Sueldos en dólares, home office y muchos beneficios: ¿es la programación la profesión perfecta?

En nuestro imaginario, trabajar con software y programación nos abre las puertas a grandes posibilidades. ¿Es realmente así? Dos expertas nos cuentan los entretelones de la profesión del futuro y el rol que ocupan allí las mujeres.

Programación: ¿la profesión del futuro?
Programación: ¿la profesión del futuro?

Hace ya algunos años que la industria tecnológica está siendo la protagonista de un boom a nivel mundial, con la creación de un gran número de empresas emergentes (o start ups, como se las conoce en inglés) y la necesidad cada vez mayor de muchas compañías de desarrollarse tecnológicamente y contratar programadores.

Aunque el fenómeno no es nuevo, sí es cierto que la pandemia del coronavirus aceleró el crecimiento de esta industria frente a un mundo que empezó a abrazar casi de manera obligada la virtualidad en la mayoría de los ámbitos de la vida. Según datos de la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos (Cessi), para mediados de 2020 en nuestro país la industria tecnológica registró una demanda de empleo superior en un 2,3% a la de 2019 –con muchos puestos que quedaron vacantes– y los salarios de los programadores se ubicaban un 40 % por encima del promedio del mercado. En el resto del mundo pasa algo similar: en Estados Unidos, sólo por poner un ejemplo, menos de un 2% de las personas que buscan trabajo en sistemas no logra conseguirlo.

“El boom de la tecnología se viene dando hace años, pero con la pandemia se aceleraron procesos que habilitaron el crecimiento de start ups a las que les estaba costando encontrar clientes, como por ejemplo Zoom, que existe hace mucho y que creció por las condiciones que se dieron ahora. Eso mismo pasó con muchas empresas”, cuenta en entrevista con Rumbos la cordobesa Sofía Contreras, licenciada en Relaciones Públicas, apasionada por la tecnología y líder de la agencia SC, donde se dedica a potenciar el desarrollo de empresas, emprendimientos y gobiernos.

Por su parte, Carolina Hadad, Analista universitaria en Ciencias de la Computación por la Universidad de Buenos Aires y asesora de empresas y organizaciones sobre Diversidad e Inclusión en el mundo de la tecnología, opina que a raíz de la pandemia muchas empresas necesitaron transformarse digitalmente, lo que llevó al armado de nuevos equipos dedicados al software y la programación.

“El boom de la tecnología se viene dando hace años, pero la pandemia aceleró procesos que habilitaron un enorme crecimiento”. Sofía Contreras, una de las fundadoras de Chicas en Tecnología.
“El boom de la tecnología se viene dando hace años, pero la pandemia aceleró procesos que habilitaron un enorme crecimiento”. Sofía Contreras, una de las fundadoras de Chicas en Tecnología.

A raíz de su larga trayectoria en esta industria, Contreras y Hadad acaban de publicar su libro Chicas en Tecnología (editado por Penguin Random House) que co-escribieron con Mariana Varela y Melina Masnatta y en el que abordan no sólo la situación del sector tecnológico en nuestro país y en el mundo sino, más específicamente, el rol que tienen en él las mujeres, para analizar y trabajar en las posibles soluciones a la brecha de género y a los estereotipos que lo envuelven. Estas cuatro autoras son, además, fundadoras del colectivo Chicas en Tecnología, creado en nuestro país en el año 2015, a través del cual impulsan distintas iniciativas para potenciar la presencia femenina en dicho sector.

¿El trabajo soñado?

Sueldos en dólares, horario flexible y megaoficinas con mesas de ping pong y hasta gimnasios propios. Hace ya un tiempo que en nuestro imaginario está muy arraigada la idea de que trabajar en el mundo del software y la programación nos abre las puertas a lugares de trabajo increíbles y a infinidad de beneficios, con Silicon Valley como la meca de los programadores. ¿Pero cuánto hay de cierto en eso?

