Recuperar el espíritu de quienes hicieron esta provincia

Todo podría andar mejor si cada uno hiciera lo que debe de la mejor manera posible. Quien quiere derechos, también debe cumplir con los deberes que impone la convivencia.

¿Qué derechos y deberes deberíamos hacer efectivos los mendocinos para estar orgullosos de nuestra ciudad y de nuestra provincia?
No todo tiempo pasado fue mejor, pero es cierto que ya no podemos repetir "Mendoza es la ciudad más limpia del país", "Nuestra provincia tiene una potente actividad privada por lo que no usamos al Estado como instrumento para la provisión de cargos públicos", ni frases similares.

Efectivamente, vemos gente durmiendo en la calle, acequias sucias, y numerosas otras manifestaciones que nos permiten decir, parangonando los versos de Pablo Neruda, “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.

Parecería que hay que comenzar por tener una vivienda digna, pues éste es el espacio que protege no sólo nuestra integridad física sino varios de los derechos de nuestra personalidad, como la intimidad individual y familiar.

Además, como dicen los españoles, “quien construye su vivienda construye al mismo tiempo la ciudad”, por lo que este derecho no es sólo individual, sino que nos integra en la comunidad que vivimos y nos identifica como grupo social (Piénsese en los tiempos en los que nos conocían como la ciudad que tenía las veredas limpias gracias al lampazo).

Obviamente, esa construcción requiere que las personas adultas tengan un trabajo digno que las provea de medios materiales para adquirir esa vivienda; además, generalmente, necesita de apoyo directo o indirecto del Estado.

Pero la casa no basta si dentro de sus muros hay violencia, desprotección a los más vulnerables, desigualdad. Tampoco es suficiente si esos muros están “enjaulados” por miedo a que ataques externos nos priven de todo aquello que protegemos en nuestro hogar.

Mucho menos aún, si esa construcción se encuentra en un lugar contaminado en el que la vida se torna insalubre.

Gran parte de esos males provienen de la falta de educación. Por eso, el derecho a la buena educación debe ser asegurado por el Estado, pues sólo así se está suficientemente informado para defender las libertades y alcanzar la igualdad real (no meramente declamada).

En ocasiones, la carencia de salud pone barreras al ejercicio de los demás derechos, por lo que el Estado también debe garantizar las prestaciones necesarias a las personas que lo requieren.

¿Qué ocurre si pese a todos los esfuerzos individuales o grupales, los derechos anteriormente mencionados no pueden ser alcanzados por causa de hechos ilícitos de terceros, o por falta de políticas públicas eficaces del Estado?

En tal caso, una Justicia mendocina independiente de los partidismos políticos y de los poderes económicos, comprometida con los derechos fundamentales, debe tomar las medidas para lograr que los derechos se hagan efectivos y los naturales conflictos que existen en toda sociedad se resuelvan pronto y con equidad.

Algo elemental para alcanzar estas metas que hoy parecen utópicas es que cada uno de nosotros recupere el espíritu de quienes hicieron nuestra provincia; creo firmemente que todo podría andar mejor si cada uno hace lo que debe de la mejor manera posible: cada día, el maestro procurará dar la mejor clase posible; quien trabaja en la Justicia, cumplirá ese servicio público de manera rápida y equitativa; quien cuida la salud de los demás, proveerá las prestaciones a quienes lo necesitan; quien tiene la responsabilidad de legislar, proporcionará reglas justas y claras que puedan ser cumplidas; quien debe ejecutar esas normas, lo hará con razonabilidad; el vecino será solidario con quien vive en su entorno; el transeúnte, dará la mano circunstancial a quien la necesita.

En fin, si quiero derechos, también debo cumplir con los deberes que impone la convivencia. Sólo así, Mendoza será una “sociedad decente” o sea, un lugar donde nadie, por encumbrado que sea, humille a quien tiene al lado.

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