12 de octubre de 2025 - 08:00

La unión del vino: la mendocina que se convirtió en manager de una vinoteca en Nueva York

Miranda Ávila (24) se abre paso en la Gran Manzana con la identidad mendocina ya que su tonada le puso adelante un inesperado destino.

Del mismo modo en que el mundo asocia al argentino con la tierra de Maradona, al mendocino se lo identifica con la Capital del Vino. Una identidad que funciona como un currículum abierto, leído en la primera pronunciación de cualquier diálogo. Y algo de esa suerte ilustra un pasaje de la vida de Miranda Ávila.

Nacida en Texas, aunque criada en Mendoza, la joven de 24 años trabaja como manager de una vinería en Nueva York. Lo que comenzó como un viaje de vacaciones se convirtió en una nueva vida lejos de Guaymallén, el departamento que la vio crecer.

Durante el año 2001, sus padres, ambos mendocinos, decidieron emigrar a Estados Unidos junto a sus hijos en busca de estabilidad. Por ese entonces, el país atravesaba una crisis de representatividad política e inestabilidad económica, y la familia apostó por "probar suerte" en otro lugar.

Sin embargo, el contexto mundial tampoco sería optimo. Apenas unos meses después de su llegada a Texas, el atentado a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre, modificaría nuevamente los planes familiares. "Nací acá en Estados Unidos, pero me crié en Argentina. Tenía tres meses cuando volvimos, así que toda mi vida se desarrolló en Mendoza", cuenta Miranda.

Miranda Ávila
Miranda sostiene que su verdadera fortaleza está en los vínculos. | Foto: gentileza

Miranda sostiene que su verdadera fortaleza está en los vínculos. | Foto: gentileza

En su familia, las decisiones siempre estuvieron marcadas por la necesidad de adaptarse. "Fue una cuestión de probar suerte. Como el país estaba tan mal, decidieron venir. Pero acá también fue difícil, justo fue el año del atentado a las Torres Gemelas, así que la situación tampoco era próspera. Por eso volvieron", resume.

Sus padres regresaron a Buena Nueva, en Guaymallén, donde la infancia de la joven transcurrió entre familia y amigos. Cursó la primaria en la Domingo Bombal y la secundaria en el Colegio Universitario Central. Luego comenzó la carrera de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Cuyo. "Hice dos años. Me encantaba, pero la vida me llevó por otro camino", admite.

Hasta que su hermano que vivía en el exterior la impulsó a viajar. En principio, la idea era visitar Nueva York por unos meses. "Venía por seis meses, a pasar un tiempo. Mi idea era volver y seguir estudiando", confirma Miranda. Pero los planes cambiaron.

Miranda Ávila
La Infancia en Guaymallén. Junto a su hermana y primo, disfrutando del patio y el sol mendocino.

La Infancia en Guaymallén. Junto a su hermana y primo, disfrutando del patio y el sol mendocino.

Llegó a Estados Unidos en noviembre de 2021, cuando el mundo empezaba a salir de la pandemia. "Me terminé quedando", suelta, y cuenta que al principio trabajó como cajera en un supermercado. En paralelo, empezó a conocer personas, adaptarse al ritmo de la ciudad y desmitificando supuestos.

"Uno de afuera siempre escucha que la educación acá es privada, que la gente ahorra toda la vida para pagar la universidad. Eso me frustraba un poco, porque me encantaba mi carrera. Pero cuando comencé a trabajar, se abrieron puertas, y mi perspectiva cambió", explica.

Sus padres, cuenta, "ya se lo veían venir". Todos sabían que había algo en ella que la conectaba con ese movimiento constante. "No fue una decisión difícil, simplemente se dio. Empecé a armar mi vida acá", describe Miranda.

Currículum con acento mendocino

El destino quiso que el acento mendocino se transformara en su CV. "Fue una casualidad. Yo trabajaba como cajera en un supermercado y un cliente, que era sommelier, empezó a hablar conmigo. Pegamos buena onda, se enteró de que era mendocina y me preguntó si me interesaba el vino. Le dije que sí, que no sabía mucho, pero que me interesaba. Soy mendocina, algo tenía que saber", cuenta entre risas.