No es “ni muy muy, ni tan tan”, cuentan Hadad y Contreras en su libro. Si bien hay muchísimas oportunidades y beneficios, los mismos cambian bastante según la compañía y el país en el que trabajes. “Depende la empresa. Tenés por un lado corporaciones que tienen una forma muy específica para trabajar, por proyectos y niveles, y por el otro tenés el mundo de las start ups, que es un contexto completamente distinto. Quizás en las empresas grandes te encuentres con más políticas o haya más soporte y apoyo al bienestar de los empleados, y en las start ups es más ‘todo el mundo hace todo’ y vas a estar trabajando un montón de horas seguidas. Y es distinto”, detalla Contreras.

Sabemos que no todo lo que brilla es oro, y para Carolina Hadad a veces el exceso de beneficios puede ser también algo contraproducente: “Si vos tenés en el mismo espacio un gimnasio, una peluquería, un lugar para lavar tu ropa, eso potencia que nunca salgas de la oficina y que estés todo el tiempo en la empresa. No todos los programadores quieren lo mismo, y por eso hoy muchas empresas están pensando otros beneficios como un balance entre el trabajo y la vida familiar, cuestiones de discapacidades o apoyo a la maternidad, por ejemplo”.

Además de los distintos beneficios de dedicarse a un campo pujante como el de la tecnología, la posibilidad de ser programador o desarrollador y trabajar de forma 100% remota también generó en el último tiempo una gran demanda de empresas internacionales que buscan talento argentino, ofreciendo la ventaja de cobrar en dólares y trabajar desde casa.

Según explica Sofía Contreras, esto está generando mucha competencia entre las empresas argentinas por no poder estar a la altura de lo que son los trabajos en el exterior. “Si una empresa local te quiere pagar un salario de, por ejemplo, 200 mil pesos, mientras que en el exterior pagan 3000 o 5000 dólares por el mismo rol, las compañías locales empiezan a no poder acceder a esas personas. Me intriga mucho qué va a pasar con los emprendimientos y las empresas argentinas que necesiten desarrolladores y desarrolladoras”, agrega.

Para Hadad, la clave va a ser que las start ups y empresas locales puedan interpelar a futuros empleados a través de proyectos interesantes: “La programación se puede usar para todo: para una causa social, en gobiernos, para temas educativos. Porque es verdad que hay muy buenos sueldos afuera, pero también es cierto que no todos los programadores están buscando lo mismo. También es muy importante trabajar en un lugar donde puedas aprender, o en una cultura donde te sientas cómodo. Quizás elegís ganar menos de lo que podrías porque ahí vas a poder tener un impacto o aprender más”, opina.

Lo cierto es que, hoy en día, en Argentina hay más puestos del sector informático que empleados que los puedan ocupar. Según un informe elaborado por el Observatorio Permanente de la Industria de Software y Servicios Informáticos de la Cessi, sólo en 2018 la industria local de software incorporó en forma registrada a 5300 nuevos profesionales y quedaron aproximadamente 3000 posiciones sin cubrir.

“En este momento la gran teoría del ejército de reserva de que podés despedir un empleado porque va a haber un montón de otra gente dispuesta a suplir ese cupo, no existe en el mundo de la tecnología. Hay muy pocas personas ahí afuera para trabajar específicamente de lo que necesitás, y eso le da una carta de cambio a la persona del otro lado que puede negociar muchísimo sobre dónde quiere trabajar y con qué beneficios”, cuenta Contreras.

“Hay muchas formas de aprender tecnología: desde juegos, cursos, terciarios o carreras universitarias. Es cuestión de animarse”. Carolina Hadad., una de las fundadoras de Chicas en Tecnología.
“Hay muchas formas de aprender tecnología: desde juegos, cursos, terciarios o carreras universitarias. Es cuestión de animarse”. Carolina Hadad., una de las fundadoras de Chicas en Tecnología.

