"Sentíamos que íbamos a ser sapo de otro pozo, una orquesta latinoamericana en el epicentro de la música académica. En encuentro fue entre el 21 y el 28 de julio, y uno de los días hubo un concurso a puertas cerradas, en la sala del Coro de los Niños de Viena. Allí nos escucharon cinco directores muy top a nivel mundial, pero no nos dijeron nada. Y el último día, después del concierto final, dijeron los ganadores y nos enteramos que teníamos el Oro en cuatro categorías. ¡Pudimos vencer el estigma de sentirnos de afuera! Por momentos, siendo latinos y tocando música clásica en Viena, sentíamos que era como si viniese un chino a Argentina y quisiera enseñar a hacer un asado" cuenta, sonriente y con humildad, Iván.
Con 14 años, Iván comenzó a estudiar en la Escuela de Música de Mendoza (por entonces en calle Lavalle, de Ciudad). Pero antes, ya a los 9 años, había empezado en un coro de niños y por incentivo de su tío. Pero Iván sabía que la voz es uno de los instrumentos más variables y volátiles, de esos que sorpresivamente pueden jugar una mala pasada. Entonces, con 12 años, se dio cuenta que podía –además- elegir un instrumento.
"Fui a un ensayo de la orquesta municipal que dirigía mi tío, vi algunos instrumentos y me gustaron algunos. De niño había sufrido asma respiratoria, por lo que descarté de entrada un instrumento de viento. Recuerdo que quedé obnubilado por los instrumentos de cuerda y, cuando vi el violonchelo, me quedé fascinado. Me paré al lado de quien lo tocaba escuchando y mirando", rememora Rivas.
En un descanso del músico, el aún niño Iván lo bombardeó a preguntas referidas al instrumento, la técnica, el arco con que se toda. Y le contó a su madre que había quedado fascinado con el violonchelo. Apenas había pasado una semana de ese momento cuando la madre de Iván llegó a casa con un chelo para que su hijo aprendiera a tocar.
Así fue como comenzó a tomar clases particulares hasta que ingresó a la mencionada Escuela de Música. Ya en su etapa universitaria, Iván se inclinó por la licenciatura en violonchelo en la UNCuyo y, en simultáneo, se iba nutriendo de distintas influencias. Desde el rock clásico y el tango que sonaba como banda sonora en su casa hasta cualquier melodía y estilo que llegara a sus oídos.
"Mientras hacía la carrera, fui desarrollando la habilidad artística y tuve la posibilidad de tocar en la Orquesta Sinfónica y en la Orquesta Filarmónica de Mendoza, conociendo a diferentes personas. También tuve la chance de tocar en sinfónica de Salta y de Neuquén durante bastante tiempo, y fue una linda experiencia, incluso para conocer otros lugares", rememora Iván.
Ya más formado, Rivas incursionó por el lado de la pedagogía y se dedicó a enseñar violonchelo. Con clases particulares a alumnos, con orquestas infantiles de distintos departamentos de Mendoza; y, mientras tanto, continuaba estudiando. "Fue todo parte de un proceso", reflexiona.
Cuando pa' Chile me voy
Para cuando Iván Rivas terminó la licenciatura, ya estaba en pareja y su primera hija (Julia, quien hoy tiene 10 años y también se dedica a la música) estaba en camino. Pero el chelista sentía que tenía que seguir profesionalizándose, y sintió que, aunque en Mendoza le estuviese yendo muy bien, sentía que necesitaba cambiar de aire (empujado por algunas situaciones particulares).
"Tenía muchos contactos del ámbito musical de Mendoza que habían ido a trabajar a Chile, y tenía buenas referencias también. Fue entonces que me ofrecieron ir a dar clases en una academia en Santiago, y tomé la decisión de dar ese paso. Nos fuimos con mi familia, estuve varios meses dando clases en distintas academias y terminé tocando en diferentes orquestas", reconstruye.
