El otoño en Mendoza

Detengámonos a jugar con el vocablo ‘otoño’, descubrámoslo en su etimología y en su historia.

Otoño en el Parque General San Martín en otoño

 Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Otoño en el Parque General San Martín en otoño Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Decir ‘marzo’ en la provincia de Mendoza es recordar que llega el otoño. Y asociarlo a la vendimia.

Decir ‘marzo’ en Mendoza es ilusionarse con la policromía de hojas amontonadas en crujientes alfombras o arremolinadas en veredas y aceras.

Decir ‘marzo’ en Mendoza es evocar los versos aquellos de la famosa tonada cuando concluye que “para quien lo ha vivido en Mendoza, otoño son cosas que inventó el amor”.

Detengámonos a jugar con el vocablo ‘otoño’, descubrámoslo en su etimología y en su historia.

En su origen latino, encontramos “autumnus” y, si desarmamos el término, hallamos dos étimos que nos explican su valor significativo: por un lado, “auctus” y, por el otro, “annus”. La forma “auctus” proviene del participio pasado del verbo “augere”, cuyo significado era “crecer, aumentar” y “annus”, que traducimos como “año”. Así, de la suma de partes, surge “autumnus” y, en español, ‘otoño’, época del año en que la vegetación ha crecido hasta su plenitud y se avecina el fin de su ciclo.

En otros idiomas romances, se replica este origen: en francés “automne”; en italiano, “autunno”; en portugués, “outono”; en rumano, “toamna”. En inglés, existen dos formas de designar esta estación: “Autumn Season”, para el inglés británico y “Fall Season”, para el inglés norteamericano y canadiense. Esta última denominación da prioridad al hecho de ser esta la estación de la caída de las hojas.

Si vamos al concepto dado por el diccionario académico, nos encontramos con dos definiciones, entre sí complementarias: la primera lo ubica astronómicamente, como comienzo del equinoccio designado con ese nombre; la segunda es descriptiva pues da una característica (“templada”) y lo ubica cronológicamente, según sea del hemisferio boreal o austral.

Connotaciones

Lo interesante es que, además de su valor denotativo, puede connotar el “período de la vida humana en que esta decae de la plenitud hacia la vejez”; desde este punto de vista, sus sinónimos pueden ser ‘declinación, ocaso, declive, vetustez”: “Resulta difícil asumir los cambios que impone el otoño de la vida”.

Su familia semántica incluye el adjetivo ‘otoñal’, que puede atribuirse a lo propio y relativo al otoño, pero también, dicho de una persona, “que está en su edad madura”: “Va llegando el viento otoñal”. “En el recinto, los asistentes atraviesan su período otoñal”.

También integra la familia el verbo ‘otoñar’, definido como “hacer tiempo de otoño”; puede aplicarse a tres realidades diferentes: si se refiere a una persona, indica que ella atraviesa su período de madurez: “Se jubila, ya está otoñando”. Si se aplica a la hierba, señala que brota en esta época: “Me complace ver otoñar nuestros pastos”. Pero, si se usa para referirlo a la tierra, su significado es que ya está en sazón, por haber llovido suficientemente en otoño: “Podía mirar la tierra que otoñaba tras las abundantes precipitaciones de marzo”.

Existe, además, el sustantivo ‘otoñada’, sinónimo de ‘otoño’, que define tanto la estación, como la sazón de la tierra y la abundancia de los pastos en otoño: “¡Qué delicia ver la otoñada en los campos!”.

Precisamente, en relación con este último vocablo, se dan los verbos ‘retoñar’, ‘abrotoñar’ y ‘retoñecer’, que aluden al hecho de volver una planta a echar vástagos: “La tierra retoña en una permanente renovación de la vida”.

Relaciones

Hay otros dos vocablos relacionados con el otoño, que nos sorprenden: uno es ‘veroño’, que no figura en el diccionario académico, pero que hallamos en el Observatorio de palabras, dentro del Portal lingüístico de la Real Academia Española. El término aparece allí definido como un acrónimo, formado a partir de las voces ‘verano’ y ‘otoño’, con uso coloquial, para referirse al período inicial del otoño, en el que aún se mantienen temperaturas propias del verano.

La otra palabra es ‘tardío’, vocablo que no se toma como adjetivo, sino que designa un sustantivo de género masculino, usado en Salamanca y Cantabria, como sinónimo de “estación de otoño”. Se vincula al catalán ‘tardor’, sustantivo de género femenino, con el mismo valor significativo que el mencionado ‘tardío’.

Poesía y refranero

Muchos poetas le han escrito a esta estación y ponen en evidencia que es una época del año en que muchas veces nos sentimos invadidos por la melancolía. Así lo refleja el poema Otoño, del uruguayo Mario Benedetti:

“Aprovechemos el otoño / antes de que el invierno nos escombre / enfrentemos a codazos en la franja del sol / y admiremos a los pájaros que emigran / ahora que calienta el corazón / aunque sea de a ratos y de a poco / pensemos y sintamos todavía / con el viejo cariño que nos queda // aprovechemos el otoño / antes de que el futuro se congele / y no haya sitio para la belleza / porque el futuro se nos vuelve escarcha”.

La paremiología recoge numerosos refranes acerca del otoño; muchos de ellos presentan la relación entre el clima y las cosechas. Así, “Mucha agua en la otoñada, poco trigo y menos cebada”; “Otoño lluvioso, año copioso”; “Otoño entrante, uvas abundantes”; “Calabazas coloridas, en otoño recogidas”.

Además, la mayoría de ellos se ubica en el otoño europeo, como lo evidencia la alusión a meses del año y a festividades ubicadas entre septiembre y diciembre: “Sembrar en noviembre y barbechar en diciembre” o “En diciembre, se hielan las cañas y se asan las castañas”.

Algunos son descriptivos de esta estación en cualquier parte del mundo: “En invierno, frío; en primavera, flores, y en otoño, caen las hojas de los árboles”. También, “Las flores de la primavera son los frutos del otoño”.

Me alejo de mi público lector con el pensamiento del argentino Leopoldo Lugones, expresado en su poema El amor eterno: “Deja caer las rosas y los días / una vez más, segura de mi huerto. / Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto, / mejor perfuman cuando son tardías. / No temas al otoño si ha venido. / Aunque caiga la flor, queda la rama. / La rama queda para hacer el nido / Y como ahora al florecer se inflama, / leño seco, a tus plantas encendido, / ardientes rosas te echarán en su llama.”.

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