Por cada punto de inflación, 7 mil personas pasaron a ser pobres en Mendoza

El dato se refiere a los últimos 12 meses. En 2018 y 2019 el número no superaba a los 5 mil. A nivel nacional la cifra oscila entre los 150 mil y 170 mil.

Los procesos inflacionarios hacen que a más personas se les haga imposible reunir lo necesario para no ser pobres. / Foto: José Gutiérrez
Los procesos inflacionarios hacen que a más personas se les haga imposible reunir lo necesario para no ser pobres. / Foto: José Gutiérrez

Tratar de reunir el ingreso necesario para no ser considerado pobre es una pelea que se libra mes a mes. Como la suba de precios va corriendo el arco permanentemente, es que aumenta la pobreza por ingreso cuando los procesos inflacionarios se desatan sostenidamente en el tiempo.

Por ejemplo, si una familia llegó en marzo del año pasado a reunir los 24 mil pesos necesarios para no ser pobre, tuvo que ir incrementando el dinero que generaba mes a mes hasta lograr juntar en marzo de este año más de 36 mil pesos. Pero si no pudo mantener el ritmo, la inflación le ganó la carrera y quedó alcanzada por la pobreza.

Por cada punto de inflación, 7.000 personas pasaron a ser pobres en Mendoza en los últimos 12 meses. El dato surge de analizar distintos factores: la evolución mensual de la suba de precios, el salario y su variación, la actividad económica, la pérdida del poder adquisitivo y la población económicamente activa, entre otros indicadores, estudiados en un informe de la consultora Evaluecon.

“Mendoza solía tener 5.000 personas que pasaban a ser pobres por cada punto de inflación, y el último año se incrementó, porque se frenó la actividad y hubo devaluación. Hasta los años 2018 y 2019, las personas podían recomponer ingresos. Hoy eso es imposible”, indicó José Vargas, titular de la consultora.

A nivel nacional, son entre 150 y 170 mil la cantidad de personas que pasan a ser pobres por cada punto. En años anteriores la cifra estaba más cerca de los 100 mil.

El dato sirve para tener más en claro el desastre que produce la inflación en la sociedad, además de la suba de precios y las restricciones que cada familia debe hacer, como muy bien lo expresó María del Carmen Feijoo en su texto “Los gasoleros. Estrategias de consumo de los nuevos pobres”: “El conjunto de los sectores populares y, especialmente, estos grupos de nuevos pobres ven en este contexto, erosionada su condición de ciudadanía y su autoestima. La vida cotidiana se convierte en una carrera de obstáculos para llegar a fin de mes, y no se percibe la existencia de ningún garante para la satisfacción de las necesidades básicas. El foco está puesto en la capacidad de adaptación del hogar y sus integrantes a estas situaciones de crecientes restricciones. A diferencia de lo que pasaba antes, en que el sacrificio era una decisión familiar elegida con un objetivo de acumulación determinado -la compra de un bien inmueble como la vivienda, el auto o el televisor-, ahora el sacrificio es impuesto externamente, y se autoconsume en el esfuerzo por sobrevivir mes a mes, comprobando con frecuencia que cada vez es peor que la anterior”.

Aquí están las consecuencias de las devaluaciones de Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández.

Algo puede ofrecernos una idea de lo que viene pasando con la inflación: en Mendoza, tomando los datos anuales de cada mes (es decir, febrero contra febrero, marzo contra marzo y así), en los últimos 18 meses el indicador nunca bajó el 34%, y el máximo fue 50%.

La línea de flotación

Hace más de un siglo, el empresario Charles Booth, un armador naviero inglés nacido en Liverpool en 1840, además de construir embarcaciones, estaba empeñado con otros en medir y estudiar el fenómeno de la pobreza, que se había extendido en Inglaterra, particularmente en Londres, al fragor de la revolución industrial. Para esta medición resultaba necesario tener una definición de la pobreza.

Hasta esos momentos, la noción de pobreza era difusa y no estadística. Booth recurrió a sus conocimientos de naviero y recordó la línea de flotación de los barcos. Se trata de una línea que se marca en el casco. Si el agua pasa esa línea el barco se hunde. Esta le pareció una metáfora o imagen perfecta para ser aplicada al caso de los pobres. Así nació la línea de pobreza y la de indigencia. La de pobreza, es aquella por debajo de la cual una persona se “ahoga” en la vida social. La de indigencia es aquella por debajo de la cual una persona no llega ni a cubrir su alimento básico, así lo explican Alberto Minujin y Eduardo Anguita en el texto El proceso de empobrecimiento.

En Mendoza tenemos 451.000 personas por debajo de la línea de pobreza y 60.000 indigentes, según el Indec. En tanto que la pobreza multidimensional llega al 36,7% de la población y la estructural abarca al 12% de nuestra provincia, según estudios del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).

Booth calculó la cantidad de plata mínima para alimentarse y cubrir las necesidades. Por otra parte, realizó una encuesta en la que preguntaba el ingreso a las asalariadas londinenses. Finalmente comparó esos ingresos con las líneas que había definido. Los que tenían ingresos por debajo estaban “hundidos”, “ahogados”. Esto brindó, tal vez la primera estimación de pobreza, utilizando un método similar al de la actualidad. No está de más mencionar que Charles Booth era un empresario con un compromiso social dentro y fuera de la empresa. Así Booth calculó que le hacía falta para vivir –tanto a él como a su familia– 1.000 libras por mes, en tanto que ganaba 2.000. Analizó que gastaba en alimentación 150 libras, pero como creía que los trabajadores estaban mal pagos por lo menos en un 50%, consideró que tenía que “devolver” de algún modo 75 libras. El estudio que realizó sobre la pobreza y del cual él mismo escribió ocho volúmenes, demoró 17 años, pero no por ello abandonó sus actividades empresariales, señalan Minujín y Anguita.

Booth se preocupó también por la situación de los ancianos pobres, publicó estadísticas sobre la situación, elaboró trabajos sobre las jubilaciones por vejez y un programa para asistir con una jubilación universal de 5 chelines por semana a las personas de mayor edad que no podían generar ingresos.

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