de las Fuerzas Armadas en el control y seguridad del acto electoral. Impulsa que éstas revisen la regularidad del voto, hasta ahora competencia de la Justicia Electoral. La estrategia oficialista parece asemejarse a la que usó Donald Trump en su intento de cuestionar la victoria electoral de Joe Biden. En julio visitó el país el Jefe del Pentágono, el general Lloyd Austin, para participar de una reunión de ministros de Defensa del continente. Aprovechó para hacer público su reclamo a las Fuerzas Armadas brasileñas para que no intercedan en el proceso electoral, es decir, que no acompañen la estrategia de Bolsonaro. Al mismo tiempo, el Presidente brasileño ha aumentado sus muestras de simpatía explícita hacia Vladimir Putin, distanciándose en este punto de la política estadounidense.

El nuevo Presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha asumido el que se considera el primer gobierno de centroizquierda en la historia del país. Sus desafíos son importantes. En lo económico ha logrado contener -aunque todavía no resolver- las dudas de los mercados. Ha planteado una reforma impositiva tendiente a reducir la desigualdad social que genera críticas en el sector empresario. En el tema agropecuario ha insinuado una reforma agraria a favor de los pequeños productores, que es un reclamo histórico en Colombia. Pero las dudas y desafíos hacia adelante se vinculan al problema de la seguridad. Intenta reactivar el proceso de paz que quedó trunco pese a los esfuerzos del Presidente Santos. Tanto disidencias de las FARC como el Ejército de Liberación Nacional -que no se sumó al acuerdo de paz- han dado señales positivas hacia el nuevo Presidente. En una jugada más arriesgada, ha extendido su propuesta al llamado “Cartel del Golfo”, el mayor grupo del crimen organizado en Colombia, constituido por grupos paramilitares que no se desarmaron tras los acuerdos de paz de Santos. Intentará desescalar la tensión militar en la frontera con Venezuela, que se ha acumulado durante años, en los cuales los dos países tuvieron gobiernos antagónicos. Allí actúan las disidencias de las FARC con apoyo del régimen chavista y distintos grupos del crimen organizado que crecen en temas como la minería ilegal. Petro da señales de modificar la política antidroga y esto genera cierta preocupación en el gobierno estadounidense.

La situación emergente de la probable derrota de la nueva constitución chilena en el referéndum que se realiza a comienzos de septiembre, puede influir sobre la imagen de gobernabilidad de los gobiernos de centroizquierda en la región.

A su vez, el régimen venezolano se ha mostrado abierto a las propuestas de normalización de las relaciones bilaterales provenientes del nuevo Presidente colombiano. La reapertura de la frontera es el primer hecho que marcará esta recomposición. Ha estado cerrada durante la mayor parte del gobierno de Iván Duque, periodo en el cual los dos países denunciaban amenazas recíprocas. Para Maduro, el nuevo gobierno colombiano es la oportunidad de romper su aislamiento en América del Sur, el que ha sido muy marcado en los últimos tres años y medio, desde que Juan Guaidó fuera reconocido como Presidente delegado por el Congreso. El régimen de Maduro muestra progresos económicos, habiendo podido dominar la hiperinflación y aceptando el curso legal del dólar. Ya en julio, la inflación venezolana en términos mensuales ha sido menor que la de Argentina. Pero la situación social sigue siendo difícil y los reclamos por el precio de los alimentos y los bajos salarios crecen en las calles, aunque fuera del control de la oposición. El gobierno hasta ahora no cede a los reclamos internacionales para que liberalice el régimen político y suavice la detención de opositores. La alianza con Rusia e Irán se profundiza. El acuerdo con Irán para que este país explote en exclusividad un millón de hectáreas cultivables ha generado críticas de la oposición y aun dentro del oficialismo, tanto en sectores civiles como militares. Se trata de un problema que puede escalar en lo interno y en lo internacional. A ello se suma que el gobierno venezolano ha presentado una fuerte crítica al argentino por la retención del avión venezolano-iraní en la capital argentina, de acuerdo a un pedido de la justicia estadounidense.

En conclusión, en Brasil se juega la continuidad de Bolsonaro, en Colombia el cambio que significa Petro y en Venezuela la sobrevivencia del régimen chavista.

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