En la Argentina hay unos 36 millones de votantes, y cerca de 400 mil personas con discapacidad visual. Para ellas, el nuevo sistema de Boleta Única de Papel, implementado sin adaptaciones accesibles, implicó un retroceso: un formato con mucho texto, casillas diminutas y múltiples columnas que vuelve casi imposible votar de forma autónoma.
“Si no hay una herramienta de apoyo, no podemos votar de manera independiente”, explica Pablo Lecuona, director y fundador de la ONG Tiflonexos. “La boleta única tiene muchísima información visual. Hay que marcar cuadraditos pequeños y distinguir categorías. Es muy difícil para quienes no vemos o vemos poco.”
Hasta hace poco, con las boletas partidarias tradicionales, las personas ciegas podían recurrir a distintos recursos: una ayuda previa de la autoridad de mesa, el reconocimiento del color o el tamaño de la boleta, o incluso la lectura con el celular. Pero la Boleta Única cambió las reglas. “Ahora hay que marcar una cruz en una casilla específica. Eso, para alguien que no ve, es directamente imposible”, señala Lecuona.
Un modelo que ya funciona
La solución existe y se aplica en algunas provincias. En Santa Fe, por ejemplo, el sistema de Boleta Única incluye desde hace más de una década plantillas en braille y relieve. Son hojas del mismo tamaño que la boleta, con pequeños agujeros que coinciden con las casillas de votación. “Tienen numeración en braille y señalización para distinguir cada categoría”, explica el director de Tiflonexos. “La persona coloca la plantilla sobre la boleta, identifica el número de su candidato y marca ahí su voto. Luego la dobla y nadie puede ver lo que eligió.”
Ese detalle no es menor. Lecuona recuerda el testimonio de un votante ciego que en la última elección pidió ayuda al presidente de mesa: “Cuando le dijo a quién quería votar, el presidente le respondió: ‘¿Por qué a ese?’. Y él no supo si realmente pusieron la boleta que quería. Esa inseguridad es tremenda.”
Accesibilidad sin apoyo estatal
A pesar de los reclamos de las organizaciones, la Justicia Electoral no incorporó plantillas accesibles en el proceso nacional. Ante esa ausencia, Tiflonexos decidió actuar. “Desde el año pasado venimos pidiendo que se contemple la accesibilidad, pero no hubo respuesta. Cuesta mucho llegar a los lugares de decisión”, lamenta Lecuona.
Finalmente, lograron que el Juzgado Electoral de la provincia de Buenos Aires habilitara un plan piloto en la ciudad de La Plata y sus alrededores. “No había tiempo para hacerlo en toda la provincia, pero conseguimos que estén disponibles en todas las escuelas del distrito”, cuenta.
Las plantillas, elaboradas en papel grueso, no fueron financiadas por el Estado, sino por la propia ONG, con la colaboración de cientos de personas que donaron entre mil y dos mil pesos. “Con esa ayuda logramos producir las primeras mil plantillas, y ahora estamos imprimiendo más para Buenos Aires y otras provincias”, detalla.
El costo total ronda los tres millones de pesos. “Es una cifra ínfima para el Estado, pero un esfuerzo enorme para una organización civil”, afirma.
El derecho a un voto secreto y autónomo
Para Lecuona, la accesibilidad no es un favor, sino un derecho. “El voto es un acto ciudadano básico. No puede depender de que alguien te acompañe o de que tengas que confiar en otro para ejercerlo”, sostiene.
Mientras el Estado sigue sin garantizar una solución, Tiflonexos fabrica y distribuye plantillas contrarreloj, con la esperanza de que la experiencia sirva de ejemplo. “Esperamos que esto marque un camino. Votar en igualdad de condiciones no debería ser un privilegio: debería ser lo normal”, concluye.
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