Los gobiernos de América Latina invierten en Salud la mitad de lo recomendado por organismos internacionales para garantizar acceso y equidad a su población.
Por eso, la gente llega tarde al sistema o no se atiende, con el consiguiente mayor costo y carga de enfermedad. Plantean dejar de concebirla como un gasto.
Los gobiernos de América Latina invierten en Salud la mitad de lo recomendado por organismos internacionales para garantizar acceso y equidad a su población.
Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) asignan en promedio 3,7% del PBI del gasto público a la salud. Sin embargo, la recomendación de la primera es que sea de 6%.
Este escenario fue expuesto en un encuentro regional realizado esta semana en México al que fue invitado a participar Los Andes. Se trató de la 14° edición del Roche Press Day, organizado por el laboratorio Roche, y del que participaron líderes de salud de toda la región.
En particular, en Argentina ronda el 3%. Como ha sucedido en toda la región hubo un ascenso en la pandemia de Covid pero se observa que ha vuelto a descender.
Según datos del Ministerio de Salud argentino el aporte del estado fue de 2,8% del PBI en 2017 y de 2,5% en 2018 y 2019. Luego, ascendió a 3,1% en 2020 y 2021, en tiempos de pandemia y bajó a 2,8% en 2022. El resto de la inversión en salud, que erróneamente suele denominarse “gasto”, se completa con aportes de las obras sociales y el aporte privado.
Allí surgió otro dato sumamente preocupante y que deviene en parte de lo anterior: el altísimo costo de bolsillo que tiene para muchas familias acceder a atención de salud, lo que además determina la accesibilidad. Es que muchas veces, quienes no cuentan con el dinero llegan tarde o directamente no llegan.
En ese sentido, el doctor Juan Gómez, especialista en rehabilitación y director de enlace médico de Teletón, México, trajo a colación las palabras de Philip Kotler: “Nos preocupamos demasiado sobre el costo de hacer algo, pero deberíamos preocuparnos sobre el costo de no hacerlo”.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) pone sobre la mesa otro dato que puede devenir en drama: el alto costo económico que tiene para las familias acceder a la atención de su su salud y que muchas veces viene a complementar o cubrir lo que no llega por otros canales.
De acuerdo a la organización, el gasto de bolsillo en salud en América latina asciende a 32,4%, mientras que en los países de la OCDE es de 20%. Esto implica la proporción de los costos de salud que son cubiertos por las familias de manera directa y que pueden estar destinados a ítems como copagos, atención directa a través del pago total de consultas, estudios y hasta internaciones, compra de medicamentos o transporte relacionado con la salud.
El tema de los copagos ha ganado impacto los últimos años en el país, en un contexto de crisis del sistema de salud, que ha perdido financiamiento y ha habilitado de manera masiva este tipo de complemento al costo que ya se paga mensualmente a obras sociales y prepagas. De hecho, los mismos médicos estipulan una suma complementaria al valor mínimo fijado para una prestación cuando este supera lo que reciben por parte de la prestadora.
Otro tanto sucede con los profesionales que dejan de recibir algunas prestadoras o directamente deciden trabajar solo de manera particular por los bajos montos que perciben y las largas demoras para recibir el pago. Como consecuencia, muchos pacientes terminan pagando el valor puro de la consulta, aunque teniendo servicio de salud.
Ni hablar del alto y creciente grado de informalidad en el mercado de trabajo argentino que ha dejado a mucha gente desprovista de servicios adecuados o dependientes de la atención pública.
Esta situación afecta la estabilidad económica de las familias, pudiendo volverse catastrófica y empobrecedora, especialmente si los sistemas de salud pública no logran dar la cobertura necesaria, y en particular para ciertos sectores o zonas.
Según el Banco Mundial este pago de bolsillo ha empujado a la pobreza a 11,3 millones de personas en la región y profundizó la pobreza de 84,3 millones más.
Justamente por eso, los expertos plantearon una concepción diferente a la instalada hasta ahora: no hablar de “gasto” en salud sino de inversión. Y para ello, también aportaron datos. Es que asistir la enfermedad es claramente más costoso que llegar a tiempo e incluso invertir en prevención: implica una alta carga de enfermedad, mortalidad y discapacidad, lo que tienen un elevado costo en cuanto a la productividad de la población (la población económicamente activa que aporta al PBI de un país) y para los sistemas de salud, ya que como consecuencia deberán afrontan una atención más compleja, crónica, con internaciones prolongadas o reiteradas y tratamientos costosos.
