El elogio presidencial al líder del régimen chino

La desmedida adhesión argentina a un régimen como el chino puede aportar confusión entre los países y organismos internacionales que apuestan a un cambio sensato de nuestro rumbo político y económico.

El presidente chino, Xi Jinping
El presidente chino, Xi Jinping

El presidente argentino celebró públicamente la continuidad del líder comunista chino con apreciaciones que muestran una vez más el errático rumbo que nuestro país mantiene en lo que se refiere a sus relaciones internacionales.

Alberto Fernández se expresó luego de que Xi Jinping fuera reelecto una vez más como secretario general del Partido Comunista de China, lo que le prorroga automáticamente, y por tercer período consecutivo, la conducción de su país.

Los conceptos públicos de Fernández fueron excesivamente elogiosos para la ocasión, excediendo nítidamente los límites que puede establecer una relación diplomática convencional.

“Llevó a China a grandes logros en la erradicación de la pobreza”, dijo sobre el dictador, y manifestó que “ha establecido un modelo para todos los países del mundo”.

“Deseo que el secretario general Xi Jinping guíe a China para seguir avanzando valientemente en el camino del desarrollo y la prosperidad”, remarcó el presidente Fernández en su elogioso mensaje.

No hay que olvidar que el presidente argentino visitó a su par chino en los primeros meses del año como parte de una gira que también incluyó a Rusia, donde se reunió con Vladimir Putin pocos días antes de la invasión rusa a Ucrania.

Esta enfática alocución presidencial sobre el hombre fuerte del comunismo chino se da, coincidentemente, pocos días después de que nuestro país se abstuviera de votar en las Naciones Unidas para habilitar el debate por las violaciones a los derechos humanos de China contra una minoría musulmana, acción considerada a nivel internacional como sistemática.

No se trata de una actitud casual, si se advierte que el actual gobierno nombró embajador en China a Sabino Vaca Narvaja, un joven representante diplomático explícitamente identificado con el régimen comunista de Pekín, que en reiteradas oportunidades hizo pública su admiración por la ideología política y el desarrollo económico y social bajo el mando del régimen.

Y si de apoyo se trata, justamente el presidente ruso y otros mandatarios de corte autocrático, como el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukachenho, se sumaron al coro de apoyo a la consolidación del actual líder chino al frente de esa nación.

En esa corriente quedó una vez más enrolada la Argentina.

Debe tenerse presente que el Partido Comunista de China tiene el poder desde 1949.

Con el monopolio político, es claramente responsable de persecuciones de índole ideológica, principalmente, que han caracterizado al régimen -ahora conducido por Xi Jinping- desde hace más de 70 años.

La estratégica inclinación china al comercio internacional de fines del siglo pasado, en lo que se conoce como una apertura socialista de mercado, fue indudablemente necesaria para el sostenimiento del régimen totalitario.

Sin embargo, la comercialización desde las economías occidentales, siempre necesarias, no pueden hacer obviar lo que significa el autoritarismo del comunismo y su expansionismo siempre latente, como la actual y renovada amenaza para invadir y sumar a Taiwán a sus dominios, que suma picos de tensión al ya crítico escenario generado por el conflicto en Ucrania.

En ese contexto, la desmedida adhesión argentina a un régimen como el chino puede aportar confusión entre los países y organismos internacionales que apuestan a un cambio sensato de nuestro rumbo político y económico. Los intereses del país deben estar por encima de todo.

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