Con su estreno el pasado miércoles 15 de octubre, Netflix sorprendió con una de las producciones más emotivas del mes. Se trata de Nadie nos vio partir, una serie basada en hechos reales que ha dejado sin aliento a miles de espectadores.
Estrenada esta semana, la serie ha logrado ganar prestigio y se posiciona entre las mejores opciones del gigante de streaming.
Con su estreno el pasado miércoles 15 de octubre, Netflix sorprendió con una de las producciones más emotivas del mes. Se trata de Nadie nos vio partir, una serie basada en hechos reales que ha dejado sin aliento a miles de espectadores.
Basada en la novela homónima de Tamara Trottner, esta producción mexicana de cinco episodios expone las heridas más profundas de una familia atravesada por el dolor, el amor y la venganza. Ambientada en los años 60, la producción furor del gigante de streaming retrata la lucha de una madre que desafió a las estructuras de poder para recuperar lo más valioso: a sus hijos.
La serie plantea preguntas que siguen resonando en la actualidad: ¿hasta dónde puede llegar una persona por amor o por venganza? ¿Qué precio se paga por la justicia? ¿Cuántas verdades pueden coexistir dentro de una misma familia?
En el centro de la historia está Valeria Goldberg, interpretada por Tessa Ia, una mujer que atraviesa una dura separación matrimonial con Leo Saltzman (Emiliano Zurita). Lo que comienza como una ruptura termina convirtiéndose en una pesadilla cuando Leo, movido por el resentimiento, secuestra a sus propios hijos y los lleva lejos de México, en un viaje que recorre varios países y destruye la estabilidad de toda una familia.
Desde ese momento, Valeria inicia una búsqueda frenética para recuperarlos. A través de su travesía, el espectador se adentra en un entorno marcado por los secretos, las influencias económicas y las tensiones sociales de una comunidad judía mexicana que intenta mantener las apariencias mientras el dolor se oculta tras los muros de la opulencia.
Uno de los mayores logros de la serie es la recreación de época. La ambientación en los años 60 no solo ofrece una estética visual impecable, sino que también refleja un contexto social donde la figura del hombre tenía una posición dominante y las mujeres, incluso las más privilegiadas, enfrentaban un sistema patriarcal que limitaba sus decisiones.