“Una enfermedad afecta no solo a la persona, también a la familia, amigos y el entorno”, destacó Melisa Delgado, directora de asuntos corporativos para el Caribe y Centroamérica de Roche. Dijo que hay que pensar en el tiempo que la enfermedad les roba, en los costos económicos y de otro tipo. Por eso, los especialistas apuntaron a la necesidad de descentralización de los servicios, llegar más cerca de las comunidades para que la geografía, las distancias, no sea un impedimento para el acceso.
Sobre esto, los expertos señalaron que no necesariamente se trata de invertir en infraestructura sino de tener datos de las necesidades de la población para generar estrategias y políticas y de usar la innovación tecnológica para que con los nuevos recursos se pueda hacer llegar la atención y tratamientos a la gente. Además de reducir los costos que implican para ella como la necesidad de horas de traslado y dejar sus compromisos diarios.
Delgado sustenta el impacto de las inversiones en términos de ganancia para las sociedades dado que favorecen el desarrollo socioeconómico. Destacó que diversos estudios dan cuenta de que cada por cada dólar que se invierte en salud hay un retorno de entre 2 y 4 dólares.
Señaló que del crecimiento económico de los países desarrollados durante el último siglo se atribuye a las mejoras en la salud global.
Por el contrario, la falta de inversión o de planificación de esta por parte de los gobiernos implica una alta carga para los sistemas de salud y socioeconómica.
Delgado mostró que en 10 países de la región, entre 2017 y 2023 se ha visto un notorio aumento en la carga sanitaria del cáncer de mama Her2+, esclerosis múltiple y enfermedades retinales. Las patologías prevenibles están haciendo perder muchos años de productividad a las personas, sobre todo porque muchas de ellas se presentan cada vez más en personas jóvenes, en plena etapa productiva.
También se viene advirtiendo sobre el marcado impacto de las enfermedades crónicas no transmisibles como hipertensión, dislipidemias, diabetes, cáncer y problemas cardiovasculares. En ese sentido, la experta mencionó que estas patologías están causando 77% de las muertes en la región, pese a que si se actúa de manera preventiva pueden evitarse 40% de los casos de cáncer y 80% de las enfermedades cardiovasculares y diabetes.
Mucho se ha anticipado que los próximos años se incrementará la incidencia de estas patologías mientras que, para colmo, los sistemas de salud no están preparados para tal carga de enfermedad ni están presentes por igual en el territorio.
La conclusión fue que es algo en lo que debe avanzarse en el marco de un diálogo multisectorial.
A modo de ejemplo, el doctor Gómez, se refirió a la discapacidad prevenible y las consecuencias de una atención inadecuada. Dio como ejemplo el caso de México y dijo que la situación es similar en toda América Latina. Allí, de cada 20 nacimientos 1 niño nace con alguna deficiencia que resulta en discapacidad para toda la vida. Además, destacó que esto está fuertemente asociado a cuestiones socioculturales y económicas y que 67% de los chicos con discapacidad nacen en países pobres. En tanto, la mitad son prevenibles.
“Hay una brecha muy grande en la atención, se cree que se atiende adecuadamente la discapacidad pero no es así”, subrayó. En condiciones de acceso inadecuado a la atención, se les acorta la esperanza de vida por otras afecciones asociadas y mayores factores de riesgo. En ese marco, relató que muchos niños llegan con problemas muy avanzados, sin haber recibido atención antes o una adecuada y cuando ya su condiciones es muy difícil de revertir.
Por eso dijo que es fundamental el diagnóstico temprano y un tratamiento precoz y efectivo, pero esto no es posible si las personas no pueden acceder por la distancia o un costo que no pueden solventar.
José Salazar, secretario ejecutivo de la Cepal, consideró que es sustancial hacer reformas sanitarias y más progresiva la inversión. “Está es una de las reformas más difíciles en AL”, aceptó, en relación al alto nivel de endeudamiento que hay en la región.
“El gasto de bolsillo es terrible”, sostuvo Jonathan Malagón, presidente de la asociación bancaria y de entidades financieras de Colombia. Para el experto esto puede empezar a resolverse con aseguramiento mientras que los expositores ven en la asociación público-privada y la incorporación de nuevas tecnologías, un camino de mejoras más cercano.