Pezones femeninos: claves de una fuente de placer que la mayoría de los hombres desconoce

Las mujeres pueden tener potentes sensaciones si la zona es bien estimulada, pero los varones muchas veces no saben darle el tratamiento apropiado

De las zonas erógenas en el cuerpo femenino, los pezones pueden considerarse, junto con el clítoris, los más sensibles. Esto se debe a la enorme cantidad de terminaciones nerviosas, muchas de ellas conectadas con la zona genital, que ayudan a la lubricación con mayor facilidad, convirtiendo al juego previo en un gran aliado al momento de conseguir orgasmos más potentes. Por eso no es raro que una mujer pueda tener un orgasmo solo con estimulación de los pezones, siempre y cuando ésta comience siendo sutil y delicada.

A veces no hay forma elegante de decir ciertas cosas: A muchas mujeres les toca la incalificable experiencia de encontrarse en un momento íntimo con un hombre que aprieta los senos, los amasa, los estruja, y el el peor de los casos, pellizca, muerde o succiona los pezones. Nada de esto es atractivo. Y dadas las circunstancias, en general tampoco es un buen momento para que la mujer proceda a dar explicaciones y adiestramiento de cómo debería actuar el hombre.

Una vez más, el problema radica en que muchas veces los varones desean -o simplemente ponen en práctica- lo que vieron en películas o internet, dando por hecho que si la actriz de la escena disfrutaba con tales maniobras, su pareja (ocasional o estable) debería sentir lo mismo.

Lo cierto es que hay tantos tipos de pezones como mujeres en el mundo. Son casi como las huellas dactilares de las mamas, ya que no hay un pezón igual a otro. A veces ni siquiera en la misma mujer tiene los pezones exactamente iguales en cada mama.

Por la misma razón, las sensaciones pueden variar en cada mujer, por lo que la recomendación general es que, a menos que ella pida más acción, tratar siempre la zona del busto con delicadeza. Es mucho más excitante el roce de una pluma que un mordisco.

Entender que los pezones son la puerta de entrada al universo de placer femenino, puede ayudar a más de un hombre a comprender cómo descifrar el mapa en el cuerpo de una mujer. Pero para llegar a esa puerta de entrada, primero hay que recorrer los caminos erógenos de los labios, el cuello, la espalda, los brazos, por mencionar algunos.

Tocar, no frotar

Una buena forma de comenzar a conocer cuáles son los niveles sensitivos de la mujer es probar distintos niveles de presión, de tacto, de roce. Matizar muy bien las caricias, rozar casi sin tocar, sobre todo, al comienzo del juego y tomarse el tiempo para graduar el tacto con otros estímulos como la respiración, el roce con los labios, las caricias y el uso de elementos suaves. Otra forma es la de incorporar diferentes texturas: telas, plumas, pieles. Esto permite que los nervios se activen y se exacerben las sensaciones.

Los pezones al ser sensibles también a los cambios de temperatura, pueden percibir tanto el calor como el frío y en ambos casos, es una sensación agradable para la mujer. Por eso, incorporar aceites eróticos que generan cambios térmicos puede resultar muy positivo. Lo importante es hacer cada movimiento a consciencia, disfrutando el momento y no de manera automática.

Acariciar, no exprimir

Ya bastante fuerte es la experiencia de amamantar como para revivirla o anticiparla con un hombre adulto. No hay nada menos excitante que eso. Y no quiere decir que no puedan usar la boca o un tipo de succión erótica, pero debe estar acompañada de otras estrategias que incluyan palabras, miradas y caricias que den un contexto de sensualidad adulta.

Hay formas originales de estimular esta zona con la boca, por ejemplo, la de hacer sentir el aliento tibio a través de la ropa interior o de la blusa.

Estimular, no lastimar

En general, todos los movimientos de la lengua sobre el pezón resultan agradables. En círculos, temblorosa o en modo exploradora, la lengua tiene la suavidad justa para estimular las extra sensibles terminaciones nerviosas de esa zona.

Que la barba raspe un poquito puede ser genial en cierto momento en el que el juego ya tomó vuelo. Es entonces cuando apretar los pechos, rozar el pezón con los dientes o frotarlos con las yemas de los dedos puede llevar la intensidad más allá. Pero el varón debe estar seguro de que es el momento indicado. El secreto está en la progresión, el ritmo y la delicadeza con que se desarrolle el juego.

En cualquier caso, es importante recordar que si la mujer está preparada, podrá llegar a sentir un orgasmo con este tipo de estimulación, pero de ningún modo es un objetivo a cumplir por parte del hombre.

Los datos de la ciencia

Encontrar artículos en los que se mencionan cosas como: “Estudios científicos aseguran que la mujer puede tener un orgasmo con la estimulación de los pezones” es tan obvio como asegurar que llueve de arriba hacia abajo. Sin embargo, el hombre suele tener un pensamiento más tabulado, por lo que las cifras, las planillas y los esquemas les ayudan a comprender mejor al mundo y a las mujeres que los rodean. Para ellos, va esta última parte.

Una investigación de Journal of Sexual Medicine, publicada en 2011, asegura que un 29% de las mujeres reconoce haber experimentado un orgasmo de este tipo en algún momento de sus vidas.

La investigación medía la actividad cerebral de diversas mujeres atendiendo a la manipulación a la que eran sometidos su clítoris, su vagina, su cérvix y sus pezones.

De esta forma, los investigadores, encabezados por el psicólogo de la Universidad de Rutgers, Barry Komisaruk, descubrieron que cuando se masajeaban los pezones se activaba la misma región cerebral que cuando se estimulaba la vagina.

Lo interesante es que los hombres también pueden sentir excitación al estimular sus pezones, según señaló Komisaruk en su investigación, refiriéndose a estudios previos.

La diferencia es que, al contrario de lo que ocurre con las mujeres, los hombres siguen siendo unívocos en sus fuentes del placer. Salvo en contextos excepcionales, siguen preocupándose única y exclusivamente por sus penes, como principio y fin de toda relación sexual. Algo que provoca que, una vez comienzan a sufrir problemas de erección, lo den todo por perdido y no busquen vías alternativas.

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