Salvo contadas excepciones o imprevistos, Augusto Capone tiene bien estructurada su rutina semanal. De lunes a jueves se aboca por completo a su trabajo como Ingeniero en Mecatrónica, especializado en Software y con mucho protagonismo del teletrabajo en sus funciones. En tanto, viernes, sábado y domingo la vida lo puede encontrar intentando una cumbre en los Alpes austríacos, esquiando en estos montes, o bien corriendo en ellos.
Este mendocino de 29 años vive en Innsbruck (Austria) hace cinco años. Y fue en esta ciudad, en este lugar del mundo, donde encontró la combinación perfecta para amalgamar los dos estilos -y pasiones- que conforman su escenario rutinario: el trabajo y la montaña.
Augusto Capone
Capone vive en Innsbruck (Austria) hace 5 años y, de viernes a domingo, siempre está internado en alguna montaña.
Gentileza: Augusto Capone
"Estoy trabajando con un entrenador desde que me vine a vivir acá. Llevo una planificación día a día e intento repartir el trabajo (que es en su mayoría remoto, aunque a veces voy a la oficina) con el entrenamiento. Los fines de semana voy metiendo entrenamientos y misiones cada vez más largas", cuenta Augusto, desde Austria, y tras regresar de una expedición que lo llevó a estar más cerca del cielo en los Alpes austríacos.
Entre la ingeniería y las cumbres
Augusto Capone estudió Ingeniería en Mecatrónica en la UNCuyo. En 2018, por medio de una beca de esa universidad, se le abrieron por primera vez las puertas para viajar a Europa. Su primer destino fue Francia, a donde llegó para completar la doble titulación académica. Brest fue el destino en tierras galas.
"Era una ciudad hermosa, en plena Bretaña y donde viví dos años. Pero me faltaba tener la montaña cerca", reconoce Capone, con sinceridad.
Durante esos dos años comenzó a estudiar alemán, idioma que necesitaba para los créditos del título, y también empezó a buscar una alternativa de pasantía en Alemania. La consiguió y pudo irse al país teutón, aunque -luego de unos meses- regresó a Argentina.
El regreso de Augusto a Argentina coincidió con la antesala del inicio de la pandemia de Covid-19. No obstante, ni bien las restricciones se flexibilizaron, el joven decidió volver a cruzar el Atlántico para instalarse de nuevo en el Viejo Continente. Y, esta vez, eligió un destino en el que las montañas prácticamente fuesen el patio de su casa.
"Mi historia y vínculo con la montaña empezó cuando yo era chico. Vivía en Luján, con mi familia, y siempre íbamos a pasear a la montaña, siempre con mis papás, mis tíos y mis primos íbamos a Potrerillos. Pero ya en los últimos años en Mendoza, además, me empecé a meter en el mundo del trekking y los cerros de altura", recapitula Capone.
Una vida en la altura
Para Augusto Capone la montaña es más que coleccionar cumbres, tenerlas anotadas y buscar romper marcas en cuanto a cantidad de picos ascendidos. Este ingeniero y montañista mendocino prefiere disfrutarla, vivirla en plenitud y dejarse llevar por sus encantos.
"En agosto estuve en Chaummont y en Mont Blanc, y pude completar nuevamente un objetivo que ya había hecho hacía dos años. Me fui en bicicleta desde Innsbruck hasta Chaummont, para luego subir el Mont Blanc. Estuve todo agosto, me fui en bici, crucé todo Suiza (casi 600 km), estuve unos días aclimatando, descansando e hicimos el Mont Blanc (4.805 msnm) con un amigo argentino", describe Capone.
La modalidad de este reciente ascenso fue non stop; es decir, partir desde el valle y no detenerse hasta haber llegado a la cima y luego haber descendido. Ambos expedicionarios completaron toda la travesía en 17 horas.
Capone conoció a este amigo, argentino, en una carrera de trail hace cuatro años. Ambos estaban corriendo y pegaron muy buena onda. Allí supo que su compañero era guía y porteador de una empresa que trabajaba en el Aconcagua (en Mendoza) y, cerveza de por medio, se propusieron ascender juntos el "Coloso de América". Aunque era mendocino, Capone jamás había intentado una cumbre en el cerro estrella de su tierra natal.
"En 2023 se dio todo para organizarlo y lo subimos. Me entrené todo el año, me tomé vacaciones y me volví a Mendoza y, además de aprovechar para estar con mi familia, hicimos Aconcagua. Fue en una modalidad similar a la de ahora en Mont Blanc, también non stop y nos tomó 18 horas", repasa.
Lejos del Himalaya, cerca de su pasión
Al igual que el Aconcagua en América, para cualquier montañista hablar de la cordillera del Himalaya es como el sumun, palabras mayores. Con el Everest brillando en lo más alto del mundo, asoma como el Edén para quienes aman el montañismo. Pero, aunque lo respeta y admira, no está entre los objetivos más preciados para Capone.
"Trato de hacer montaña y le quiero dar valor a las cumbres que hago. La forma en que ahora se ha desarrollado el montañismo en Himalaya no va muy de la mano con los valores de montaña, para mí. Está todo muy facilitado, muy comercial y sistematizado. Si bien Himalaya me llama mucho la atención por la cordillera y la cultura, tengo objetivos en otras cordilleras que me interesan más, como la Cordillera Blanca -entre Perú y Bolivia-la Patagonia y Alaska", describe. Y agrega que son lugares que elige porque disfruta de estar y no por el renombre de sus cumbres.
En Argentina, además del Aconcagua, Capone ha hecho montañismo (y esquí y trail) en la Patagonia. Sin embargo, aclara que una deuda es adentrarse más en esta parte de los Andes. Sobre todo porque, considera, tiene factores técnicos muy parecidos a los Alpes, de los que ha hecho prácticamente su hogar.
Precisamente en los Alpes austriacos y en Suiza, Capone lleva ya varias cumbres (de 4.000 msnm o menores), aunque es una estadística que -aclara- prefiere no llevar.
"Mi objetivo es armar un plan donde pueda integrar todos los deportes que me gustan en la montaña, no solo ir y hacer cumbre. Si puedo, intento correr trail y hacer esquí en esos lugares también", reconoce.
Pensando en Mendoza
Augusto Capone intenta viajar a Mendoza una vez al año. Y aprovecha alguna de sus misiones de montaña programadas en su tierra natal para, de paso, ponerse al día con familia y amigos.
"Lo que más se extraña es el asado, los amigos, la cultura en general. La forma de hacer montaña es distinta, acá los Alpes está muy desarrollados, tenés facilidad para todo y, ante una emergencia, acá hay señal y podés llamar por teléfono y te va a buscar un helicóptero. En Mendoza eso lo tenés solo en el Aconcagua", piensa, en voz alta.