Esta es una nueva entrega de las Historias funerarias, un recorrido donde los cementerios funcionan como archivos a cielo abierto. En esta oportunidad, el paseo conduce al cementerio de Godoy Cruz, antigua Villa de San Vicente, una necrópolis que conserva huellas profundas de la historia mendocina y nacional.
Un cementerio con pasado trasladado
Si bien esta necrópolis fue inaugurada oficialmente en 1904, muchos de sus sepulcros poseen fechas anteriores debido a traslados realizados desde otros puntos.
El origen de este espacio funerario no puede comprenderse sin retroceder al 2 de marzo de 1861, cuando un devastador terremoto sacudió la provincia de Mendoza y provocó el colapso de los cementerios parroquiales y del cementerio público de la ciudad. La Villa de San Vicente no estuvo ajena a esta situación.
El 28 de octubre de 1862, el subdelegado de la zona, don Hilarión Leiva, elevó al secretario general del Gobierno la solicitud para trasladar el cementerio existente, ubicado junto a la plaza de San Vicente. Dos años más tarde, el 2 de noviembre de 1864, informó que se había conseguido un terreno adecuado y adjuntó la tasación correspondiente.
El gobernador Pedro Pascual Segura, consciente de la urgencia sanitaria, decidió otorgar los fondos necesarios para la compra del terreno, la circunvalación de paredes, la construcción de una capilla y las dependencias destinadas al capellán y al sepulturero. El 20 de diciembre de 1868, el subdelegado Emilio Blanco presentó al ministro de Gobierno el estado de las obras y el primer reglamento del cementerio de San Vicente. Allí se establecía que, una vez instalada la Municipalidad, ésta asumiría su administración.
El 28 de diciembre de 1868 se formalizó el paso de la administración parroquial a la administración laica. Las ideas higienistas fueron centrales en este proceso: retirar el cementerio del centro urbano era una necesidad urgente, ya que el antiguo camposanto parroquial se había transformado en un foco de infecciones para los vecinos.
El sector histórico del cementerio comprende este primer emplazamiento original, sin considerar las ampliaciones posteriores. Está delimitado al oeste por la calle Cervantes —donde se encuentra el acceso—, al este por la calle Alsina, y al norte y al sur por pabellones correspondientes a ese primer trazado.
Antonio Tomba, del Risorgimento a Mendoza
Como ocurre en el cementerio de la Capital, aquí también existe un sector denominado “histórico”, donde diversos nombres vinculados a Mendoza le ganan al mármol. Entre los mausoleos destaca el perteneciente a los Tomba; no podría ser de otra manera en Godoy Cruz.
A pesar de su estado ruinoso, el mausoleo deja entrever el espíritu loable de don Antonio Tomba, patriarca de la familia. Nacido en Valdagno, en la región italiana del Veneto, en plena adolescencia se alistó en las tropas de Giuseppe Garibaldi, combatiendo por la unificación italiana. No sospechaba entonces que su destino brillaría en un rincón lejano de la Argentina. Tras dejar las armas trabajó en una fábrica de Génova.
En 1875, con apenas 26 años, se embarcó en el buque América y llegó a Buenos Aires. El país era por entonces una promesa mundial. Gobernaba Nicolás Avellaneda y el modelo agroexportador daba sus primeros pasos. Durante una década sobrevivió vendiendo comida a empleados ferroviarios, primero en la Capital y luego en Villa Mercedes. Recién once años más tarde se estableció en Mendoza.
Fortuna, generosidad y memoria colectiva
Con sus ahorros abrió un almacén en la actual zona de Godoy Cruz. El éxito fue tal que pudo casarse con Olaya Pescara Maure, miembro de la elite local. La dote incluyó el terreno donde se levantó su famosa bodega, que llegó a producir el 60 % del vino consumido en la Argentina, con sucursales en Rosario y Buenos Aires. En la bonanza no olvidó sus raíces y trajo a sus hermanos desde Italia.
Pero Antonio Tomba quedó en la historia, sobre todo, por su generosidad. Donó terrenos a empleados, permitió que los más fieles tuvieran lugar en el mausoleo familiar y costeó la construcción del Hospital el Carmen.
Al conocer que estaba enfermo de un cáncer avanzado y -por entonces- sin solución, aceptó su destino con entereza y decidió regresar a su patria para morir allí. Lamentablemente falleció en altamar a fines de 1899, dicen que en brazos de Olaya. Su cuerpo descansa en Italia en un mausoleo idéntico al de la familia en Mendoza. El de aquí quedó para sus hermanos, descendientes y, llamativamente hoy, solo para algunos empleados de la bodega: los Tomba fueron retirados.
Vecinos ilustres, literatura y batallas
El sector histórico del cementerio alberga los restos de otras familias fundamentales de Godoy Cruz, como los Filipini, Casale, Tonelli y Cremaschi, verdaderos forjadores del departamento. El legado material de los monumentos funerarios —esculturas, vitreaux, epitafios y altares— constituye un patrimonio artístico e histórico de enorme valor.
Aquí también aparecen figuras como Feliciano Gambarte, primer entrenador del club Godoy Cruz y responsable de los colores de la camiseta; Delia Larrive Escudero, primera reina vendimial; y Josef Fuchs, descubridor de petróleo en Comodoro Rivadavia junto a Humberto Beghin.
Pero el espacio en sí respira historia. Antes del cementerio y del barrio Batalla del Pilar, aquí se libró el enfrentamiento del 22 de septiembre de 1829 entre federales y unitarios. Domingo Faustino Sarmiento, casi un adolescente, se salvó milagrosamente y dejó un relato estremecedor. Borges, por su parte, inmortalizó la muerte de Francisco Narciso Laprida -ocurrida durante la lucha- en Poema conjetural, recuperando la versión más brutal de su final.