Esperando

El motivo de esta carta es expresar mi gran preocupación por conocer el aumento que corresponde a los docentes jubilados que, conforme a la ley vigente, debemos recibir dos veces en el año: marzo y setiembre.

"Pertenecemos a un escaso grupo de sobrevivientes que dejó su vida, sus sueños y su trabajo en la docencia, cuando esta era una bandera digna de defender".
"Pertenecemos a un escaso grupo de sobrevivientes que dejó su vida, sus sueños y su trabajo en la docencia, cuando esta era una bandera digna de defender".

No hay palabra al respecto.

La preocupación aumenta por cuanto gran parte de estos jubilados pertenece a la bendita camada de transferidos (a través de la gloriosa transferencia que efectuó la gestión lafallesca, en acuerdo con las autoridades gremiales de aquel momento) y que ahora hemos quedado encapsulados en la famosa Caja 50 (¡!!) de donde no hay escapatoria, salvo los que van quedando en el camino. Aquí también se perdió el aguinaldo que por aquella “sabia” decisión noventista quedaba prorrateado en todos los meses pero que ninguno hoy puede verificarlo en el bono de cobro.

De manera que estos jubilados entre los que me incluyo perdemos frente a los jubilados actuales que cobran normalmente, estamos frente a un juicio eterno por reajuste de haberes, la inflación siempre nos deja atrás, el aguinaldo desapareció, como el estímulo de palabras de alguien que se acuerde de nosotros y, todavía no sabemos siquiera como y cuanto vamos a cobrar el aumento que nos corresponde este mes.

Lo peor es que nadie se interesa por la Caja 50. Ni siquiera la caja. Pertenecemos a un escaso grupo de sobrevivientes que dejó su vida, sus sueños y su trabajo en la docencia, cuando esta era una bandera digna de defender.

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