5 de octubre de 2025 - 00:00

"Cotón" Reveco, el pibe que tocó la gloria sin despegar los pies del suelo

Juan Carlos Reveco, ex campeón mundial y leyenda del boxeo mendocino, repasa su vida: desde su infancia hasta su presente como entrenador. Un Cotón auténtico.

"Hasta ahí; un poco, sí… pero de extrañar el boxeo, de querer volver a pelear… no". La frase, seca y sincera, se desliza entre risas nerviosas y recuerdos pesados. Juan Carlos Reveco se alejó del ring sin nostalgias, aunque con heridas que todavía se sienten.

Cotón fue campeón mundial en dos categorías (mínimosca y mosca) de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), ídolo en Malargüe y protagonista de una historia digna de película. Pero nunca se creyó el personaje. Siempre fue el pibe tímido del campo. Ni siquiera reconociéndose uno de los mejores boxeadores argentinos del siglo XXI y gloria del pugilismo mendocino,

Creció en una casa sin luz ni gas, como el sexto de trece hermanos, en el corazón de Malargüe. A los 11 años ya trabajaba en el campo con su papá y sus hermanos, cosechando papas y ajos. A los 12, además de trabajar todos los días, descubrió el boxeo como un juego. El gimnasio de los Domínguez fue su puerta de entrada al ring. Primero acompañaba, después preguntó si podía entrenar. Nunca más se bajó.

Juan Carlos Reveco
El club Gimnasia y Esgrima fue el escenario elegido para una charla que repasó el lado B del campeón.

El club Gimnasia y Esgrima fue el escenario elegido para una charla que repasó el lado B del campeón.

José Enrique y Elena Rosa, sus padres, están en lo más alto del podio emocional. Su papá, obrero incansable, es su ídolo. Su mamá, una leona que cocinaba para 14 personas y lavaba a mano toda la ropa.

En 2007 se consagró campeón mundial minimosca, y en junio de 2011 conquistó el título mosca de la AMB. Sumó ocho defensas exitosas y peleó 20 veces por títulos o eliminatorias. Pero nunca se mareó con los flashes. "Nunca me la creí. Hasta hoy sigo siendo el mismo pibito de Malargüe", sostiene.

Hoy, a sus 42 años, es entrenador en Regatas y Gimnasia y Esgrima, donde trabaja con su amigo Jonathan Barros. Lo que empezó como boxeo recreativo fue creciendo. Ya debutaron dos pupilos y él se anima a soñar de nuevo. "Estoy muy agradecido. Me gusta enseñar, me emociona verlos crecer. Me trae recuerdos hermosos", cuenta Cotón, en una charla íntima con Diario Los Andes.

-¿Extrañas el ring?

-Y hasta ahí un poco, sí, pero de extrañar el boxeo, de querer volver a pelear, no. Me pasó en 2014 y en 2016, cuando estuve prácticamente medio retirado. Ya estaba cansado, estresado, reventado de tantos años. Pero de extrañar el competir, no. Por ahí puedo llegar a extrañar los entrenamientos, la exigencia... pero subirme al ring, ni loco.

¿Eso es algo común en el mundo del boxeo?

-Sí, es complicado, más que nada por el peso. Yo peleaba en un peso muy bajo, ¿viste? Y al final ya no era dieta, ya era algo inhumano. En mi caso, la última semana antes de una pelea empezaba a reducir líquidos. ¡Era terrible! Los últimos 20 días me mataban. Terminaba deshidratado.

Juan Carlos Reveco
El malargüino hoy trabaja dando clases en dos clubes de Capital: Regatas y Gimnasia y Esgrima.

El malargüino hoy trabaja dando clases en dos clubes de Capital: Regatas y Gimnasia y Esgrima.

¿Y esa deshidratación te terminó afectando?

-Un poco, tengo problemas renales y cada vez que peleaba la pasaba mal. Empezaba a orinar muy concentrado, fuerte. Pero lo que más me mataba era el tema de la comida.

-¿De chico habías pasado hambre?

-Gracias a Dios, no. Nosotros éramos una familia numerosa, muy humilde, con un viejo que laburaba muchísimo. Por ahí no teníamos buena ropa, pero hambre jamás pasamos. Éramos trece hermanos, y él siempre se las arregló para que no nos faltara un plato de comida.

