Con más de mil millones de usuarios activos al mes, la plataforma china de videos transformó el consumo digital. Su éxito no solo se basa en la brevedad -videos cortos y llamativos-, sino en su algoritmo “Para tí”, que personaliza el contenido a partir de cada gesto: pausa, repetición, me gusta. Da igual a quién se siga, lo que importa es lo que uno hace mientras mira.
Un estudio de la Universidad de Cornell llamado “Dinámica de la amplificación algorítmica de contenido en TikTok”, publicado en marzo de 2025, confirmó que el algoritmo refuerza rápidamente los contenidos relacionados con las preferencias del usuario, a menudo reduciendo significativamente la diversidad temática con cada scroll, que es como se llama a la acción de deslizar hacia arriba para ver el siguiente contenido. Ese es el poder -y el truco- del “efecto TikTok”.
Una democracia dictatorial
TikTok premia la creatividad y autenticidad más que la cantidad de seguidores. Cualquier usuario puede acceder a visibilidad masiva, siempre que produzca algo que resuene genuinamente. Eso sí, el que tiene la decisión final de convertir algo en popular es la propia app y no se pueden desafiar sus principios.
Los retos virales, los bailes y las reacciones en video fomentan una participación activa y colectiva. TikTok define tendencias y cultura, desde música hasta estética de moda, con una velocidad sin parangón.
Todo esto hace que otras aplicaciones, ya sean incipientes o dominantes, quieran imitar su estilo, casi como un desafío viral.
Meta -con los reels de Instagram y videos en Facebook- y YouTube con sus Shorts, buscan replicar la fórmula TikTok: contenido breve, recomendaciones por algoritmo y alta retención de usuarios.
Crisis de identidad
De YouTube o Instagram podía esperarse una imitación del estilo TikTok para no perder audiencias y fomentar nuevos contenidos. En forma y en esencia, el contenido audiovisual es su soporte vital.
Sin embargo, sorprende que otras plataformas sigan la tendencia porque su identidad no parecía estar basada en los videos, ni en el contenido viral ni en la manipulación algorítmica. Dos ejemplos claros son Spotify y X (antes Twitter).
Spotify ya no es solo música: ahora es una plataforma de descubrimiento cultural. Así lo reconoció Brendan Gahan, CEO de la agencia Creator Authority, al referirse al nuevo flujo de contenido vertical -o feed- de Spotify: “El cambio al estilo TikTok es inteligente, especialmente para podcasts […] un feed de descubrimiento impulsado por algoritmo ofrece más oportunidades a creadores emergentes.”
Apps que copian a TikTok
Las app más populares buscan copiar el "efecto TikTok"
Hace dos años comenzó la transformación en Spotify, cuando la plataforma presentó en su evento Stream On un cambio ambicioso: reemplazó el carrusel estático por un desplazamiento vertical infinito, donde los usuarios pueden deslizar y descubrir pistas, álbumes o episodios mediante previews de audio y video. Todo acompañado del modo “Smart Shuffle” y un DJ con IA que selecciona contenido según el gusto del usuario.
La plataforma X -a la que la mayoría aún seguimos llamando Twitter- fomenta desde hace tiempo que al ver un video, pasemos a otros con solo deslizar el dedo hacia arriba. También ahora ha modificado su app en los teléfonos para agregar una sección exclusiva para ver videos al estilo TikTok. Pero estos cambios parecen ser solo el inicio. Elon Musk, el empresario dueño de la aplicación, anunció en julio de 2025 que su herramienta de inteligencia artificial Grok Imagine permitirá generar videos de seis segundos mediante texto. Será una suerte de “Vine con IA”, dijo Musk que incluso recuperó el archivo perdido de esa antigua plataforma de videos y planea integrarlo en X.
¿Por qué todos quieren ser TikTok?
