En la UNCuyo, el censo alcanzó a 14.000 alumnos. El informe revela que la mayoría de quienes trabajan dedican gran parte de su tiempo semanal a la actividad laboral: el 26,6% tiene jornadas de tiempo completo (40 horas o más), mientras que el 35,7% lo hace entre 20 y 39 horas. En total, seis de cada diez estudiantes que trabajan le dedican más de 20 horas por semana a su empleo. Un 24,5% trabaja entre 4 y 19 horas, y apenas el 6% menos de cuatro horas.
“La mayoría de las carreras universitarias, sobre todo las tradicionales, son de tiempo completo. Tenés que dedicarles entre 30 y 40 horas semanales para llevarlas al día. Si no contás con esa disponibilidad, claramente te vas a demorar”, aceptó Julio Aguirre, secretario académico de la UNCuyo.
Hijos, economía y atrasos
El porcentaje de estudiantes que trabajan creció entre 2022 y 2024: pasó del 52,3% a casi el 60%. El contexto económico empuja a más miembros de las familias al mercado laboral o aumenta la carga de tareas de cuidado en quienes no trabajan fuera de casa.
“Es sistemático: la proporción de estudiantes que trabajan y estudian, sobre todo la cantidad de horas, es cíclica y va acompañando el ciclo económico. Cuando las familias no llegan a fin de mes, los estudiantes empiezan a trabajar más, porque es la única forma de sostener sus estudios o ayudar. Cuando la situación mejora, tienden a bajar las horas y también disminuye la demanda de becas. La experiencia lo corrobora hace décadas”, apuntó Aguirre.
El censo muestra que casi el 57% de los estudiantes se considera atrasado en la carrera. Entre ellos, el 69,5% trabaja, mientras que entre los que no están demorados solo el 43,4% tiene empleo. Si se comparan ambos grupos, el 67,8% de quienes trabajan se perciben atrasados, contra el 41,5% de quienes no lo hacen.
Tener hijos también incide. Entre quienes son padres o madres, el 83,6% se siente en situación de demora; entre los que no lo son, el porcentaje baja al 54,6%.
“Conciliar el trabajo y la facultad ha sido dificilísimo”
Daniela, de 34 años, estudia Comunicación Social en la UNCuyo desde 2010. La carrera dura cinco años, pero 15 años después, aún le faltan tres materias para recibirse. Su principal obstáculo fue compatibilizar estudio y empleo.
“Hasta tercer año llevaba la carrera al día, rendía enseguida. Pero ese año empecé a trabajar, más que nada para darle un respiro a mi mamá, que era jefa de familia”, contó.
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En la UNCuyo casi el 57% de los estudiantes se considera atrasado en la carrera.
“Conciliar el trabajo y la facultad para mí ha sido dificilísimo. Hoy estoy pudiendo hacer las prácticas porque no estoy trabajando; si estuviera en un empleo, no hubiera podido aprovechar esta oportunidad”, relató.
Pasó por distintos trabajos, desde moza y recepcionista hasta secretaria en una multinacional. Incluso en los empleos más estables, la carga horaria fue determinante: “Pensé que iba a poder cursar y rendir, pero estar todo el día en una oficina era muy difícil. Además, muchos trabajos tienen ambientes tóxicos que generan un estrés enorme y eso te desconcentra de lo que realmente importa: la carrera y el futuro”.
También mencionó la imposibilidad de reducir horas laborales: “No existen muchas opciones de medio día que permitan mantenerse. Incluso hoy los sueldos por ocho horas no alcanzan para vivir de manera independiente”.
“Nunca pensé en abandonar”
Belén estudia el profesorado de Lengua y Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo. Empezó a los 18 años, y hoy, con 49, asegura con orgullo que solo le queda una materia.
Llevó la carrera al día hasta tercer año, pero en los 90 su papá se quedó sin trabajo. “Con mi hermano decidimos trabajar para ayudar a pagar impuestos y comprar comida. Después seguimos porque estaba buena la independencia económica”, relató.
Su trayectoria se volvió más lenta, pero constante: “Antes podía llevar todo al día. Cuando empecé a trabajar, mi objetivo fue rendir al menos una materia por año. Nunca pensé en abandonar, porque esta carrera es mi vocación”.
Con el tiempo formó una familia: “Estudiar, atender la casa y ayudar a mi hijo me obligó a dividirme en muchas partes. A veces se me hace muy difícil, pero siempre busco un huequito para seguir”.
Una psicopedagoga de la facultad la ayudó a organizarse y avanzó. Planteó la necesidad de mayor flexibilidad: “Las universidades deberían adaptarse a que muchos estudiantes trabajan. Sería clave ofrecer horarios de cursado y consulta más amplios y variados. No es que uno no quiera ir, muchas veces no puede”.
Horarios y formatos en la universidad
Los horarios académicos suelen ser una traba. La mayoría de las carreras ofrecen cursado en horarios laborales y hasta discontinuos: unos días por la mañana, a veces por la tarde, con horas libres en el medio. En la UNCuyo dicen que esto ocurre en muy pocas.
Gabriel, de 49 años, no pudo continuar con su segunda carrera por esa razón. Quería estudiar Historia, pero los horarios eran incompatibles con su trabajo. “Cada año vuelvo a consultar, esperando que surja alguna opción”, contó.
Daniela valoró el esfuerzo de algunos docentes que adaptaron contenidos y recursos virtuales tras la pandemia, aunque aclaró que no se generalizó. “Depende de la buena voluntad de cada cátedra. La UNCuyo debería producir más contenido audiovisual si quiere competir con otras ofertas que, aunque no tienen el nivel universitario, ofrecen más flexibilidad”.
Relanzan los créditos en el Banco ciudad para estudiantes universitarios o graduados. Archivo
En la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), de gestión estatal, seis de cada diez alumnos tienen un empleo. Archivo
La propia universidad reconoce la necesidad de mayor virtualidad, algo que se evidenció en la pandemia. Muchos alumnos que habían abandonado por no poder cursar presencialmente volvieron a inscribirse. Aguirre dijo que hoy, entre el 30% y el 49% de los contenidos de la mayoría de las 200 carreras de la UNCuyo se dictan de manera virtual.
Otro indicador de las dificultades económicas es el aumento en la demanda de becas. Sin embargo, para los estudiantes no resuelve el problema: “Es una ayuda, pero no alcanza para reducir horas de trabajo y estudiar más. No es solo un problema de la universidad, sino del presupuesto congelado que no acompaña la inflación”, señaló Daniela.
El trabajo también suma para los estudiantes
No todo es negativo. Entre los estudiantes que trabajan, el 41,7% considera que el empleo tiene una incidencia positiva en su carrera, el 34,2% cree que es negativa y el 23,1% sostiene que no incide.
Pero hay otro punto de vista positivo: a más formación, más oportunidades: el porcentaje de alumnos con empleo crece a medida que avanzan en la carrera: el 49% de quienes aún no completaron la mitad trabaja; entre los que cursan entre la mitad y tres cuartas partes, lo hace el 58%; y casi el 75% de quienes están en el tramo final ya están insertos en el mercado laboral.
En tanto, la mitad de los estudiantes que trabajan lo hace en actividades vinculadas con la carrera, lo que muestra una inserción temprana en el campo profesional. La otra mitad, en cambio, se desempeña en empleos sin relación con sus estudios.