Historias de tenacidad: de producir damajuanas en el Este a delicadas líneas de vino de guarda

Viña Alta es una crónica arraigada en la tradición bodeguera, que emerge desde su primera viña en Montecaseros como un ejemplo de adaptación a las nuevas tendencias en elaboración vitivinícola.

Historias de tenacidad: de producir damajuanas en el Este a delicadas líneas de vino de guarda
Valentina Iudica y sus hijos Emiliano y Candela Rico, a fines de 2019 presentaron las primeras líneas de botellas de guarda de la bodega.

Don Miguel Iudica y su esposa, Susana Genesoni Varaschin, descendiente de una familia con una profunda tradición bodeguera, en 1961 adquirieron tierras en el Este para el cultivo de su primera viña. Casi 10 años después, habían inauguraron su bodega con piletas de hormigón en el distrito de Montecaseros (en San Martín), con una capacidad de 1.000.000 de litros. Ellos estaban enfocados inicialmente en la venta de vino a granel y luego en damajuana.

Este fue el comienzo de esta historia de emprendedores que, como tantos otros mendocinos, a fuerza de compartir sacrificios lograron tejer su presente para pensarse a futuro.

“Mi abuelo empezó con una finca, él vendía uva como productor. Después, deseando progresar un poquito más, en una época en donde un productor tenía alguna posibilidad para llegar a tener una bodega, comenzó a construirla”, sostiene Emiliano Rico, quien junto a su hermana Candela, a fines de 2019, presentaron las primeras líneas de guarda que enriquecen actualmente el porfolio de la bodega.

Desde la tierra, el camino que transitó Viña Alta es un testimonio de perseverancia y progreso, el mismo que se gana a pulso.

Con sus líneas de vinos, la familia Iudica quiso personalizar su propuesta, criando sus vinos con maderas exóticas.
Con sus líneas de vinos, la familia Iudica quiso personalizar su propuesta, criando sus vinos con maderas exóticas.

A fines de los ‘60, Don Miguel había armado su bodega y trabajaba en la comercialización de traslado, “Era un tano de los de antes, una persona de carácter, determinado, de pasos firmes... como mi abuela Susana, quien propuso darle valor agregado al vino e introdujo la damajuana, un negocio que levantaron entre ambos”, contó Emiliano.

“Cuando era niño mis abuelos me enseñaron que no había que preocuparse por las cosas, simplemente había que ocuparse, salir a trabajar y yo los acompañaba como si fuese un juego”, agrega.

En el baúl de un Peugeot

“Mi abuelo, me llevaba a los surcos para que aprendiera de los contratistas; a mi abuela la acompañaba en el reparto, algo que que hizo hasta sus últimos tiempos”. En la década del ‘90, para enfrentar el embate de una de las tantas crisis económicas que afectaron al país, Susana “abría el baúl de su Peugeot 405 y le cargaba las damajuanas que ella misma se encargaba de vender y repartir. En los mejores tiempos, cuando no golpeaban las crisis, vendíamos 25.000 damajuanas por mes”.

“Así comenzó nuestra historia con este envase; porque el vino de la damajuana es un vino muy noble que se comparte en familia. Hoy, ha caído el consumo, y los mercados de Buenos Aires, Córdoba, Mar del Plata (que es una plaza muy linda), se han achicando, pero sigue siendo un mercado para nosotros, que sobrevivió en el tiempo, pero nuestra presencia más fuerte sigue estando en Mendoza, por lejos. Este es un mercado que fue abriendo la perseverancia de mi abuela, después justo a mi mamá, despachaban ventas en todo el país”

Valentina, la única hija de Miguel y Susana, le dio a la empresa una mirada más fresca y también la decisión para la producción de vinos de guarda.
Valentina, la única hija de Miguel y Susana, le dio a la empresa una mirada más fresca y también la decisión para la producción de vinos de guarda.

La damajuana conserva su encanto vintage y una historia arraigada entre los consumidores. Es más que un envase, es un testamento de la cultura vitivinícola argentina. En un segmento donde las etiquetas y el precio definen el éxito de un producto, Emiliano comentó que: “Hay buena onda entre todas las bodegas que trabajan en este segmento, porque a la vez que son una parte nuestra, son vinos correctos y enológicamente muy sanos; buscamos más volumen”.

“Yo he pasado momentos lindos en mi vida compartiendo vino de damajuana. Es más, en casa, mi madre acostumbraba muchas veces a poner el vino que elaboramos en un decanter y servirlo; todos los invitados estaban encantados con el vino, sin saber que era de las damajuanas de nuestra marca”, relató Emiliano.

Desde Malbec a Pedro Jiménez

En la actualidad, Viña Alta tiene casi 100 hectáreas de viñedos propios distribuidos en cuatro fincas, tres de ellas en el departamento de San Martín y la restante en la localidad de Beltrán, en Maipú.