Razones hay muchas y casi todas son válidas. La atención como recurso escaso es una de las principales búsquedas. TikTok nos enseñó que el formato corto y personalizado captura la atención; ser visto ya no depende de seguidores, sino del algoritmo.
Otro motivo es el descubrimiento orgánico acelerado. O sea, cualquiera puede ser viral sin infraestructura previa.
También está la experiencia familiarizada, o dicho de otro modo, el deseo de que otras aplicaciones funcionen de forma similar a una app que usamos de forma regular. Un repaso por algunas aplicaciones alcanza para ver que dar “Me gusta” o “Guardar en favoritos” tienen formatos similares entre sí.
TikTok lanzó un formato que nadie tenía y lo convirtió en un éxito de seguidores, descargas y facturación, otras tres razones para copiar su estilo.
Hace un tiempo, Casey Newton, editor de The Verge, una publicación especializada en tecnología, señalaba que esta “imitación” que hacen las grandes empresas de las funciones de alguna aplicación era simplemente una forma de apropiarse de éxitos que no eran propios. “Yo llamo a estas aplicaciones ‘clones asesinos’. Es cuando Facebook mira tu aplicación, le gusta, y entonces crea una expresamente para matarla”, afirma Newton.
Por ahora TikTok sigue vivo y funcionando sin despeinarse frente a los plagios que sufre, y aunque la competencia es agresiva -y cara- hay billetera en ambos bandos para solventarla.
No todo lo que brilla es oro
Querer la popularidad y funciones de Tiktok es arriesgarse también a perpetuar su lado más oscuro. Aunque la app dio visibilidad a millones de creadores y premió la inventiva, también expuso a sus usuarios, especialmente a los más jóvenes, a burbujas temáticas, desinformación constante y riesgos de salud mental.
TikTok carece de diversidad cuando el algoritmo detecta un patrón de gustos y su personalización favorece contenidos repetidos.
Respecto de la salud mental en riesgo, la plataforma ha sido identificada como un factor que refuerza estereotipos poco realistas y discursos polémicos.
También la Inteligencia Artificial, que casi no mencionamos hasta ahora y siempre aparece, fomenta el contenido apócrifo, los deepfakes y la alteración de la realidad.
OPINIÓN
Yo hago ravioles, ella hace ravioles
Es fácil imaginarse a TikTok como el personaje de Elvira de ‘Esperando la carroza’ cuando dice “La charlatana de al lado me imita en todo…” al ver como su competencia le copia sus mejores atributos.
Tratar de replicar el éxito de otros es la esencia de muchas empresas. Hace 10 años Instagram ya copiaba todo lo que hacía Snapchat y ahora lo hace con TikTok. La diferencia es que ahora hay más desarrollos buscando parecerse a la plataforma china, pero sin admitirlo y esperando que nadie lo note. Pero se nota y mucho.
Cuando Elon Musk compró Twitter, y lo rebautizó X, lanzó una pestaña llamada “Para tí” donde impuso la voluntad del algoritmo para decir qué ver y de a poco escondió los contenidos que voluntariamente alguna vez decidimos visualizar. Instagram y Facebook también hicieron lo mismo. Rara vez vemos qué publicaron nuestros amigos, ya que estas apps deciden que es mejor mostrarnos contenido basado en cualquier cosa que haya llamado nuestra atención aunque sea por solo unos segundos.
Aunque entiendo -pero no justifico- la intención de ganar dinero con contenido disperso, redireccionado y apuntado al consumo, algo más profundo yace en la burda copia de estilos entre las apps. Y no es solo el calco de un layout: es una nueva forma de intercambio cultural, donde el algoritmo define qué vemos, qué compartimos y cómo creamos.
En ese vertiginoso scroll, lo que importa de verdad no es solo el engagement, sino si tenemos espacio para reflexionar, crear con profundidad y mantener nuestra mirada crítica.
Por ahora solo queda una duda: ¿puede sobrevivir lo auténtico en un mundo moldeado por un algoritmo?