“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo

Héctor Álvarez (47) es contratista en una finca de Medrano y no recuerda una catástrofe como la de anoche en los 20 años que lleva de oficio. “Parecía que se terminaba el mundo”, reconstruye. Y tiene en claro que, como sea, logrará salir adelante.

“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

En sus 20 años como contratista –de los 47 que tiene de vida-, Héctor Álvarez no recuerda una granizada como la que vivió (y sufrió) anoche en la finca donde trabaja como contratista, en la calle Oratorio, entre Medrano y Tres Esquinas, en el límite entre Rivadavia y Junín. Son, en total, 7 las hectáreas las que tiene a su cargo, y son 7 hectáreas en las que no quedó absolutamente nada.

“Estoy matado, esto ha sido catastrófico. Algo nunca visto…”, piensa –con dolor- y con una voz apenas perceptible, que escapa de la misma boca en la que mantiene una mueca de angustia y desolación. “Esto es lo que trabajo todo el año y no me ha quedado nada. Nada de nada”, agrega.

“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. El contratista Héctor Álvarez recorre sin consuelo el viñedo destruido. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. El contratista Héctor Álvarez recorre sin consuelo el viñedo destruido. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Cuando comenzó a caer el granizo anoche en el lugar, Héctor y su familia –su esposa, Gabriela, y sus hijos, Mauricio y Lorena- estaban dentro de la casa en que viven dentro de la finca. En el lugar, el temporal duró entre 15 y 18 minutos, suficientes no solo para destruir toda su producción sino, además, para que la piedra rompa uno de los vidrios de la ventana de Lorena y le produzca un corte en su pierna.

“Las pérdidas han sido totales, pero no de 100%. Acá decimos que han sido de 130%, por lo menos, porque no solo perdimos la cosecha de este año, sino también la del año que viene. Acá había viñedos, cerezos, olivos, durazno. Y no quedó nada”, repasa y lamenta Héctor. Y, una vez más, se queda callado.

La mañana después de la catástrofe se ven las hojas molidas sobre la tierra, las aceitunas desgajadas, los duraznos destruidos. Incluso, aquí y en otras fincas –e inmediaciones-, se ven hasta pajaritos que fallecieron como consecuencia del impacto de las piedras. “Tengo 20 años como contratista y, sinceramente, es la primera vez que veo esto”, confiesa Héctor.

Crónica de una pesadilla

A última hora de la noche del miércoles, Héctor y su familia ya estaban bajo el techo de su hogar (en la misma finca). El día laboral había sido arduo y se disponían a irse a dormir pensando en lo que, preveían, sería una extensa jornada de trabajo que les esperaba para el jueves. Pero en cuestión de segundos, esa calma mutó a desesperación.

“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

“Estábamos con la familia, dentro de casa, cuando vimos que se venía la tormenta. Pensamos que era una más y que ya se iba a desarmar, porque habíamos escuchado a los aviones. Pero a las 23 arrancó un viento fuertísimo, sobre el viento comenzó a caer piedra en seco. ¡Eran del tamaño de un huevo de gallina! Yo calculo que habrán sido entre 15 y 18 minutos, una tragedia. Más si se tiene en cuenta que con 5 minutos ya es suficiente para perder todo”, recapitula.

“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Volver a empezar

El día después de la tormenta, en la finca donde Héctor trabaja como contratista, el paisaje es apocalíptico. Con solo recorrerla alcanza para entender lo difícil que será la resurrección, algo que –a juzgar no solo por sus palabras, sino por la expresión en su rostro también- Héctor lo tiene bien en claro.

“Mi hija veía el granizo desde su pieza, y estaba llorando. Todo antes de que se rompiera la ventana con una piedra y la lastimara. Parecía que se venía el cielo abajo, que desaparecía el mundo. Mis hijos tienen 19 años –Mauricio- y 17 –Lorena-. Y yo estaba ahorrando para que mi hijo pudiera irse a estudiar Bioquímica a San Luis el año que viene, pero ahora no sé cómo lo voy a hacer”, agrega. Y, con una cuota de optimismo -que vaya uno a saber de dónde saca-, acota sin dudas: “Sé que vamos a salir adelante. Pero hoy no tenemos nada”.

“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

En las 7 hectáreas de la finca donde trabaja y vive Héctor junto a su familia se ven los parrales destruidos, lo mismo que las pocas plantas de olivo, los cerezos y los durazneros. Y es que, para la cosecha, restaban todavía poco más de dos meses (se hace entre fines de febrero y comienzos de marzo). “Lo que más pronto estaba para sacarse era el durazno, pero tampoco quedó nada”, repite.

Nada volverá el tiempo atrás, nada le permitirá salvar todo aquello que ya perdió. Y esas son cosas que Héctor sabe muy bien. Y, aunque también dimensione que jamás vio una tormenta granicera como la de anoche, el contratista no tiene dudas de que resurgirá, una vez más.

“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
“Nunca en mi vida vi algo así, ¡lo perdí todo!”: el dolor de los productores afectados por el granizo. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

“La sensación que tengo es inexplicable, esto es algo nunca visto. Con 47 años yo le pongo pilas, nunca bajo los brazos y tengo la ilusión de que va a salir algo. Porque bajar los brazos es ver el parral todo muerto, como está ahora. Pero hay que lucharla, ya el patrón me dijo que vamos a remover tierra y vamos a volver a empezar”, agrega, con ese optimismo característico. Y repite: “No caigo todavía en lo que pasó”.

Y es que darse por vencido no está entre los planes de Héctor; más bien, todo lo contrario. “Mi ilusión era manejarme y acomodarme un poco con esto para que el año que viene mi hijo pudiera irse a estudiar a San Luis y mi hija terminar la secundaria en la escuela pública. Pero yo siempre miro para arriba, porque si miro para abajo, no veo nada y no sirve. Veré si vendo el auto, pero sé que algo voy a hacer para que mis hijos puedan estudiar algo y no terminen como yo. De alguna manera tengo que seguir, y mis hijos no me pueden ver decaído, así tampoco decaen ellos”, concluye, con tono esperanzador..

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