Ecuador: clara derrota para el populismo en la región

Lasso creció en la consideración popular con su expectativa de reinserción de su país en el mundo y eso indujo a una mirada diferente hacia la segunda vuelta.

La clara victoria, en segunda vuelta, del conservador Guillermo Lasso fue una vez más en contra de muchos sondeos previos y dio paso a múltiples lecturas.
La clara victoria, en segunda vuelta, del conservador Guillermo Lasso fue una vez más en contra de muchos sondeos previos y dio paso a múltiples lecturas.

Los principales referentes del progresismo populista sudamericano sintieron como propio el duro traspié que sufrió el domingo pasado, en Ecuador, el candidato correísta Andrés Aráuz.

La clara victoria, en segunda vuelta, del conservador Guillermo Lasso (52, 48% de los votos, con 5 puntos de ventaja sobre su rival) fue una vez más en contra de muchos sondeos previos y dio paso a múltiples lecturas luego de una elección inicial ganada por Aráuz en la que el ahora presidente electo obtuviera un muy lejano y peleado segundo lugar.

Es indudable que el tiempo transcurrido entre la primera y la segunda convocatoria a las urnas llevó a la mayoría de la población ecuatoriana a una importante reflexión sobre la importancia del voto a emitir.

Es posible que esa clara mayoría de ecuatorianos se haya expresado en la primera convocatoria a las urnas en mayor número por Aráuz ante las dudas que generaba una oposición muy fragmentada. Se especulaba con la posibilidad de que dicho candidato mostrase una imagen similar a la de Luis Arce en Bolivia: mayor moderación con sus principales líderes o referentes. Pero la confirmación de Lasso como segundo participante del balotaje llevó a un amplio sector a confiar en la posibilidad de un resultado electoral que indujera a un cambio de rumbo que ese país necesita.

Lasso creció en la consideración popular con su expectativa de reinserción de su país en el mundo y eso indujo a una mirada diferente hacia la segunda vuelta. Ya no era necesaria la esperanza de que Aráuz fuese más moderado que su mentor, Rafael Correa. ¿Por qué seguir referenciándose en un ex gobernante de rasgos autoritarios, exiliado después que se ratificara la condena en su contra de ocho años por corrupción?

La mayoría de las posibilidades de recuperación institucional y social que se presentaron a partir de la potenciada candidatura de Lasso, renovaron las chances de dejar atrás el avance de 14 años del correísmo sobre las libertades públicas y la característica populista de pretender someter desde el Ejecutivo a los restantes poderes del Estado. Por eso Correa también usa desde el exilio el latiguillo del “lawfare” para defenderse de las causas en su contra.

Otro detalle a tener en cuenta: ninguno de los sectores de la izquierda que se basan en los principios democráticos, incluyendo al indigenismo, pregonaron el voto del ahora derrotado candidato correísta. Una demostración de que lo ideológico supera a lo metodológico. Es por ello que los ecuatorianos, tanto su dirigencia política como la ciudadanía, no deberían dejar pasar esta ocasión que les dio el voto: derrotar al autoritarismo para volver a vivir en plena libertad.

El mundo comenzará a mirar con detenimiento y más respeto la nueva gestión presidencial ecuatoriana, que le provocó una inesperada y dura caída al autoritarismo siempre vigente en la región, que tiene al modelo chavista como su fuente de inspiración.

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