Ese momento marcaría el inicio de otro capítulo. El cliente la recomendó para trabajar en una vinoteca, y así comenzó a explorar de manera formal el mundo del vino. Hoy Miranda es manager de una vinería en Nueva York y continúa formándose.

Miranda Ávila
Siendo bebé, Miranda en los brazos de su mamá en una foto familiar.

Siendo bebé, Miranda en los brazos de su mamá en una foto familiar.

El año pasado obtuvo su primera certificación en Wine and Spirits Education Trust (WSET), una institución con sede en Londres y presencia global. "No es una carrera universitaria, pero es la certificación más reconocida en el mundo del vino. Vas sumando niveles y cada uno tiene mayor complejidad", explica.

Esa identidad le abrió puertas, pero también la enfrentó a desafíos. "Por un lado, hay gente que te valida por venir de una zona vitivinícola, y por otro, quienes subestiman porque creen que todo lo europeo es mejor. Es un poco de los dos mundos, como en todos lados", admite.

Más allá de que ser mendocina le haya permitido encontrar estabilidad laboral y proyectarse, Miranda sostiene que su verdadera fortaleza está en los vínculos. "Soy el claro ejemplo de que nunca sabés a quién tenés enfrente. Por ser amable y cortés en un supermercado conocí a alguien que me ofreció un trabajo y me abrió una carrera. Hacer red es clave", reflexiona.

"Todo va muy rápido acá"

Miranda vive en Nueva York desde hace cuatro años. Su rutina empieza temprano: desayuna, organiza su casa y viaja en tren hasta la vinoteca, donde trabaja de 12 del mediodía a ocho de la noche. "Es una ciudad que va al palo. Te consume, todo pasa rápido", describe. Pero, lejos de subirse a ese modo, lo reconoce y es concreta al decir que reflexiona sobre eso e intenta hacer propias sus mañanas "y los días libres para juntarme con amigos o simplemente descansar".

En su comparación espontánea entre Mendoza y Nueva York, distingue: "Acá la vida se apaga temprano". Las tiendas y comercios cierran entre las siete y las ocho de la tarde, algo que claramente llamó la atención de la joven que viene de una ciudad donde las veredas se llenan durante la noche y las calles se convierten en peatonales.

Respecto al idioma, Ávila confirma que nunca estudió inglés formalmente, pero lo aprendió escuchando música y viendo películas. "Siempre tuve facilidad con el idioma, pero fue la práctica la que me ayudó", dice. Aunque reconoce que "en Nueva York siempre te encontrás con alguien que hable español", por lo que el idioma no se convierte en una barrera insalvable.

Miranda Ávila
Durante su primera pasantía en una vinoteca de Nueva York, Miranda marcó el comienzo en la industria del vino.

Durante su primera pasantía en una vinoteca de Nueva York, Miranda marcó el comienzo en la industria del vino.

Vivir lejos de casa no es fácil, y Miranda lo sabe. "Es fundamental tener personas cercanas. Si no fuera mis amigos acá, sería muy difícil sostener una vida afuera. En Argentina uno está acostumbrado a compartir todo, los domingos, los cumpleaños, las sobremesas. Si no lográs construir eso en otro lugar, es el triple de difícil", advierte. Por eso mantiene contacto diario con su familia en Mendoza: "Todos los días hablamos, nos mandamos mensajes, nos llamamos".

Cinéfila declarada, Miranda dice que muchas de las escenas que se grabaron en su memoria tuvieron de locación la ciudad que habita. Por ello sus preferencias a la hora de recorrer confirman también que es una ciudad que nunca termina. "Nueva York nunca se termina de recorrer. Siempre hay algo nuevo para descubrir. Me encanta por eso: porque sorprende", cuenta. Entre sus lugares preferidos menciona Dumbo, en Brooklyn, con sus calles de adoquines y las vistas al puente que tantas veces vio en pantalla. También Times Square, que al principio la deslumbró, pero que hoy evita "porque está lleno de gente todo el tiempo".

Finalmente se permite mira hacia adelante en términos de proyección. "Por ahora me veo viviendo acá los próximos cinco años. No sé qué pasará después, todo puede cambiar, pero hoy me siento establecida", sentencia.

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