Frente al desembarco del Sars-Cov-2 a la provincia, así como en el país y en gran parte del mundo, no hubo otra opción que suspender las clases presenciales y comenzar a impartir los contenidos de forma virtual. Esta nueva forma fue considerada de emergencia y parecía ser temporal, pero por la situación epidemiológica actual todo indicaría que continuaría hasta fin de año por lo menos en la provincia.
Este panorama ha comenzado a preocupar a los especialistas en educación tanto de Mendoza como de otras latitudes, ya que esta modalidad educativa siempre fue pensada como complementaria. Tal como enumeran los experto, con la forma actual se pierde el contacto físico entre pares y con docentes, se incrementa la dificultad de tener retroalimentación constante con el maestro, se pierde parte de la comunicación no verbal, entre otros. Adicionalmente se van perdiendo ciertos hábitos como el levantarse temprano, o no pasar tantas horas con la pantalla, que luego habrá que recuperar.
Alejandro Castro Santander, director general del Observatorio de la Convivencia Escolar de Universidad Católica de Cuyo, psicopedagogo y docente, aseguró que hay estudios de la Unesco que se centran en Latinoamérica y el Caribe, que anticipan una situación crítica. “Ya veníamos mal con chicos que lograban un 50% de los aprendizajes básicos en lengua y matemática. Sabiendo que la falta de presencialidad no se suple con lo virtual, se presume que va haber una baja muy significativa en los aprendizajes”, manifestó a la vez que señaló que se trata de proyecciones con datos que ya se tenían. “Trabajos anteriores hablaban que en lo virtual hay un aprovechamiento del aprendizaje de cerca de un 30% en comparación a lo presencial”, aseguró.
Para el experto esto tiene que ver con la forma de aprender del ser humano en la que el valor de lo no verbal es superior a lo verbal, además con que está comprobado que con la retroalimentación el alumno aprende más. Esto ocurre, por ejemplo, cuando una maestra explica un tema y luego va preguntando detalladamente qué fue lo que se entendió.
A esto se suma que muchos docentes tuvieron que aprender de cero como manejar estas herramientas y la gran cantidad de alumnos sin conectividad y que las escuelas consideran que se perdieron en el camino. “Indudablemente el virus agravó las brechas tecnológicas, didácticas, de habitad, de presupuesto y de convivencia”, remarcó Castro Santander. En este último punto el también ha observado un crecimiento del cyber bullying. “Como los chicos tienen más tiempo libre se sigue el bullying de otra forma, lo que hace que haya chicos que tienen miedo de volver al aula”, sentenció.
Por su parte, Amalia Vergara autora del libro “El derrumbe de la escuela pública”, prefirió poner el foco primero en los aspectos positivos de la virtualidad. “Esta situación ha llevado a toda la comunidad educativa a adaptarse a las nuevas tecnologías que venían bastantes lentas en el sistema, si bien había escuelas más preparadas, otras no tenían nada”, indicó. En tanto también aseguró que esta situación ha obligado de alguna manera a los padres a involucrarse más con el proceso de aprendizaje de sus hijos. “Los docentes han hecho un esfuerzo muy grande”, subrayó.
En cuanto a lo negativo explicó que el contacto físico entre el docente y los alumnos es parte del proceso de aprendizaje y que lamentablemente se ha perdido, así como el contacto físico entre compañeros. “Es un aspecto que se va a tener que fortalecer cuando vuelva todo a la normalidad”, consideró.
En tanto también reconoció que la situación evidenció las desigualdades sociales y que muchos chicos quedaron excluidos del proceso de aprendizaje a pesar de todos los esfuerzos. “Para el futuro habrá que hacer un replanteo que tenga en cuenta lo que cada uno pudo aprender en este tiempo, dada la gran diversidad de situaciones. Es un gran desafío”, adelantó.
