Juan Pablo Murgia: “No se puede manejar una finca por receta de productos químicos”

El gerente de Enología de grupo Avinea, productor de vinos orgánicos, habló de los desafíos de este tipo de producción en Argentina.

Esto lo convierte en el productor de vinos orgánicos más importante del país, con la proyección hacia 2025 de multiplicar esta superficie.
Esto lo convierte en el productor de vinos orgánicos más importante del país, con la proyección hacia 2025 de multiplicar esta superficie.

Los viñedos orgánicos son una tendencia que año a año parece consolidarse en nuestro país. Tanto es así que proyectos desarrollados en los últimos 15 años, ya han nacido bajo esta concepción, a pesar de ser un modelo más caro de negocios. Uno de los ejemplos más gráficos de esto es el Grupo Avinea, compuesto por Bodega Argento, en Mendoza, y Otronia, en Chubut.

Juan Pablo Murgia, gerente de Enología de la compañía habló con Los Andes acerca del desafío de manejar 366 hectáreas ubicadas en Alto Agrelo, Ugarteche, Altamira, Cruz de Piedra, El Carrizal y en la localidad de Sarmiento, en la Patagonia, todas de manera orgánica. Esto lo convierte en el productor de vinos orgánicos más importante del país, con la proyección hacia 2025 de multiplicar esta superficie.

- ¿Cuánto más caro es tener un viñedo de manejo orgánico que uno tradicional?

- Es muy variable y depende del tamaño de la finca, de la unidad productiva y el tipo de manejo, más allá de que hablemos de lo orgánico. Para estar dentro de esta categoría vos no tenés que usar productos químicos de síntesis ni organismos genéticamente modificados. De ahí, vos tenés aprobados el azufre y el cobre, que son productos tradicionales dentro de la finca, pero con un límite. Después, hay un montón de productos dentro de lo orgánico que se pueden usar y con distintos costos.

Si tenemos que ponerlo en números, el manejo convencional de una finca puede valer en promedio 3.200 dólares la hectárea, mientras que uno orgánico puede estar entre un 25% y 50% más caro, alrededor de 4.500 dólares por hectárea. Eso depende del tamaño de la unidad productiva.

Dentro de nuestras fincas, la de Altamira es más cara que la de Alto Agrelo y hay casi 200 hectáreas de diferencia.

- Si bien es un modelo más caro, ¿por qué lo eligen?

- Para poder responder tenemos que hablar de la filosofía de nuestro trabajo. Cuando decidimos plantar el primer viñedo en Altamira en 2009, el objetivo era volver al manejo tradicional, sin productos químicos o de síntesis, sin pensar todavía en lo orgánico. La idea era tener un manejo lo más ecológico posible, sobre todo por la conservación del medio ambiente y, más allá de todo, la conservación del suelo. Sin dudas, el suelo es uno de los componentes más fuertes de los vinos de terroir y es un elemento activo vivo, con minerales, materia orgánica y microorganismos que la mantienen con vida. Si vos haces una agricultura intensiva, con productos químicos, herbicidas, pesticidas y fertilizantes sintéticos, obviamente que de alguna forma empezás a matar el suelo, porque perdés el ciclo biológico del suelo.

La idea fue siempre conservar el suelo y evitar el uso de productos químicos, pero también con un trabajo de removido, descompactado, para la oxigenación del suelo y activación de la microbiología. Esto termina dando un suelo más natural, más nutritivo, con una carga orgánica natural. Eso impacta directamente en las plantas, con un sistema radicular más profundo, más sólido, de mayor volumen.

En un manejo más convencional donde hacés riego por goteo, le das los nutrientes y limpiás las malezas, la planta termina teniendo un sistema radicular muy cortito, sin exploración y en hidroponia. Al final, es una planta que envejece antes y da una uva que se transforma en un vino con muy poco carácter. La planta no es capaz de extraer la esencia del lugar.

Otra cosa que piensa el consumidor de los orgánicos es que es más sano. Eso seguro, pero no nació con ese objetivo, sino que fue resaltar los atributos del lugar a través de una planta sana, bien anclada al suelo y, con mayor longevidad y mejores rendimientos.

Estamos convencidos de que el viñedo orgánico no sólo nos va a dar una mejor calidad sensorial, un mejor carácter de vinos, sino que va a mantener el viñedo a largo plazo y los rendimientos se van a mantener en el tiempo.

- ¿Qué es lo más desafiante de un viñedo orgánico?

- Requiere un cambio en la mentalidad de las personas que llevan el día a día, los agrónomos, los encargados y todas las personas involucradas en el proyecto. Sobre todo, porque estábamos acostumbrados a tener soluciones químicas, comerciales, a la vuelta de la esquina, que eran más bien correctivas. Soluciones fáciles, a veces baratas, que tienen que ver con la industria de los agroquímicos a nivel mundial que es inmensa.

Pero el manejo orgánico tiene ese desafío y creo que la clave está en el conocimiento profundo que el viticultor tiene que tener de su finca. Tiene que conocer muy bien qué tipo de malezas tiene, qué tipo de insectos y plagas tienen y por supuesto todos los pronósticos meteorológicos para prevenir y saber qué temperaturas va a tener en la semana, la probabilidad de lluvias. Es más que nada conocer tu viñedo, prevenir, anticiparse, conocer el ciclo vegetativo de las malezas que aparecen, lo mismo con los insectos. El problema más grande de los orgánicos es la aparición de las hormigas y no las podés matar con cualquier producto.

Es una ciencia aplicada más profunda que una receta. No se puede manejar una finca por receta de productos químicos, que se hace mucho y no está mal. Pero lo que buscamos es no usarlos y eso se logra conociendo todo lo que pasa el viñedo.

- ¿Los productores mendocinos están preparados en los saberes culturales de un viñedo orgánico?

- Es un cambio cultural en el trabajo. Nosotros, como grupo, tenemos la sustentabilidad dentro de la visión de la compañía. Este concepto es muy amplio y el manejo orgánico está adentro, así como también el ahorro de los recursos, la conciencia social de nuestros empleados, del entorno.

Obviamente que todos tuvimos que entenderlo y adaptarnos, porque desde los años ’70 en adelante, la agricultura intensiva ha dominado el mundo. En estos últimos años ha habido un click para volver atrás por lo saludable de los alimentos y por el concepto agroecológico de que éste es el único mundo que tenemos y, si no lo cuidamos, las próximas generaciones no tendrán tierra.

Fue un cambio importante, pero nos preparamos con tiempo. Esto no fue de un día para el otro, sino que nacimos con este concepto. Hay un trabajo de arquitectura del viñedo que prevenía este escenario.

- ¿Crees que en algún momento todos los viñedos del país pueden ser orgánicos?

- No sé si puedo dar una respuesta. Sí la tendencia es muy fuerte y me ha pasado de hablar con gente de Europa, donde esto maduró antes, que dice que no elegiría más un vino que no sea orgánico. En Argentina todavía falta mucho, es un concepto que está empezando y se ha ido profundizando. Sin embargo, todavía estamos un poco lejos de pensar que puede ser todo orgánico. No se puede hablar de un tiempo específico, pero sí se ven reportes internacionales. La tendencia número uno en el mundo del vino es lo orgánico y lleva años en el primer lugar.

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