Sin embargo, el ajetreado ritmo y el frenesí de la "gran ciudad" en Santiago no le permitían disfrutar del todo a Iván, quien -reconoce- aún seguía acostumbrado a la tranquilidad mendocina. Fue entonces que uno de los contactos de referencia a quien Iván había contactado antes de cruzar los Andes le contó que vivía en La Serena, y que se había abierto un concurso para ser parte de la orquesta sinfónica de esa ciudad balnearia.
Sereno en La Serena
Aunque en su interior Iván estaba más cerca de volverse a Mendoza que de hacer un nuevo intento en Chile (donde ya llevaba tres años), se la jugó y viajó a La Serena. Primero, lo hizo en "modo turista" por un fin de semana. Pero allí encontró una calma y tranquilidad indispensables, por lo que -junto a su pareja y Julia- decidieron instalarse en esa ciudad.
"Me presenté a la audición, les gusté y me ofrecieron el trabajo. Esa fue la primera decisión que tuve que tomar, la de mudarnos allá. Los primeros años fueron de mucho trabajo tocando con orquesta sinfónicas y dando clases en distintos lados. Y un día, de casualidad -caminando por la calle y mientras llevaba el estuche del instrumento- me cruce con dos violinistas. Me reconocieron -era el único chelista argentino en la región- y me invitaron a la academia a la que pertenecían y donde estaban buscando un profesor de chelo", describe el chelista mendocino.
Esa academia sería la ya mencionada Pedro Aguirre Cerda, la misma que participó con su Filarmónica Antena del Festival Mundial de Orquestas del mes pasado en Viena.
En ese entonces, hace poco más de siete años, la academia estaba buscando sumar alumnos, e Iván Rivas (como profesor) aportó su experiencia. Así fue como se inició en la Pedro Aguirre Cerda dando clases a alumnos de distintas edades.
"Con el paso de los años, la academia empezó a crecer por la visibilización que tuvo algunos conciertos temáticos como fueron los de música de películas. Tuvo mucha repercusión y, dentro de la academia, surgió la Orquesta Filarmónica la Antena, que empezó con los espectáculos. Y la invitaron al festival de Viena", describe.
Latinos destacados en Viena
Tras la consagración en el Festival Mundial de Orquestas en Viena, los 45 músicos que viajaron fueron recibidos como héroes. Notas en todos los medios de La Serena y de Chile y hasta una felicitación del presidente Gabriel Boric los esperaba en su país.
"Fue impactante poder participar, había orquestas de Hong Kong, de Serbia, de Malasia, de España. ¡Tocamos en la casa del mismísimo Johann Strauss! Eso fue hasta mítico", resume Rivas. Y agrega que también fue impactante haber dado un concierto en la Sala de Oro.
"De niño recuerdo haber crecido viendo conciertos en esa sala, fue tremendo pasar de eso a tocar ahí", agregó.
Su vida en Chile
Iván Rivas sigue trabajando en la Filarmónica de la Serena, además de ser parte de la Sinfónica La Antena.
"Se puede vivir bien de esto. En mi caso, siempre tuve esa dualidad entre ser artista, tocar y tener diferentes formaciones; y la docencia. Siempre he tenido un caudal de alumnos grandes. Ahora tengo la suerte de tener un plantel muy grande de alumnos y trato de juntarlos para tocar juntos", describe el mendocino.
A él, su esposa y Julia ya se sumó en la familia Laureano, el hijo menor, de 5 años.
"Lo que más extraño de Mendoza son las amistades y la familia. Trato de ir dos veces al año. Y lo segundo que más se extraña es la comida. Cuando voy, es volverme con uno o dos kilos extras. ¡Qué rico el asado!", fantasea, sonriente y en voz alta.
"Lo que menos se extraña es el calor mendocino. Acá la temperatura promedio en todo el año es de entre 20° y 27°", concluye.