La poesía amorosa de Juan Gualberto Godoy, segunda parte

Tras una primera aproximación sobre esta vertiente de la lírica del poeta mendocino precursor, la especialista Marta Castellino analiza cómo evolucionó la temática del amor en sus textos.

Poesías.
Poesías.

La lírica amatoria de Juan Gualberto Godoy, presente en varias de las secciones de sus Poesías (1889), se compone siguiendo los cánones convencionales para una escritura de este tipo: el encarecimiento de la belleza de la dama, con las usuales remisiones a modelos clásicos (Venus); con particular referencia a los labios: “El carmín encendido del labio / De tu boca pequeña y graciosa, / Al botón de aromática rosa / Aventaja en frescura y color. / Si cerrado sus perlas oculta, / Una dulce y lijera [sic] sonrisa / De corales y aljófar matiza / Ese nido do vive el amor” (p. 229), la blancura de su tez, sus “ojos de gacela / […] dos luceros de amor” (p. 217), su talle, “más gallardo / que la palma del desierto” (p. 167); su gentileza y elegancia al andar….

Perviven en esta poesía ecos neoclásicos, como en Delicias de la vida campestre, que recuerda los Idilios de Teócrito, pequeñas composiciones poéticas con ambientación bucólica: “Orillas de esta fuente / Sonora y cristalina / La brisa matutina / Ven, Lisis, á respirar” (p. 54). Se inscriben así en esa línea de poesía ya comentada, que es la anacreóntica.

También confiesa el poeta su adhesión a otros modelos literarios en el poema A una desdeñosa, que lleva por subtítulo “Imitación de Fray Luis de León”, y en el que se explaya más bien el tema del fugit irreparabile tempus: “Cuando torne el tiempo aleve / Los negros rizos que hoy viste / Tu cabeza-en campo triste / Cubierto de blanca nieve; / Cuando en la tersa mejilla, / Sin mancilla, / Tirante, mórbida y fresca / La fea arruga aparezca / Do ahora la rosa brilla” (pp. 163-164).

Las amadas, en este tipo de poesía, suelen disfrazarse bajo nombres supuestos o apodos; en el caso de Godoy, se reitera la denominación de “Besila” o “Becila”: “De resedá fragante / Llevaba un hacecillo, / Mi adorada Besila / En el seno escondido” (p. 223); “Pues que te vas Besila, / y yo infeliz no puedo / Seguirte, al menos lleva / Contigo algún recuerdo / En el pequeño libro / Que tímido te ofrezco” (p. 225).

No omite el poeta algunos reproches a defectos que considera censurables en las mujeres que conoce, como en el poema La beata, en el que el decir poético se hace coloquial: “A mí no me engañas, Juana, / Porque á beata te has metido; / Pues de mujer tan liviana, / Como yo te he conocido, / No se hace buena cristiana. // De las Marías Magdalenas / Pasó el tiempo; picarona! / Ni se hallan á manos llenas / Margaritas de Cortona, / Aunque hay beatas por centenas” (p. 243).

En general se trata de textos convencionales y carentes de “sinceridad biográfica”, fruto de prácticas sociales como la de los álbumes femeninos o las dedicatorias escritas en ocasión de nacimientos, bodas o cumpleaños, como ya dije, aunque en algunos aparecen referencias que aproximan la escritura a circunstancias personales, como aquellos en los que el poeta alude a su condición de exiliado, para reforzar su indigencia amorosa: “También yo soy un paria, / Que hogar, ni patria tengo / A todos soy extraño; / Doquier soy estrangero [sic]” (p. 226).

Una mención aparte merecen los poemas dedicados a Teresa Rossi, un nombre que se reitera tanto en la sección “Romances” como en las Poesías eróticas; en ellos se asienta una indicación que aclara la identidad de la destinataria del elogio: “Academia Filarmónica de Milán y de La Habana. Primera dama de la Compañía Lírica de Lima”. Los textos en sí mismos son elocuente muestra de los sentimientos que la homenajeada despierta en el poeta: “iOh, qué impresión tan suave / Tu voz deja en mi oído, / Divina Rossi, cuando á herirle llega! / No es el canto del ave, / No es el blando jemido [sic] / Del céfiro que juega / Dulce como tu acento; / Ni el murmullo armonioso / De fuente resonante y cristalina. / Es grato y melodioso / Como tu voz divina / Cuando desde la escena / Me arrebata, deleita y enajena” (p. 145).

En efecto, Teresa Rossi, al igual que Adelaida Corradi de Pantanelli (otra de las mujeres celebradas por Godoy) fueron de las mejores voces operísticas de su tiempo, lo que –de paso– nos ilustra acerca de la afición del poeta al canto lírico. Ambas participaron, por ejemplo, de una inolvidable representación de Romeo y Julieta, en Lima: “En el papel de Julieta, la Rossi alcanzó, igualmente, un triunfo definitivo como cantante y como actriz. El público, desde un principio, apreció en ésta los atributos de ternura y emoción que se contraponían al vigor vocal y dramático de la Pantanelli” (Cf. César Arróspide de la Flor: La ópera hace un siglo en Lima, p. 174). Disponible aquí.

La fecha de composición de uno de los poemas dedicados a Rossi por Godoy indica la estadía del poeta en “Lima, Agosto 8 de 1843″, por lo que podemos suponer que asistió a una de las funciones ofrecidas por la Compañía Pantanelli en Perú: Con ellas hizo irrupción en esa tierra “el romanticismo musical, al mismo tiempo y con el mismo retraso, que el romanticismo literario”, al decir de Arróspide, por lo que estas expresiones artísticas resultan totalmente congruentes con el talante espiritual de nuestro poeta: “Yo ví una vez, bellísima Terencia, / Léjos de este país tu nombre impreso; / y estampando, sobre él ardiente beso / Suspiré por hallarme en tu presencia” (p. 197), declara en el soneto dedicado “A la misma”, y también fechado en Lima, el 9 de junio de 1843.

Desde el punto vista métrico, en general son poemas de arte menor, aunque aparecen también algunos sonetos; un caso interesante es el poema que desde el título declara Improvisado en un Convite. En que se dedicaron a una señorita un dulce que contenía el cuarteto que se glosó a pedido de ella misma. Constituye así un interesante ejemplo de la práctica de “glosar” una cuarteta, vale decir, de desarrollar su contenido en estrofas sucesivas, que se cierran con un verso de la estrofa inicial, modo de composición utilizado con frecuencia en nuestros cancioneros populares: “Lirio del valle, cándida azucena, / Ángel de perfección, soplo divino! / Suave como la brisa en mar serena, / Bella como el rocío matutino! / ¡Ah! sin verte el amor no conociera! / ¿Por qué funesto el hado hizo te viera?” (p. 221). Podría relacionarse así con otra de las facetas del quehacer poético de Godoy: la de cantor popular.

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