Reservas y gobernabilidad, un matrimonio difícil de llevar

En agosto, el BCRA continuó perdiendo dólares. En la historia argentina, quedarse sin reservas siempre ha sido motivo de conflictos y del cierre de procesos políticos.

El Banco Central se apresta a cerrar otro mes con una fuerte caída de las reservas, en particular las de libre disponibilidad que en cierto modo constituyen la billetera en efectivo del país para su vinculación económica con el mundo. Importaciones y servicios se pagan con esos fondos.

Cuántos dólares quedan en la caja, ya se sabe, es un factor de inquietud creciente en el entorno del presidente Alberto Fernández.

Para mitigar esa preocupación, el viernes el Gobierno recibió la buena noticia de que los bonistas bajo legislación extranjera aceptaban por mayoría la propuesta de canje y, en la misma línea, se apresta para cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Esto podría empujar algunos pesos a la baja la cotización del dólar paralelo e incidirá en el corto plazo sobre los dólares financieros de los que se nutren los grandes operadores, algo que en parte se vio con la retracción de precios del viernes.

Pero si bien puede aparecer en el corto plazo alguna mejoría por ese lado (algunos bonos en dólares volverán al Tesoro), la inquietud está centrada en la reducida cantidad de herramientas de las que dispone y acepta el Gobierno para recomponer las reservas netas que se sitúan según el último dato conocido en 6.731 millones de dólares.

La gallina o el huevo

La historia política del país muestra que hay una línea que une la cantidad de reservas con la gobernabilidad. Si bien está en discusión si “primero fue la gallina o el huevo”, es decir, si las crisis políticas desangran las reservas o si la caída de las reserva motiva la crisis políticas, para cualquier gobierno contar dólares es vital.

Nicolás Cachanosky consideró que el fondo de todo es la inconsistencia de la política argentina de todos los colores. “Por lo general impulsa decisiones económicas que no son sustentables y eventualmente, guste o no, chocan contra la realidad, contra una pared que les genera problemas de gobernabilidad”, razona ante la consulta

Para este economista y docente universitario, el tema de las reservas “es parte de esa realidad” y se sostiene en que con un escenario inflacionario continuo desde 2011, “en el país no se piensa ni se ahorra en pesos”, lo que produce un masivo volcamiento al dólar y en consecuencia a las reservas.

El Ieral-Fundación Mediterránea elaboró un cuatro que muestra el comportamiento de las reservas como porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI) y su vinculación con las grandes crisis producidas en el país desde 1970 hasta la actualidad.

Brutas y netas

En ocasión del llamado Rodrigazo, uno de los sacudones inflacionarios y económicos más fuertes de la historia, estaban en poco más de dos puntos del PBI. En el final de la Dictadura cívico-militar, eran 3,1 puntos.

Ya en democracia, para la hiperinflación de 1989/1990, vinculada con el abrupto final del gobierno de Raúl Alfonsín, pasaban los cinco puntos. En la caída de Fernando De la Rúa y la posterior salida de la Convertibilidad uno a uno peso dólar, se ubicaba por encima de 10 puntos.

El máximo de la serie, con el viento de cola de las comodities, se produjo en 2007, con 14,6 puntos. Pero luego todo fue derrumbe y cuando el kirchnerismo en el poder perdió las elecciones en 2015 frente a Mauricio Macri se ubicaban en torno de los cuatro puntos en medio de un agudo cepo para la compra venta de dólares.

En ese momento, donde todavía gobernaba Cristina Fernández de Kirchner, las reservas de libre disponibilidad eran exiguas. No calculadas en PBI sino en dólares, la actual vicepresidenta asumió en diciembre de 2007 con 45.646 millones de dólares y se fue con 25.092 millones; en efectivo, apenas 6.720 millones de dólares, según un estudio del expresidente del BCRA, Martín Redrado.

Con Mauricio Macri se produce un recorrido similar. Cuando pierde las elecciones contra Alberto Fernández, las reservas sumaban unos 11 puntos del PBI (recordar que el mejor momento fue 2007 con 14,6 puntos), pero “neteadas” las cuentas y sin contar el swap de China, el BCRA admitió que quedaban 15 mil millones de dólares.

Consumir sin generar

Para el actual presidente, esos dólares en la billetera vienen disminuyendo todavía más. “El nivel de reservas no es históricamente bajo si atendemos a las reservas brutas, pero sí lo es si observamos las reservas netas. Estas en la última década sólo superan a las de 2015, que ya eran muy bajas y llevaron a la devaluación de 2016”, sostiene Marcelo Capello, titular del Ieral.

El economista evita abordar si es “el huevo o la gallina” (es decir, si las crisis políticas dinamitan las reservas o a la inversa), pero sí apunta que la escasez de reservas es “la gran valla” al tradicional modelo económico impulsado por los políticos argentinos basados en el consumo privado y público, pero sin competitividad y con un sesgo antiexportador.

“La falta de reservas implica una crisis cambiaria que es una licuación de activos en pesos que termina pegando fuerte a los gobiernos. Lo vimos con Jorge Remes Lenicov (2002) quien cuando dijo el dólar pasa de 1 a 1,40 ese mismo día ya valía 3 pesos”, sintetizó Cachanosky.

Con esto el Gobierno tiene un dilema socrático que resolver. “Si no devalúa más rápido el peso, seguirá perdiendo reservas, pero si lo hace, subirá la inflación y caerá más el poder adquisitivo de la población, que está en el mínimo de los últimos 18 años”, plantea Capello.

La decisión final depende de muchas cosas. Una por ejemplo, el calendario electoral. Ningún político devalúa en procesos electorales, pero si con ese motivo no lo hace, el resto de 2021 y 2022 pueden resultar excesivamente complicados para la economía. Mucho más de lo que ya se ve con la caída récord pronosticada para el PIB.

* Este texto fue publicado originalmente por La Voz. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.

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