Ahora es tiempo - Por Valeria F. Hassan

Los velos se descorren para revelar que el acoso y el abuso son parte de nuestras sociedades patriarcales.

Ahora es tiempo - Por Valeria F. Hassan
Ahora es tiempo - Por Valeria F. Hassan

Desde el martes, cuando la actriz Thelma Fardin narró en conferencia de prensa, para todo el país, que fue violada a los 16 años por el actor Juan Darthés, los testimonios de pibas muy jóvenes y de mujeres de todas las edades relatando situaciones de acoso, abuso y violencia no han cesado de aparecer en todos los ámbitos, públicos y privados.

Explotan las redes, se sacuden las oficinas públicas, las agencias de noticias superponen primicias y en las casas el tema nos reúne, trayendo desde fuera lo que es difícil hablar adentro.

Desde el Programa “Las víctimas contra las violencias”, del Ministerio de Justicia y DDHH de la Nación, informaron que desde principios de semana las denuncias aumentaron un 1240% a la línea nacional contra el abuso sexual infantil. Este viernes supimos que el ministro de educación de la nación, Finochiaro, tiene iniciada una causa por violación desde abril de este año y que el director del Banco Central acosó sexualmente a una periodista. Además, un funcionario provincial trató de feminazis a adolescentes que hicieron pública en Twitter una serie extensa de nombres de compañeros de colegio por diferentes situaciones de abuso y acoso: el hijo del funcionario figuraba en esa lista. Los niños del poder, los hijos sanos del patriarcado, empiezan a ser expuestos y dichos en palabras como una gran marejada que no deja de crecer.

¿Cuál es la puerta que abrió Thelma y que permitió que, esta vez, a diferencia de otras, su palabra fuera válida? ¿Por qué una situación personal, la de Thelma, empuja a que cientas de otras situaciones personales emerjan de las telarañas del miedo, lo no dicho, el “olvido”? ¿Qué rol le cabe al Estado en todo esto? Tenemos un presupuesto de $11 por mujer para atención a la violencia de género para 2019 y no tenemos educación sexual integral asegurada en nuestras escuelas a pesar de que una ley establece desde 2006 que desde nivel inicial hasta quinto año del secundario debe haber ESI. Desde 2006.

“Vamos descubriendo que ser mujer venía siendo por sobre todo aceptar la violencia, el acoso y las violaciones con gracia resignada”: entre la enorme cantidad de frases, testimonios y reflexiones que se publicaron en estos días recupero esta, que describe en pocas palabras la manera en que los velos se van descorriendo  para revelar socialmente que la violencia sexual, el acoso, el abuso son parte constitutiva de la subjetividad de las mujeres en nuestras sociedades patriarcales.

Abierto ese haz de luz propiciado por la declaración pública de Thelma Fardin, algo del orden de la identificación, de la empatía y de sentir que ahora es tiempo, emergió con una fuerza inusitada, la fuerza de lo contenido, la fuerza de lo reprimido.

Hemos leído y escuchado historias y testimonios de la infancia y recientes, de adolescentes que recién están comenzando sus exploraciones sexuales y de mujeres que tienen ya una larga experiencia vital. Las coincidencias de los relatos van desde el miedo, la vergüenza, la sensación de culpa, la desigual relación de poder con los varones, la coerción, las amenazas, la diferencia de fuerza física, la no distinción por parte de los varones entre ceder y consentir, el irrespeto sobre la propiedad de los cuerpos de las mujeres (desde las caricias en el pelo hasta el manoseo de la cola), la manipulación, la violencia psicológica.

En la década de 1960, con la Segunda Ola del feminismo, el movimiento de mujeres inauguró los grupos de concienciación como una instancia para reflexionar acerca del carácter compartido de una subordinación que la mayor parte de las mujeres vivía como privada. Hacer de lo personal algo político implicó no sólo reclamar el ingreso al mundo masculino sino transformar el sentido mismo de lo político. Contar cosas personales, de la vida privada, compartirlas con otras y descubrir que los puntos en común se repetían de unas a otras fue el común denominador de esos encuentros donde las feministas hicieron de los temas privados, como el aborto, las relaciones laborales, la familia, las relaciones de pareja, la maternidad, luchas políticas.

Hoy, en ese espacio público ampliado virtual que son las redes, esas conversaciones entre mujeres están replicando de algún modo la modalidad de aquellos pioneros grupos de concienciación. Perdida la noción de “público” en tanto disponible para todos y todas, los grupos de Whatsapp, los hilos de Twitter y los perfiles de Facebook han dado lugar a esos intercambios donde prevalecen los lazos de identificación y encuentro que impactan sobre la subjetividad de quienes dan sus testimonios.

“No nos dejen solas nunca más”, pidieron a viva voz las egresadas del Colegio Universitario Central (CUC) en su acto de colación de grado, volviendo de la virtualidad a la práctica política concreta. La poeta feminista Audre Lorde dice que “nombrar lo que no tiene nombre para convertirlo en objeto del pensamiento, sentar los cimientos de un futuro diferente y tender un puente desde el miedo a lo que nunca ha existido” permite transformar las vidas de las mujeres.

Esa transformación está en marcha y es irreversible.

Si sos víctima o conocés a alguien que sufra violencia de género llamá al 144 las 24 horas.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA