El chelo de la nostalgia: la Sinfónica toca este sábado uno de los conciertos más famosos y emocionantes

Con Ileana Waldenmayer como solista y Tobías Volkmann al frente del organismo, se escuchará el Concierto para chelo de Dvorák.

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A finales del siglo XIX, un hombre en Nueva York recuerda la tierra en que nació, pero hay un océano que los separa. Solo tiene pocos compatriotas que lo ayudan a evocarla, algunas fotos, pero sobre todo la música. Y, como si extrañar no fuera bastante, le llega la noticia de que la primera mujer de la que se enamoró está gravemente enferma.

La música es el único lazo, el lazo invisible, que conecta a Antonín Dvorák con su mundo perdido. Y el Concierto para Chelo en Si menor es la pieza deslumbrante que catalizó esas horas de desvelo y angustia. Con Ileana Waldenmayer como solista y Tobías Volkmann en la batuta, la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo la interpretará esta noche, a las 20.30, en la Nave UNCuyo.

No es casual que la última pieza que Dvorák escribió en Norteamérica (a la que le dedicó la archifamosa Sinfonía N°9 “Nuevo Mundo”, donde elaboró bellas -y ficticias- melodías nativas) sea la que anticipó su regreso a Checoslovaquia. Cuando en 1892 le propusieron ser el director del Conservatorio Nacional de Nueva York aceptó, pues le pagaban ¡25 veces más! que en su puesto en el conservatorio de Praga, pero después de tres temporadas en Estados Unidos primó la fuerza de la sangre y renunció.

Escultura conmemorativa de Dvorak cerca de la casa que ocupó en Nueva York.
Escultura conmemorativa de Dvorak cerca de la casa que ocupó en Nueva York.

Este concierto, hoy uno de los “highlights” de los melómanos, refleja la añoranza que sintió Dvorák en esos meses. En él la cultura norteamericana deja el lugar al espíritu de su Bohemia natal, y el genio retoza en los recuerdos de juventud. Tanto así, que por momentos el chelo parece correr entre los densos follajes orquestales a intervalos (una de las formas que encontró para equilibrar el sonido del chelo con la masa orquestal, con un resultado de delicadeza extrema).

Pero, escuchando con atención, el Adagio ma non troppo del segundo movimiento es como un volantazo emocional. Dicen que lo compuso justo cuando le llegó la noticia de que Josefina Cermák, quien además de ser su cuñada era su primer amor (nunca correspondido, eso sí), se hallaba gravemente enferma. Como en un brote de impotencia, reelaboró melodías que le había compuesto siendo joven, para ofrendarlas ahora a su recuerdo, en una quejumbrosa línea de chelo. Estos 13 minutos demuestran que este instrumento es pasional, amoroso, físico.

Ni aún cuando volvió a su país las emociones se calmaron. La primera versión de este concierto, que llevaba ya casi listo en su valija para estrenarlo, sufrió una transformación decisiva cuando Dvorák se enteró de que Josefina había finalmente muerto.

A manera de un último suspiro por la mujer que le había inspirado sus canciones más sensibles (el ciclo “Cipreses”), tachó el primer final y agregó una secuencia lenta que retoma el Adagio del segundo movimiento. Pero esta vez, la vibrante melodía agoniza lentamente, hasta que en la larga nota final retoma fuerza y se calla, ya impotente, para dejarle a la orquesta un cierre triunfal. Y aunque en ese momento todo retumbe con velocidad y los timbales se desaten y los aplausos estallen, el público queda acongojado.

Tobías Volkmann, el director artístico de la Sinfónica.
Tobías Volkmann, el director artístico de la Sinfónica.

Dicen que ese final, hoy quizás uno de los más tristes y célebres de la música clásica, le trajo un encontronazo con Hanus Wihan, un chelista amigo del compositor al que le estaba prometido el estreno de la partitura. Él quería una explosión de virtuosismo antes que una carta de amor, claramente. De hecho, al final no lo tocó él en el estreno, en 1896.

El único concierto de chelo de Dvorák completado, y también uno de los pocos del repertorio romántico que existen, es una oda al desarraigo y la nostalgia de paisajes, patrias y amores pasados. Pero a su vez, es el que mejor logra desplegar el valor expresivo de este instrumento. Quizás sea Dvorák, escribiendo en la penumbra de su casa de Nueva York, quien consagró al chelo como un sinónimo de sentimiento.

El concierto de esta noche

Con una reconocida trayectoria a nivel mundial, Ileana Waldenmayer regresa a Mendoza como invitada especial del organismo artístico de la UNCuyo que la vio debutar a la corta edad de 15 años y que ha tenido el lujo de contar con su presencia en diferentes oportunidades.

En el marco de los festejos por el Día de la Unidad Alemana, la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional de Cuyo y la Orquesta Sinfónica ofrecerán un ciclo de dos conciertos en conmemoración de esta significativa fecha, el primero de ellos será Wagner y Dvořák en la Nave UNCuyo y el segundo será el Réquiem de Brahms con el director alemán invitado Georg Grün en la Iglesia Nuestra Señora de los Dolores el 28 de octubre, junto al Coro Universitario de Mendoza dirigido por Silvana Vallesi.

La cita especial es este sábado 7 de octubre a las 20:30 en la Nave UNCuyo. Las entradas se pueden adquirir en www.entradaweb.com.ar. Su valor es de $1200 general y $1000 para estudiantes, docentes, personal no docente y jubilados/as. El ingreso estará habilitado 30 minutos antes del inicio de la función, se ruega puntualidad. Una vez comenzado el concierto no se permitirá el ingreso de público en la sala.

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