Cómo detectar y tratar la ansiedad en los perros

Al igual que en los humanos, puede volverse una patología que debe ser tratada. Cuáles son los signos de advertencia para diagnosticarla y las claves para ayudar a tu mascota.

Muchas veces se trata de problemas generados por la incomprensión humana de sus necesidades. | Imagen ilustrativa / Web
Muchas veces se trata de problemas generados por la incomprensión humana de sus necesidades. | Imagen ilustrativa / Web

Así como sucede en los humanos, en los perros la ansiedad también es una forma de responder ante ciertas situaciones problemáticas. También sucede que, cuando supera cierta intensidad o desborda la capacidad de adaptación, se convierte en una patología que debe ser tratada.

El 7 de julio de 2012, un grupo internacional de neurocientíficos se reunió en la ciudad inglesa de Cambridge y elaboró la conocida Declaración de Cambridge sobre la Consciencia, donde establecieron que los animales tienen capacidad para sentir y, por lo tanto, pueden comportarse con intención.

Confirmado eso, es importante saber cómo detectar que nuestro perro tiene ansiedad, algo que puede hacerse a través de diferentes comportamientos que indican su voluntad de huir de la sensación de inquietud, nerviosismo, inseguridad y malestar.

Según la española Nuria Bocanegra, experta en terapia ocupacional y rehabilitación de animales y sociedad, la ansiedad se pone en marcha cuando el perro tiene una expectativa de que algo malo va a ocurrir.

Esto hace que se active el sistema nervioso simpático, responsable de las respuestas del organismo ante situaciones peligrosas o estresantes y de que el animal manifieste una conducta intensa.

Cuando la ansiedad es patológica, los síntomas que podemos encontrar son: un continuo estado de alerta, hiperactividad, lamido excesivo, caída del pelo, problemas digestivos, aullidos, temblores, gemidos, ladridos excesivos, miedo exagerado, agresividad y comportamientos destructivos que pueden aumentar cuando se quedan solos.

En cuanto a las situaciones capaces de provocar esa ansiedad patológica, también son múltiples: miedo a quedarse solos, a los ruidos como los petardos, tormentas o el tránsito. Cualquier percance que supere su capacidad de adaptación o que se repita de forma frecuente puede desencadenarla.

Por eso, explica la especialista, muchas veces se trata de problemas generados por la incomprensión humana de sus necesidades, como especie y como individuo.

Cómo tratar la ansiedad en los perros

Mantenida en el tiempo, la ansiedad patológica puede provocar enfermedades como trastornos en el sistema gastrointestinal, aumento en la incidencia de tumores o alteraciones del sistema inmunológico, a lo que hay que sumar el deterioro en la convivencia entre especies.

Por no hablar de la tristeza y frustración que nos genera ver sufrir a una mascota y no saber cómo ayudarla. El primer paso para abordarla, una vez diagnosticada por el veterinario, es la terapia conductual, dirigida por un especialista en comportamiento o etólogo.

Solo si el caso particular lo requiere, se debe recurrir a la administración de medicamentos, controlada también por un veterinario. Podría compararse a la intervención del psicólogo y el psiquiatra en humanos: mientras que el primero es un experto en comprender la conducta, el psiquiatra se ocupa de las enfermedades mentales y su tratamiento farmacológico.

Aunque cada caso tiene sus particularidades, la terapia enfocada al comportamiento debería incluir los siguientes objetivos:

  • Bajar los niveles de estrés del perro.
  • Enseñarle a gestionar situaciones problemáticas.
  • Darle recursos de calma.
  • Desensibilizarle de las señales precursoras que le induzcan ansiedad. Por ejemplo, el hecho de que cojamos las llaves o nos pongamos la chaqueta o los zapatos puede ser interpretado como el paso previo a quedarse solo. Debemos hacerle ver que no significa necesariamente que vayamos a irnos.
  • Adjudicarle un rol claro dentro de la familia. Tenemos que hacer actividades con él para que se sienta integrado, como dar paseos o compartir juegos en los que disfruten perro y tutor.
  • Conferirle independencia social. Es decir, no podemos estar todo el tiempo con él o resolverle todos los problemas.

Nuria Bocanegra finalizó expresando que la búsqueda de las causas de la angustia patológica y su manejo no deben ir exclusivamente dedicadas controlar las consecuencias mediante fármacos, sino también a mejorar la atención que les damos como seres sensibles, sociales y con necesidad de una actividad adecuada a cada individuo.

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