Empezó la vacunación contra el Covid-19 de personas con discapacidad: sus historias de esperanza y alegría

Se inició el martes el cronograma para la inmunización de personas con distintos grados de dificultad mental y motora.

Fernando Lara a punto de recibir la vacuna contra el coronavirus, en las instalaciones del Parque Central. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes
Fernando Lara a punto de recibir la vacuna contra el coronavirus, en las instalaciones del Parque Central. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

A pesar de que el nacimiento de Abril Ortíz, que padece parálisis cerebral, resultó un baldazo de agua fría para sus padres, durante estos 20 años intentaron que su vida se desarrollara lo más normal posible.

Abril, que llegó al mundo el 29 de marzo de 2001, sufrió una mala praxis médica al nacer y fue tal el shock emocional de Carlos, su papá, que quedó sordo casi completamente.

Así, Julia Segovia, que más tarde tuvo otra hija, quedó con la mitad de su familia discapacitada. Por eso ayer, a las 10 en punto se hicieron presentes en la Nave Cultural para poder dar el gran paso con Abril, que ha venido padeciendo el encierro con gran impacto emocional.

“Hoy es un día de alegría”, dijo Julia, emocionada, al salir del vacunatorio. Ahora, al menos, Abril podrá salir con más seguridad y tranquilidad mientras que su marido aún debe esperar por un certificado que indique, además de su sordera, hipertensión.

El caso de esta joven de Godoy Cruz, que aunque no puede hablar concurría antes de la pandemia a un coro de señas y a todo tipo de reuniones con amigos, se multiplicó ayer entre numerosos discapacitados mentales y motrices. Sus familiares hicieron hincapié en la extrema necesidad de retomar sus actividades y vida social. Mucho antes del horario establecido, enfermos mentales, psiquiátricos, con distintos síndromes, ciegos, sordos y en especial con dificultades motoras comenzaron a hacer la fila en un espacio al aire libre y con una atención adecuada y personalizada.

Patricia Miranda llegó desde el Valle de Uco con una “mochila” desde que nació hace 54 años: artritis reumatoidea, una enfermedad autoinmune que afecta a todos sus órganos y en especial a su sistema inmunológico. “Me había anotado pero no éramos prioridad”, cuenta, y se muestra apurada para que le toque el turno mientras agrega: “Aprendí a convivir con esto, lo llevo lo mejor que puedo y tengo 14 cirugías y férulas de por vida. Pero eso sí: necesitaba sentir esta tranquilidad”, suspira.

Patricia consume medicación diaria muy fuerte y además quedó ciega, porque la enfermedad avanza sin prisa ni pausa. “Estoy resignada y hoy, en particular, muy feliz”, se define.

Con una sonrisa de oreja a oreja Gustavo Ramón Cáceres llegó a la cita puntual después de que se haya logrado inscribir –con la ayuda de docentes del taller al que acude— y “muy pero muy ilusionado. Llevo esto a cuestas desde hace 15 años, es bravo y no se lo deseo a nadie”, confiesa, para contar que un ataque por su diabetes lo dejó ciego totalmente.

“No todo es tan terrible. Mi profesora Silvana me ayuda a salir adelante y agradezco tener un techo y trabajo. Vivo con mis padres mayores y cobro una mínima pensión por discapacidad”, relata. Antes de la pesadilla que lo dejó sin poder ver el mundo con sus ojos, Gustavo era metalúrgico y electricista. Hoy se las arregla con labores en mimbre y tapicería. Pero lo que más añora son sus interminables paseos bajo el sol mendocino. “Dios quiera que pronto pueda volver”.

A punto de recibir la primera dosis contra el Covid-19 Lourdes Farina, de 20 años, con osteogénesis imperfecta, aguarda su primera dosis contra el Covid-19. Ella sufre un trastorno doloroso, hereditario y sin cura denominado también “huesos de cristal”, es decir, posee huesos tan frágiles que se fracturan al menor movimiento.

“Nos dieron una mano enorme, estamos acá gracias al taller y a su gente. Gracias por la enorme posibilidad que nos han dado de avanzar con la vacuna”, expresó su mamá.

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