Una jornada de ansiedad y felicidad enmarcó ayer el inicio de clases en Mendoza

La mirada psicológica y la necesidad de la presencialidad.

Alumnos y docentes ingresando con barbijo y distanciamiento: sin dudas, la imagen del año. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes
Alumnos y docentes ingresando con barbijo y distanciamiento: sin dudas, la imagen del año. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

Resulta de vital importancia la presencialidad cuidada en el ámbito escolar ya que favorece el encuentro y el lazo social en un espacio donde aprender es mucho más que incorporar contenidos.

Así lo dijo a “Los Andes” la psicóloga Adriana Dolengiewich,  coordinadora de los centros preventivos asistenciales en Salud Mental Infanto-Juvenil de la Dirección de Salud Mental y Adicciones de la Provincia de Mendoza.

“Se trata del vínculo, del afecto, de la presencia y la construcción con otros. Aprender y producir conocimientos en espacios regulados por adultos que alojan y son receptivos en estos tiempos de incertidumbre”, sostuvo la especialista.

Se permite, así, ubicar a los niños como sujetos tanto de sus aprendizajes como en la transmisión que ellos hacen de lo que aprenden en la escuela y en sus propios hogares respecto al cuidado, la solidaridad y el respeto por el otro.

“Volver a encontrarse con sus compañeros, maestros, profesores, querer aprender, jugar, revitaliza y permite retomar un aspecto de sus vidas en espacios propios por fuera de lo familiar que genera autonomía, decisión, creatividad”, consideró.

Desafío y compromiso

Profesora y licenciada en psicología, Nadia Gómez Paiva es miembro de servicios de orientación escolar en secundarias, además de especialista en Logoterapia y Análisis Existencial y magíster en Psicoterapia Sistémica.

“El aula permite el encuentro con el otro y esto posee importantes consecuencias en la esfera emocional”, sostuvo.

En ese sentido, amplió: “Las emociones son fundamentales porque representan la base de toda relación, tiñen todo lo que percibimos y están implicadas en la forma en que aprendemos”.

Actualmente, señaló, es ineludible pensar las aulas como espacios de dimensiones variables.

Por eso dijo que es necesario repensar sus funciones y prepararlas para que sean capaces de adaptarse a necesidades y demandas del contexto en que vivimos.

“En este sentido, es posible considerar al aula como un verdadero desafío a nivel sanitario, familiar y escolar, ya que sabemos que permite el ´estar ahí' junto a otros en tiempo y espacio, propiciando una forma de relación única entre alumnos y docentes”, remarcó.

No obstante, concluyó, “adquiere un carácter complejo, ya que en su indiscutida función como lugar de intercambio y relación social, hoy se reafirma el compromiso de que el aula, en todas sus posibilidades, sea además un espacio seguro”.

Grupos de chats al rojo vivo, uniformes chicos y viandas caseras

Ansiedad, temor, emoción…

Nunca un inicio de clases generó tantas sensaciones encontradas: ayer, sin dudas, fue una jornada que quedará para la historia, aunque los chicos aún no sean plenamente conscientes.

Desde muy temprano, los grupos de whatsap de padres y alumnos estuvieron al “rojo vivo”.

Y en varias escuelas hubo situaciones para emocionarse: se abrieron las puertas y, espontáneamente, surgió un aplauso sonoro.

Alumnos y docentes ingresando con barbijo y distanciamiento: sin dudas, la imagen del año. De la década.

Ayer, la organización y el protocolo aplicados en cada establecimiento generó opiniones para todos los gustos.

Y si bien en la gran mayoría de los casos los padres estuvieron a favor de la presencialidad, teniendo en cuenta los efectos psicológicos que el aislamiento generó entre niños y adolescentes, algunos se manifestaron en contra.

Ojalá sea lo mejor para todos. Estamos aprendiendo de esto. Hay colegios donde los chicos van todos los días y doble turno. Otros no. Creo que cada lugar intenta hacer lo mejor posible”, sostuvo Pamela, cuyo hijo concurre al Sagrado Corazón.

“Que tengamos un año mejor”, es todo lo que pido”, dijo Mariel, otra mamá, que aplaudió las palabras de Pamela.

“Se extraña horrores no volver a la normalidad, me pone la piel de gallina”, reflexionó Mónica, en un chat, donde, a las 7 en punto ya estaban todos conectados.

El colegio de su hija, Delfina, dividió a los cursos en dos y estableció presencialidad semana por medio. Salvo los miércoles, que concurre toda la división al salón de actos, con las medidas de distanciamiento correspondientes.

“Con un día que todos los chicos estén juntos alcanza para contagiarse. Por eso no entiendo por qué se los divide el resto de la semana. Alcanza un minuto para contagiar al compañero”, dijo.

Las contradicciones también estuvieron a la orden del día. “Es lógico que todos los papás desean, por un lado, que sus hijos se revinculen, porque la salud emocional es fundamental, pero al mismo tiempo muchos se quejan porque no están de acuerdo con los protocolos”, expresó Marisa, preceptora de un privado céntrico.

Es que cada establecimiento debió tener en cuenta su capacidad y su espacio. Y en base a ello, y a sus matrículas, cada uno adoptó sus medidas.

Las inquietudes continuaron durante toda la mañana. Hubo pocas respuestas concretas.

“¿El kiosco de la escuela estará abierto? ¿Deben llevar su vianda?  ¿Pueden ir en equipo de gimnasia? ¿Habrá suficiente alcohol en gel? ¿Cómo actuará la maestra?”, fueron las preguntas.

“¿Cuándo se hará la feria para comprar y vender los uniformes que quedaron chicos y jamás se usaron?”. Los uniformes, efectivamente, fueron tema clave.

A todos les quedó chico y sin uso, por eso en la mayoría de las escuelas se organizaron ferias de canje o de compra-venta que se harán en el transcurso de esta semana.

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