-Te preguntaba porque muchos boxeadores vienen de pasar necesidades, y después tienen que privarse aún más por la dieta...

-Justamente lo hablaba con el Yoni (Barros). Él la pasó realmente mal. Es un campeón con una historia de vida tremenda. Lo mío fue diferente. Yo tuve una familia que me contenía. Mi viejo era un león. Siempre para adelante.

-¿Es verdad que trabajabas en el campo?

-Empecé a laburar cuando tenía 11 años. A veces mi viejo se quedaba sin trabajo y se iba con mi hermano mayor, Oscar, a una estancia que se llamaba Las Chacras, a cosechar papas. Era en verano, cuando estábamos de vacaciones. Después, cuando terminé la primaria, empecé a trabajar todos los días.

-¿Cómo lo vivías?

-Estaba bueno porque tenías tu propia plata, te podías comprar tus cosas. Nunca la sufrí realmente. Me gustaba. Estaba con mis hermanos, hacíamos amigos. No es que la pasábamos mal... salvo por el frío. ¡Por eso lo odio tanto! Pero tuve una infancia muy bonita.

Juan Carlos Reveco
Cotón celebra disfrutar la cercanía de sus hijos:

Cotón celebra disfrutar la cercanía de sus hijos: "Estoy muy feliz", dice.

-¿Y tu mamá?

¡Mi vieja era otra leona! Una mujer hermosa. Crió trece hijos. A veces me pongo a pensar cómo hacía para darnos de comer. ¡Cocinaba para 14 personas! Con unas papas, zapallos y fideos, armaba tremendas comidas.

-¿En qué lugar estás entre los 13 hermanos?

-Soy el número seis. El del medio (Risas).

-¿Te acordás los nombres?

-¡Claro! Son tres mujeres y diez varones. La mayor es Beatriz. Después vienen Juan, Óscar, Quique, José Enrique, Patricia, el Pipi (Luis), yo, Isidro, Gustavo, el Petete, Carolina y Luciano, el menor.

-¿Se juntan todos?

-Hace muchos años que no coincidimos todos. Antes sí, para Navidad o Año Nuevo. Ahora nos vamos dividiendo: el que no puede ir en una fecha, va en la otra. Pero todos juntos, hace rato que no.

-¿Cómo surgió el boxeo?

-Cuando terminé la escuela y empecé a trabajar en el campo, mis hermanos y primos empezaron a ir al gimnasio de los Domínguez. Desde casa hasta el centro hay como 9 km. Salíamos del campo y los acompañaba a ver qué era eso del boxeo. Hasta que pregunté si podía entrenar. Y ahí empecé.

-Era un esfuerzo muy grande...

- Sí, durísimo. Estaba todo el día en el campo. Arrancaba en mi bicicleta. Al principio íbamos por la Ruta 40 (unos 9 km) hasta el centro. Éramos como 10; al final quedé solo.

- Tu abuela era una de las cantoras de Malargüe...

-Sí, mi abuela era una de ellas. Muy conocida. Muchas veces la escuché cantar en las fiestas populares, las fiestas que celebra la gente del campo.

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A los 42 años, el ex boxeador se muestra igual de simple que en su época profesional.

A los 42 años, el ex boxeador se muestra igual de simple que en su época profesional. "Soy el mismo", dice.

-¿Cuándo empezó lo de la Selección Argentina?

-Empecé en 1999 o 2000. En Malargüe había cuatro entrenadores: Jorge Domínguez, Alejandro Peletay, Topo Silva y Eduardo Flores. Todos habían sido discípulos de Don Moncho. A fines del 2000 gané el Guante de Oro. Representé a Mendoza en el Campeonato Argentino. En febrero de 2001 me convocaron para ir al CENARD y pasé a formar parte de la Selección.

-Fuiste campeón del Guantes de Oro...

-También lo ganaron Arroyo, Jaque, Jorge Domínguez (el hijo). Sacamos unas seis o siete medallas de oro en esa camada. De todos esos, Jorge Domínguez y yo fuimos los únicos que llegamos a ser profesionales.