¿Por qué pasa esto? Hadad cree que una de las razones puede ser que, a diferencia de los comienzos del desarrollo del software y la programación, actualmente las empresas se avocan a buscar perfiles con más experiencia en vez de invertir en formar a una persona que recién inicia. “Muchas veces está el temor de formar a alguien y que luego esa persona quizás se vaya a otra empresa. Está bueno que las empresas empiecen a pensar en desarrollar a sus propios recursos siendo que la escasez es cada vez mayor”.

Algo interesante que sucede dentro de la industria de la tecnología es que, a diferencia de otras carreras, la formación universitaria no es el único camino que existe. “Las universidades argentinas en informática son muy buenas a nivel internacional, pero además hay un montón de cursos, de terciarios gratuitos, de otras formas de aprender de tecnología. Es cuestión de animarse a probar”, dice Hadad.

El lugar de las mujeres

Cuando surgió, en el año 2015, Chicas en Tecnología tenía un objetivo muy claro: convertirse en un colectivo que pudiera potenciar la presencia femenina en el mundo de la tecnología y disminuir la brecha de género. Para entender un poco cuál era el panorama, elaboraron un estudio en base a información pública que arrojó resultados abrumadores: aunque en nuestro país 6 de cada 10 estudiantes universitarios son mujeres, en las carreras relacionadas con Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática esa cifra cae a la mitad, con 3 de cada 10, mientras que en las carreras relacionadas a la programación sólo hay 1,6 mujeres por cada 10 varones.

“Esto no siempre fue así. La tecnología arranca como un área mayoritariamente femenina y después, con el surgimiento en los 70 y los 80 del estereotipo del nerd, esos modelos de éxito que son siempre hombres blancos del norte que fundaron una empresa y ganaron mucha plata, invirtió la proporción y las mujeres pasamos a ser poquísimas”, detalla Hadad.

Para comenzar a revertir esa situación, desde Chicas en Tecnología generaron distintas capacitaciones e iniciativas, como el proyecto “Programando un Mundo Mejor”, un programa intensivo de tecnología con fines sociales y habilidades emprendedoras para mujeres en edad escolar secundaria.

“Hicimos una encuesta en la secundaria y la primera causa para elegir una carrera era´yo soy buena haciendo esto´. ¿Y cómo vas a ser buena en algo que no hiciste nunca y que nunca probaste? Porque en la mayoría de las secundarias no hay clases de programación. Queremos romper el estereotipo de que la programación es sólo para fundar una empresa y hacer plata. También podés tener una empresa exitosa que tenga un impacto positivo en la sociedad”, cuenta Hadad.

Para Sofía Contreras, tanto Chicas en Tecnología como otras organizaciones similares alrededor del país abrieron el camino del debate, pero aún falta tiempo para ver los resultados. “Desde 2015 estamos trabajando para disminuir la brecha de género en tecnología, hay que ver de acá a unos cuantos años cómo va a impactar la visibilización que se está dando de muchas mujeres. Quizás las chicas deciden estudiar pero hay que ver si se reciben o no, si logran trabajar, si se perpetúan los estereotipos o si se está mejorando. Es un trabajo sistémico, se necesita que la multiplicidad de actores del ecosistema puedan trabajar en esta causa y generar políticas que sean medibles”.

Libro: “Chicas en tecnología”

El libro de Chicas en Tecnología.
El libro de Chicas en Tecnología.

En 2015 las argentinas Sofía Contreras, Carolina Hadad, Melina Masnatta y Mariana Varela crearon la organización Chicas en Tecnología con el fin de achicar la brecha de género en ese campo, luego de presenciar las desigualdades a las que se enfrentaban las trabajadoras femeninas. Ahora, recopilaron datos, informes y experiencias en este libro donde evidencian las desigualdades y proponen ideas y cambios. “No es un libro solo para mujeres. Es un libro para entender situaciones que se viven en el día a día, una herramienta a nivel social para los educadores y las educadoras o para los líderes de equipo. El problema de la inserción de las mujeres en la tecnología es de la industria. Este campo necesita la visión de las mujeres, que van a aportar una manera distinta de resolver los problemas”, explica Sofía Contreras, una de las autoras.

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