El informe revela otro dato preocupante: en 2024, el 35,5% de los niños y adolescentes en el país sufrían inseguridad alimentaria. Esto significa que más de uno de cada tres chicos no accedía de forma adecuada y sostenida a los alimentos que necesita para su desarrollo. Y lo poco que llega a sus platos suele tener una muy baja calidad nutricional.
“La malnutrición no es solo la falta de comida. Es muy especialmente el hambre de calidad y los datos muestran que nuestro sistema alimentario no es eficaz en asegurar lo más básico: que todos puedan acceder a alimentos frescos, variados y nutritivos”, resume Ayelén Borg, licenciada en Nutrición y coautora del estudio.
“La situación alimentaria en Argentina se caracteriza por ser una dieta muy monótona, es decir, dentro de toda la variedad de alimentos que podríamos consumir, consumimos más o menos siempre los mismos y esto es lo que genera un desequilibrio en la dieta que impacta con excesos de algunos nutrientes y déficit de otros”, explicó. “En general -continuó- los argentinos tenemos un déficit de consumo muy marcado, de frutas, verduras, lácteos, pescados, granos enteros y tenemos un exceso de consumo de carnes, de harinas y derivados, galletitas, bebidas azucaradas, etc. Y esto impacta en que haya un exceso de nutrientes que se consideran críticos y principalmente un déficit de micronutrientes, como vitamina D, fibra, ácidos residenciales, calcio, ácido fólico.
Alto costo de los alimentos
Según Borg, hasta el 40% del precio de los alimentos está compuesto por impuestos, lo cual incide de forma negativa y regresiva. “Eso encarece aún más lo saludable y refuerza la desigualdad. Es urgente poner este tema en la agenda y, en el marco del necesario equilibrio fiscal, pensar en formas creativas para que los alimentos más saludables tengan una menor carga impositiva”, propuso.
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Una investigación cuestiona el diseño actual de la Canasta Básica de Alimentos (CBA): según los autores, no refleja una dieta saludable
El documento también cuestiona el diseño actual de la Canasta Básica de Alimentos (CBA), que sirve como parámetro oficial para medir la línea de pobreza. Según los autores, esta canasta no refleja una dieta saludable y se encuentra desactualizada. De hecho, el valor de una alimentación nutritiva y de calidad es, en promedio, un 37% más caro que el valor que el INDEC asigna a la CBA.
“En 2018, solo un 11% de los hogares realizaba una dieta de buena calidad nutricional. En un contexto de alta inflación y pobreza, esta tendencia se agravó. Las familias más pobres son las que más resignan calidad en su dieta”, agregaron los investigadores.
La malnutrición, el centro del problema
En las distintas ponencias del Congreso, del que partició Los Andes, los especialistas coincidieron en que la malnutrición no solo se expresa en la falta de alimentos, sino también —y cada vez más— en una alimentación inadecuada en términos de variedad, equilibrio y calidad nutricional. Se estima que en Argentina hay unos 26 millones de personas con sobrepeso u obesidad, un fenómeno que se considera pandemia a nivel mundial.
“La malnutrición es el tema más desafiante para quienes trabajamos en nutrición”, aseguró Britos. Entre los factores que explican este fenómeno, el informe señala que, además de los precios, existen problemas estructurales como el desconocimiento sobre lo que constituye una alimentación saludable, la falta de controles profesionales y la popularización de dietas restrictivas que eliminan grupos de alimentos sin asesoramiento adecuado.
Incluso, se dedicó una actividad específica al escaso consumo de legumbres en la dieta argentina, pese a su alto valor nutricional y bajo costo en relación con otros alimentos.
Desafío transversal para la nutrición
La mala alimentación no es exclusiva de los sectores más pobres. “La mala nutrición y las elecciones poco saludables son transversales a todas las clases sociales. También influyen cuestiones como la educación y la cultura alimentaria”, explicó Borg. En ese sentido, los especialistas insisten en la necesidad urgente de implementar políticas de educación alimentaria y nutricional efectivas y sostenidas en el tiempo.
En relación al etiquetado frontal, Borg destacó que “fue un avance”, aunque reconoció que su impacto aún es limitado. “No basta con que haya información en el envase. Es fundamental que la población tenga herramientas para interpretar esa información y tomar decisiones conscientes”.
El modelo alimentario
El estudio denuncia que el patrón alimentario de los argentinos está claramente desequilibrado: consumo excesivo de harinas refinadas, carnes rojas y alimentos de bajo valor nutricional, y un marcado déficit en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, lácteos, frutos secos y pescados.
“En las últimas décadas, se consolidó un modelo alimentario con exceso de calorías pero déficit de nutrientes esenciales. Esto genera múltiples deficiencias y enfermedades crónicas. Y no es una cuestión de responsabilidad individual, sino de un sistema alimentario y económico que no promueve el acceso a dietas saludables”, sintetizó Brito
Esta situación se traduce en una mala salud nutricional en todas las etapas de la vida: déficit de hierro, vitamina D, calcio, zinc y ácidos grasos esenciales en niños; consumo escaso de vegetales y lácteos en adolescentes; y enfermedades crónicas como obesidad, diabetes e hipertensión en adultos.
Según el informe, el sistema agroalimentario argentino produce en exceso granos, aceites y carnes, pero no logra cubrir las necesidades mínimas de frutas, verduras, legumbres ni lácteos. Solo Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe abastecen una parte relevante de alimentos saludables; en el resto del país, el acceso depende de productos transportados desde largas distancias, lo que encarece aún más su precio.
“Cuando uno observa qué se produce y qué se come, queda claro que no hay una estrategia con objetivos nutricionales. Las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA) no se utilizan como faro del sistema. La producción sigue las lógicas del mercado, no de la salud”, advirtió Britos.
Niñez en riesgo, adultos enfermos
La Encuesta Nacional de Factores de Riesgo publicada en 2019 ya advertía sobre el bajo consumo de frutas y verduras: los mendocinos y los argentinos consumen en promedio solo dos porciones diarias, la mitad de lo recomendado. Esta tendencia se ha agravado en los últimos años, como alertan verduleros y productores frutihortícolas frente a la baja sostenida en las ventas.
En los niños, una dieta inadecuada impacta directamente en el desarrollo físico y cognitivo, y puede provocar desórdenes metabólicos desde edades tempranas, como diabetes tipo 2. En adultos, los efectos se traducen en una peor calidad de vida, menor respuesta inmunológica y mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, entre otras.
Un Congreso con mirada crítica y propuestas
La preocupación por el aumento de la obesidad en Argentina, una problemática global, fue otro eje destacado durante el Congreso. En ese marco, profesionales de distintas especialidades expresaron su apoyo a un proyecto de Ley de Obesidad, y realizaron una manifestación simbólica con banderas para visibilizar la necesidad urgente de legislar sobre el tema.
Por último, el informe también advierte sobre las altas tasas de desperdicio de alimentos en el país. Pese a los avances en diagnóstico y programas de rescate, las pérdidas en supermercados y el derroche en los hogares siguen siendo un problema estructural.
En un escenario de crisis alimentaria, malnutrición y desigualdad creciente, los especialistas coincidieron en un mensaje clave: el acceso a una alimentación saludable debe dejar de ser un privilegio y convertirse en un derecho garantizado por políticas públicas que transformen de raíz el sistema alimentario argentino.