En un rincón del barrio Trapiche de Godoy Cruz, donde la música empezaba a abrirse paso en los pasillos familiares, Juan Ignacio Miranda soñaba con sonidos que iban más allá de la flauta traversa, su primer instrumento. "Siempre me gustó la orquesta; desde chiquito iba a escuchar conciertos", recuerda ahora, a los 37 años, después de haber dirigido en escenarios europeos de primer nivel y tras un regreso conmovedor a Mendoza para pararse, por primera vez, frente a la Orquesta Filarmónica de su provincia.
Juan es el menor de nueve hermanos, hijo de un arquitecto, amante de la guitarra y de una profesora de inglés. Creció cerca de la música. Además de flauta, aprendió guitarra y piano en el conservatorio de Mendoza. Jura que no es eximio en ningún instrumento, pero afirma que conocer varios instrumentos le ayudó luego para llevar la batuta.
En 2013, Miranda se recibió en la Facultad de Música de la UNCuyo con el título de Profesor Universitario de Música, tras haber pasado también por la carrera de Dirección Coral, que dejó incompleta. “Fue un momento clave, tenía 25 años, y sabía que quería hacer dirección orquestal, pero en Mendoza no existía la carrera”, explica. Junto a su entonces novia y actual esposa, Clara Zeitune, tomaron la decisión de partir y así Bologna se volvió destino.
“Mandé una carta al Conservatorio de Bologna y el profesor Luciano Acocella me respondió que quería hablar conmigo personalmente. Nos fuimos después de un esfuerzo enorme y mil trámites. El examen de admisión era durísimo: prueba de piano, de dirección… no llegaba a tiempo, así que estuve un año de oyente y rendí al año siguiente”, recuerda.
La asociación que comenzó “sin querer, queriendo”
Casi por casualidad le ofrecieron un trabajo al poco tiempo de arribar a Italia, aceptó enseguida y fue recepcionista en una residencia universitaria en horario vespertino de los curas domínicos. Juan trabajó allí durante nueve años. Ese lugar -cuenta- no solo fue su sostén económico y espiritual, sino también fue el puntapié para un proyecto cultural que él mismo inició, que lo marcó y lo abraza hasta estos días: la asociación Amadé, en homenaje al nombre que Mozart usaba para firmar en Italia.
"Un gran equipo"
Juan Ignacio junto a su mujer, Clara Zeitune, en uno de los tantos paseos por Italia. | Foto: gentileza
"La historia de Amadé es medio mágica", cuenta. En 2015, durante una visita de su prima, conoció a un sacerdote dominico que le ofreció un empleo. Un par de años después, los mismos dominicos lo convocaron para crear un festival. "Propusimos armar un brazo musical con coro y orquesta financiados por una fundación que financia este tipo de proyectos culturales". En 2017 el proyecto nació formalmente; en 2019 ya tenía a 35 personas trabajando y en la actualidad esa cifra se duplica entre músicos y coreutas. En sus programas anuales Miranda ha incluido desde el Réquiem de Mozart hasta la Misa Criolla de Ariel Ramírez, en homenaje post mortem al Papa Francisco.
Dos encuentros que cambiaron el rumbo
A fines de 2023, Miranda fue uno de los 10 seleccionados entre 500 aspirantes para participar de la Italian Opera Academy de Riccardo Muti. "Tuve que ir a Milán para dirigir la orquesta Luigi Cherubini. No quedé entre los cuatro finalistas, pero estuve esos días junto a Muti y fue una experiencia enorme. ‘Siempre confianza en la orquesta y en vos; confía en el gesto; dejálos tocar; no molestes a la orquesta; hacé pensar; andá a la música; prepará bien a los cantantes…´ todo eso me dijo Muti. Disfruté y aprendí muchísimo de él en esos días", recuerda, orgulloso.
Otra relación que Juan guarda entre sus tesoros, es la que mantuvo con el prestigioso director orquestal, Roberto Abbado. Ambos ya habían tenido una experiencia previa juntos. Por lo cual el mendocino buscó una segunda oportunidad de aprender del maestro italiano y se ofreció como asistente de dirección. "No me animaba a escribirle. No sabía cómo hacerlo para que no me dijera que no. Al final, de caradura, le mandé un mensaje muy directo. Me respondió que sí y me esperó en Florencia -relata divertido-. Hice La Traviata con él, la Novena de Beethoven en Parma, y otra ópera en Roma. Increíble".
Volver a Mendoza
El 2024, Juan volvió a Mendoza de visita y le propusieron dirigir la Orquesta Filarmónica para este año por el 100 Aniversario del teatro Independencia. Se quedó “rumiando” y cuando volvió a Bologna, se encontró con Pablo Márquez, el guitarrista salteño radicado en Suiza. El mendocino le ofreció tocar juntos en el teatro mendocino y Pablo aceptó de inmediato. Así, este viernes 8 de agosto, se presentaron juntos en el Teatro Independencia, con entradas agotadas y aplausos de pie.
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Juan, dirigiendo en la Catedral de San Pedro, Bologna, Pasión según San Mateo, de Bach. | Foto: gentileza
“Nunca había dirigido en la provincia ni en Argentina. Mendoza es donde me encontré por primera vez con la música. Fue muy fuerte cuando me paré frente a la orquesta el primer día de ensayo en el Independencia. La primera fila eran mis profesores de la facultad. Todos mis respetos hacia ellos. Al final, fue la gente que nos formó a todos en Mendoza. Siento una responsabilidad grande en dirigirlos y una alegría inmensa poder estar acá. Mendoza para mí siempre va a ser el lugar donde todo empezó. Nadie se va de Mendoza aunque crea que se va, como dice la Zamba de los adioses”.
Para el godoicruceño, la vuelta a sus pagos también se trata de un momento de “enorme gratitud” con la educación que recibió y que le permitió construir una sólida carrera musical en Europa. En pleno recorte presupuestario a la universidad pública, Juan asegura que fue gracias a su formación en Mendoza que él pudo abrirse camino en una clave en el desarrollo de la música clásica. “La universidad pública argentina tiene un altísimo nivel. Tuve grandes maestros allí. Hay que valorarla y cuidarla” concluye.
Entre la batuta y la varita mágica
Pocos saben que, entre los 16 y 21 años, Juan tuvo una segunda vocación: la magia. "Un mago vino a mi casa y me enseñó. Me apasionó. Fui a congresos internacionales. Hacía shows, incluso en barrios con los salesianos. Fue mi sustento entre los 18 y 23. Me enseñó a pararme ante la gente, a dejarme ilusionar y a estar atento a lo que pasa alrededor. Eso en la música es fundamental".
En acción
El godoicruceño en el teatro Rossini de Pésaro, en diciembre de 2023. | Foto: gentileza
Hoy la magia vive en sus pequeñas hijas, Emilia y Sofía. "Les hago aparecer una galleta en la oreja. Pero con técnica, eh. No me descubren”, dice entre risas, y señala: “Siempre digo que la música es magia. Porque un grupo de personas que entregó su vida a un instrumento se junta con otros para generar armonía entre varios. Y ese momento, encima, es efímero. Lo que pasó el viernes en el Independencia ya no existe más, fue ese momento. Eso me parece mágico".
Un dato tan curioso como sorprendente es que en Italia a la batuta del director y a la varita del mago se las denomina de igual manera. Una coincidencia semántica que parece escrita para Juan. “Está la bacchetta mágica y la bacchetta del director de orquesta”, explica divertido, incluso sorprendido por haber encontrado en ese “palito” la posibilidad de hacer magia, de una u otra manera.