Si pensás en Brasil, probablemente te venga a la mente la energía de Río de Janeiro o las playas interminables del nordeste. Pero hay un rincón poco conocido, ideal para quienes buscan tranquilidad, paisajes naturales únicos y un ambiente auténtico lejos del turismo masivo: Barra Grande, un pequeño pueblo del estado de Piauí.
Allí, el tiempo parece detenerse entre las dunas y las lagunas de agua cristalina.
Un paraíso escondido entre el mar y las dunas
Barra Grande se encuentra a unas 6 horas de la ciudad de Teresina, la capital de Piauí, y forma parte de la Ruta das Emoções, un circuito turístico que recorre algunos de los paisajes más impactantes del noreste brasileño, como los Lençóis Maranhenses y Jericoacoara.
Estos destinos combinan playas vírgenes, lagunas naturales y dunas blancas que se transforman con el viento.
Durante la tarde, el cielo se tiñe de tonos rosados y anaranjados, regalando atardeceres inolvidables sobre el Atlántico.
Además, es un sitio ideal para practicar kitesurf, ya que sus vientos constantes y el mar calmo atraen a deportistas de todo el mundo.
Aun así, mantiene su atmósfera de pueblo pesquero, con calles de arena, posadas rústicas y restaurantes frente al mar donde abundan los platos con pescado fresco y mariscos.
Cómo llegar y cuándo ir a Barra Grande (Brasil)
Para llegar a Barra Grande desde Argentina, lo más práctico es volar hasta Teresina o Parnaíba, y desde allí tomar un transfer o auto alquilado.
El camino final atraviesa paisajes de palmeras, campos y dunas, y anticipa lo que se vivirá al llegar al pueblo.
La mejor época para visitar es entre julio y diciembre, cuando las lluvias son escasas y el clima se mantiene estable, con temperaturas entre los 28 y 33 °C.
Durante este período también se forman lagunas naturales entre las dunas, perfectas para refrescarse.
Un refugio ideal para desconectarse
Barra Grande es perfecta para quienes buscan descansar sin apuro, desconectarse del ruido y reconectar con la naturaleza.
No hay grandes hoteles ni avenidas; la vida transcurre a un ritmo lento, acompañada por el sonido del mar y el canto de los pájaros.
Podés recorrer el pueblo en bicicleta, disfrutar de una caipirinha al atardecer o simplemente tirarte en una hamaca bajo la sombra de una palmera.