Las crisis obligaron a mi familia a vender varias propiedades para seguir en pie, mi abuelo se desprendió de tres de sus fincas que también estaban en el Este. Para nosotros es nuestro terroir, tan particular como Gualtayarí, Altamira u otras micro zonas en Mendoza, que nos permite mostrar otros valores y encontrar nuestra identidad como productores”.

Emiliano Rico contó que en su finca principal, en el distrito de Montecaseros, “se destacan variedades como Pedro Jiménez, Malbec, Ancellotta, y una codiciada Moscatel Rosada, que es una de las uvas más rica de todas. Un tesoro, una cajita que nuestros clientes siempre piden y refleja la excelencia de nuestra bodega”.

Don Miguel Iudica y su esposa, Susana Genesoni Varaschin, descendiente de una familia con una profunda tradición bodeguera, en 1961, en el Este, compraron su primera viña en Montecaseros.
Don Miguel Iudica y su esposa, Susana Genesoni Varaschin, descendiente de una familia con una profunda tradición bodeguera, en 1961, en el Este, compraron su primera viña en Montecaseros.

Emiliano, el encargado del área comercial de la bodega, agregó que “tenemos que buscar transmitir eso, porque nosotros somos una familia, somos cálidos, mostramos nuestra bodega que siempre fue nuestra casa... nos encanta que venga todo el mundo, darle un poco de frescura y de juventud a nuestros vinos, esa es nuestra bandera”.

En estas fincas se cultivan variedades como Malbec, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Bonarda, Syrah, Tempranillo, Ancellota, Moscatel de Alejandría y Chardonnay. Sus viñedos más antiguos tiene 50 años, pero mostrando el compromiso de Viña Alta con el valor de su tradición y la innovación constante. Como por ejemplo, el desarrollo de una propuesta de enoturismo con la incorporación de la vieja casona, de largas galerías de caña, con su predio propio, para días de campo y si se requiere ofrecer “servicios de almuerzo o cena”.

La puerta de Valentina

Valentina, la única hija de Miguel y Susana, le dio a la empresa una mirada más fresca y también impulsó la decisión de diversificar su línea de productos, dando un paso significativo con la incorporación de tecnología para la elaboración y comenzar con la producción de una sofisticada línea de vinos de guarda.

A fines de 2019, el establecimiento ingresó a un nuevo mercado al presentar sus primeras botellas. En el 2022, aquella bodega conocida por sus vinos nobles en damajuana con la línea Esencial se arriesgó, un poco más, para contar a partir de sabores su origen y las cosas fundamentales de la vida: la familia, los amigos, el amor y, por supuesto, el placer de compartir.

Viña Alta, bajo sus largas galerías, ha apostado por reivindicar la calidez del Este.
Viña Alta, bajo sus largas galerías, ha apostado por reivindicar la calidez del Este.

Mi mamá nos ha apoyado en todo, este cambio representó también empezar a formarnos en este tipo de vinos, para conectar con otro tipo de cliente. El mundo del vino es enorme y no tiene techo. Quizá eso es lo más lindo que tiene, porque uno nunca puede abarcar todo”.

A partir de estas líneas comenzamos a viajar a nuevos mercados para presentar nuestros vinos. He viajado a Brasil para hacer degustaciones, para mostrar nuestros lugares, para poner el vino en la copa de la gente. Nosotros estamos exportando a Brasil y Perú”.

Con Esencial, una de sus líneas de vinos, la familia Iudica quiso personalizar su propuesta, criando sus caldos con maderas exóticas. “Al Malbec le añadimos madera de cerezo, con lo cual le da un perfil diferente. Porque realza la fruta. Al Cabernet Franc lo combinamos con madera de acacia...”.

Entre sus vinos de guarda, la tercera generación de productos de la bodega familiar después del granel y del vino noble en damajuana, ellos sienten un particular orgullo por un “naranjo”. Un vino elaborado a partir de la uva Pedro Jiménez. “Es elegante, ofrece notas de frutas cítricas intensas y aromas sutiles a pera y durazno”, explica Emiliano Rico.

En 1965 inauguraron la bodega con piletas de hormigón en Montecaseros, con una capacidad de 1.000.000 de litros, enfocados inicialmente en el vino a granel.
En 1965 inauguraron la bodega con piletas de hormigón en Montecaseros, con una capacidad de 1.000.000 de litros, enfocados inicialmente en el vino a granel.

Viña Alta, como establecimiento tiene una capacidad de 2.015.000 litros, distribuidos en tanques de acero inoxidable, piletas de hormigón y barricas. Allí se diseñan vinos modernos, con estilo y con una marcada huella de su terroir, en San Martín. El mismo que hace poco más de 60 años, Don Miguel Iudica y su esposa, Susana Genesoni Varaschin, comenzaron a explorar plantando uva en una finca de Montecaseros.

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