Valeria Pariso: “Busco que el lector tenga su propia revelación”

La poeta bonaerense acaba de ganar el primer premio del Fondo Nacional de las Artes por su poemario “Zarmina”.

Valeria Pariso: “Busco que el lector tenga su propia revelación”
Valeria Pariso: “Busco que el lector tenga su propia revelación”

Su mirada es la del asombro, la de quien ve en el mundo que la rodea un desfile maravilloso simplemente porque existe, porque es real. Pero, también, su mirada es la de quien teme con la palabra agregar un peso ajeno a ese espectáculo. La poesía de Valeria Pariso no sólo busca nombrar: busca, al mismo tiempo, asombrarse y preservar lo observado. Y también: seguir saboreando esa existencia gracias a la libertad que la propia poesía construye.

Eso, al menos, es lo que muestran los libros que conocemos: "Cero sobre el nivel del mar" (2012), "Paula levanta la persiana" (2013), "Donde termina esta casa" (2015), "Del otro lado de la noche" (2015), "Triza" (2017) y la trilogía "Uva negra" / "Mascarón de proa" / "El castillo de Rouen" (2018).

Ahora, la autora, nacida en San Miguel (provincia de Buenos Aires) en 1970, acaba de ganar el primer premio en la convocatoria de este año del Fondo Nacional de las Artes. La obra inédita que la consagró en este prestigioso galardón es "Zarmina", un libro en el que, según nos dice en esta entrevista, ahonda en su búsqueda y sus preocupaciones de siempre.

- ¿Qué podemos saber de "Zarmina", el libro que acaban de premiar con el galardón del Fondo Nacional de las Artes?

- Es el resultado de cuatro años de investigación sobre la fuerza de cohesión de la poesía y la construcción de la libertad a través del lenguaje.

- Antes de este trabajo, conocimos tus primeros poemas con la publicación de "Cero sobre el nivel del mar" (2012). Ese libro no era el de una poeta recién iniciada sino el de alguien que, en su madurez, comenzaba a publicar con una voz ya consolidada. ¿Cómo se dio en vos el proceso de escritura y búsqueda de una estética y por qué esperaste hasta los 40 para editar?

- Soy una obsesiva corrigiendo y no era prioritario para mí publicar. Escribo desde muy pequeña y en cada ámbito donde estuve, circuló mi poesía. De manera informal, pero siempre fue así. Mis compañeros de colegio (en cada uno de los niveles educativos) saben de lo que hablo. Mis compañeros de trabajo, también. De modo que yo desde muy chica sentí que era leída y que lo que escribía, circulaba. Hasta los 40 años no había sentido la necesidad de publicar un libro. No dejé de ser obsesiva al corregir, pero aprendí a disculparme por los errores, porque siempre se va a escapar algo.

- Uno de tus versos dice: "Mi obsesión son las cosas por su nombre", ¿eso se explica por tu manera de escribir, quizás surgida de la observación de las cosas simples?

- Sí, me maravilla lo silencioso, lo pequeño, lo que no puede salir. Me maravilla lo que está por suceder, lo que no puede evitarse, lo que se va romper de todos modos. Me maravilla lo que duele, lo que sana, lo que resiste. Y mi mayor empeño está en encontrar, entre la palabra y el silencio, la mejor manera de nombrar eso que se me acaba de revelar, sin exponerlo, para que el lector tenga su propia revelación.

- ¿Cuáles son tus "rituales" de lectura?

- Mi ritual de lectura es leer varios libros a la vez, un poco de cada uno. También es una forma de asegurarme de que no se me pegue la voz poética de nadie, por mucho que me guste lo que estoy leyendo.

- ¿Cuáles han sido tus lecturas recurrentes, tus lecturas formativas?

- Vuelvo siempre a leer a Antonio Gamoneda, a Zurita, a Federico García Lorca, a Alfonsina Storni. Vuelvo a Pizarnik, a Thenon, a Marosa Di Giorgio, vuelvo a Juan Gelman, a Calveyra, a Sor Juana Inés de la Cruz, vuelvo a cada libro de poemas que me conmovió. Porque la poesía tiene eso, uno vuelve porque siempre se encuentra otra cosa. Mis lecturas formativas son todas, soy el resultado de cada libro de poemas que leí, desde el primero hasta el último, y mirá que recibo muchos libros de poemas cada año. El cartero que llega a casa puede dar fe de lo que estoy diciendo.

- Tu poesía es declaradamente lírica y esto no parece tan extraño cuando está acabando la segunda década del siglo XXI, pero parecía anatema a fines de los '90. ¿Cómo ves la poesía de tus contemporáneos, qué poetas te atraen?

- Leo todo el tiempo a mis contemporáneos. Por un lado, hay mucho que se está escribiendo y bien, muy bien. Por el otro, se escribe mucho que para mí no es poesía aunque la nombren como tal. No todo es poesía. No todo es un poema. Es muy probable que cuando volvías de tomar una birra en la esquina te haya pasado algo fabuloso que te voló la cabeza, y es probable que sientas el impulso irrefrenable de sentarte a escribir un poema, pero hay que saber revelarlo, hay que hacer un laburo para que aparezca la espuma en ese juego misterioso que hacen las palabras y el silencio, porque si no, con lo único que nos quedamos en con que fuiste y volviste de tomar una birra en la esquina. Y eso habrá estado buenísimo, pero no es un poema. Me atraen las poetas y los poetas que van al hueso en el poema, que no le temen a lo que tienen para decir o que temen y se la juegan igual, y lo escriben.

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