- Por lo que ven en la tele la gente cree que los boxeadores son millonarios.

-Muchos piensan que los boxeadores ganan fortunas. Si tuviéramos siquiera un 10% de lo que esos boxeadores mueven, estaríamos más cerca. Pero estamos lejos de esa realidad.

-¿Soñaste alguna vez con todo esto?

- Cuando arrancaba no. Empecé porque iban mis hermanos y amigos. A los meses me hicieron pelear. No imaginaba una carrera profesional. En la Selección sí empecé a soñar.

-¿Te hubiese gustado estudiar?

-Me hubiese encantado, pero siempre fui muy vago para el estudio. La primaria nunca me gustó. Me cuesta mucho ponerme a leer hoy.

-¿Te gusta estar solo o en familia?

-Ambas cosas. Después de mi separación estuve seis años solo. Hace un año volví a convivir y encontré lo que quiero. Estoy más grande y cómodo conmigo mismo.

-¿Cómo es la relación con tus hijos?

-Bien. Nicolás tiene 21 años. Este año se queda a vivir conmigo, y eso es una de las cosas más lindas que me ha dicho. Porque a Nicolás no lo he disfrutado mucho como hijo, y él tampoco me ha disfrutado como padre. Yo entrenaba mucho, así que no tuvimos muchos momentos juntos. Pero este año se viene a estudiar a Mendoza. Nos va a hacer muy bien a los dos.

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Cotón fue el primer boxeador malargüino en ser citado al seleccionado nacional.

Cotón fue el primer boxeador malargüino en ser citado al seleccionado nacional.

-¿Y cómo era la relación antes?

-Nuestra relación antes no era más que un saludo o algo así. Con Joel es distinto, él se crió conmigo. A Nicolás no lo vi dar sus primeros pasos, no lo escuché decir sus primeras palabras, me perdí muchas cosas. Ahora lo tengo acá.

-¿Ninguno de tus hijos quiso ser boxeador?

-Por suerte no. Y yo no quiero que sean boxeadores. Nicolás va a estudiar este año, y Joel está con los guantes... pero de arquero. Juega al fútbo. Estoy orgulloso de los dos.

-¿Pudiste hacer alguna inversión con lo que ganaste en el boxeo?

-Podría haber hecho más. Pude comprar mi casa y ayudar a mi familia un poco, pero no más de eso. Pero el boxeo me dio todo.

-¿Cómo ves a los promotores?

-Para los promotores uno es un número. Cuando no les servís más, se acabó el negocio. Son todos iguales. Es triste la vida del boxeador. No sé si en otros deportes pasa lo mismo.

-Pero el boxeador tiene también algunas ventajas que otros deportistas no...

-Sí, hay más oportunidades, incluso en el amateurismo. Pero es más riesgoso. No vas a jugar; vas a pelear.

-¿Cómo viviste el cariño de la gente?

-En Malargüe, los chicos me miraban como a un ídolo. Ahora me pasa con gente más grande. Me dicen cosas lindas, y eso te levanta la autoestima.

-¿Cómo es un día en tu vida?

-Me levanto a las 7. De 8 a 9.30 estoy en Gimnasia y Esgrima, tres veces por semana. A las 10 entreno en Regatas. A la tarde vuelvo a dar clases. En Gimnasia empecé de forma recreativa, y ahora hay chicos que compiten.

Juan Carlos Reveco
El club Gimnasia y Esgrima fue el escenario elegido para una charla que repasó el lado B del campeón.

El club Gimnasia y Esgrima fue el escenario elegido para una charla que repasó el lado B del campeón.

-¿Te gusta enseñar?

-Me trae muchos recuerdos. Me pasó con Axel, el hijo del Yoni, cuando debutó. Son momentos que te llenan.

-¿Estuviste en política?

-Sí, en 2014 o 2015, con Don Jorge Vergara, intendente de Malargüe. Me ofreció un puesto en la Casa de Malargüe. Estuve un tiempo.

-¿Y te interesa la política?

-No, no me gusta y no la entiendo.

-¿Cómo ves el país?

-Está difícil, pero tengo fe de que mejore. Fui uno de los que votó al presidente. Espero que esto cambie. Me preocupa lo que les espera a nuestros hijos. Cada vez cuesta más llegar a fin de mes.

-¿Y la provincia?

-La veo bien, pero todo cuesta cada vez más. Ojalá mejore.

-¿Cómo ves a la juventud?

-Veo muchos pibes que dicen que se quieren ir del país, y eso duele. Que quieran irse del lugar donde nacieron, es duro.

-Tras el retiro, muchos boxeadores terminaron con problemas judiciales...

-Hay cero contención. En el CENARD ni siquiera te obligan a terminar la secundaria. Debería haber más exigencia en eso.

-¿Qué mejorarías del boxeo?

-Justamente eso, la contención. Cuando sos campeón, sobran los amigos. Pero cuando dejás de serlo, se borran todos. No lo creía… hasta que me pasó.

En el Cenard, su mejor boxeo

"Fue muy lindo pero también muy difícil. A los pocos días ya extrañaba Malargüe. Nunca había salido de ahí. Y cuando me convocaron, me ilusioné. Pero la pasé muy mal. La primera vez, estuve dos meses y medio sin comunicación con mi casa. No había teléfono. Fue durísimo. Estábamos Lucas Mathysse, el Chino Maidana y Tatú Brizuela. Tres fuimos campeones mundiales, menos Tatú.

-¿Y los viajes?

- El primero fue a Puerto Rico. Empezás a acostumbrarte, pero para mí lo más difícil era la dieta. En ese entonces tenía que dar 48 kg. Cuando llegué a Buenos Aires, el tema de subir de peso me complicó. La dieta y la deshidratación, siempre estuve al límite. Tuve tres años con la Selección: Sudamericano, Panamericano, preolímpico… una experiencia hermosa.

-¿Te quedó algo pendiente en el boxeo?

-En mi mejor momento me faltó pelear con los mejores de la categoría. Siempre soñé con pelear con Chocolatito González; me hubiese encantado. Estuve a punto de concretarla en dos ocasiones.

Juan Carlos Reveco
Inolvidable. Reveco es uno de los mejores boxeadores argentinos del siglo XXI y una de las glorias del pugilismo mendocino.

Inolvidable. Reveco es uno de los mejores boxeadores argentinos del siglo XXI y una de las glorias del pugilismo mendocino.

Cotón y el click definitivo

"Todo eso me pasó cuando llegué a Malargüe y conocí a Don Andrés (Nieto). Él cambió todo en mi vida. Un día me entregaron una plaqueta en reconocimiento a mi trayectoria amateur, y fue él quien me la dio. Una vecina le contó que no tenía apoyo, que nadie me respaldaba. Él dijo: 'Bueno, yo me encargo'. Me trajo zapatillas, ropa para entrenar. Conocí a Pablo Chacón, quien estaba armando un gimnasio profesional. Me convenció de que me sumara y dejé mi rumbo anterior.

-¿Fuiste el primer deportista de Malargüe en llegra a la Selección?

-Quizás no el primero deportista en general, pero sí creo que el primer boxeador. Y ahí apareció Don Andrés, un verdadero ángel de la guarda para mi. En Buenos Aires estaba desorientado, con problemas… y él apareció en mi vida y me cambió todo.

-¿Tuviste la despedida del boxeo que querías?

-Una de las cosas que cambiaría en mi carrera es haber hecho esa última pelea. Sabía que estaba destruido psicológica y físicamente. Muchas veces dije: '¿Para qué pelear?'. Si don Andrés hubiese estado ese día, no me hubiera dejado subir al ring. Perdí con un boxeador limitado; fue un golpe al orgullo. Un día conversando con mis hijos, Nicolás y Joel, me dijeron: 'Papá, no queremos que pelees más'. Ahí dije: 'No boxeo más'. Se los prometí.

-¿Qué recordás?

-Perder por nocaut es parte del juego. Pero me marcó. Durante mucho tiempo no podía dormir, la cabeza explotada. No recuerdo ni el fallo: fui un zombie.

- ¿Volvés a ver esas peleas?

-Antes sí, para ver errores. Pero no era de estudiar al rival de forma obsesiva. Lo veía por encima, nada más.

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